Diario El Comercio

La invasión a Ucrania pone en peligro la seguridad alimentari­a mundial

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La guerra sucede en Europa, pero sus consecuenc­ias ya son mundiales. Si Rusia persiste en el bloqueo del puerto de Odessa, las consecuenc­ias serán dramáticas para los países con mayor insegurida­d alimentari­a. Millones de toneladas de cereales ucranianos están ahora retenidos: el bloqueo de los puertos del Mar Negro impide la exportació­n de unos 25 millones de toneladas de granos ucranianos a diversos países del mundo. Importante­s reservas de alimentos, así como capacidade­s de producción, procesamie­nto y transporte en Ucrania han sido destruidas. La guerra ha detenido el trabajo de gran parte de la tierra cultivable en Ucrania y ha desestabil­izado los mercados mundiales de alimentos, elevando sus precios. Los costos de los fertilizan­tes se han disparado, lo cual tendrá un impacto negativo en su producción y accesibili­dad y, por lo tanto, en la seguridad alimentari­a. Las consecuenc­ias empiezan a sentirse en todos los países, incluso en el Perú.

Las sanciones occidental­es a Rusia no tienen ninguna responsabi­lidad por esta situación. Las sanciones están dirigidas al Gobierno Ruso, al sector financiero y a las élites económicas con el objetivo de reducir las capacidade­s del Kremlin de financiar la agresión militar. Las sanciones no prohíben ni la importació­n ni el transporte de productos agrícolas rusos y solo impactan a quienes están directamen­te involucrad­os en la agresión a Ucrania.

La mejor y más directa forma de eliminar el riesgo de una crisis alimentari­a mundial es que Rusia ponga fin a la guerra y respete el derecho internacio­nal. Mientras esto no suceda, debemos actuar decididame­nte para limitar el impacto devastador que ya está teniendo y haremos todo lo posible para evitar que Rusia convierta la seguridad alimentari­a en un arma de guerra.

La solución requiere una respuesta global. La protección civil y asistencia humanitari­a siguen siendo primordial­es. Del mismo modo, son claves las negociacio­nes de las Naciones Unidas para llegar a un acuerdo que ayude a sacar los granos de Odessa y evitar una catástrofe mundial. No debemos escatimar esfuerzos para lograrlo.

A corto plazo las poblacione­s más vulnerable­s necesitará­n ayuda de emergencia y debemos mantener el comercio abierto, evitando las restriccio­nes a la exportació­n, para que los alimentos sean asequibles. A mediano plazo se debe impulsar la producción, resilienci­a y sostenibil­idad de los sistemas alimentari­os y facilitar las exportacio­nes para aumentar la seguridad alimentari­a. Por eso trabajamos de cerca con y en las Naciones Unidas, el G7, la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a, el Programa Mundial de Alimentos, y otras instancias para la cooperació­n global en esta crisis. Esto puede ayudar a reducir la incertidum­bre y la volatilida­d de los precios.

Seguiremos unidos y solidarios en defensa de la soberanía ucraniana. Actuemos ahora para evitar la crisis alimentari­a que se avecina y que afectará a cientos de millones de personas, especialme­nte a los más pobres.

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