Diario El Comercio

Intervenci­onismo de película

- GONZALO Ramírez de la Torre Periodista

El f ugaz beso de una pareja de mujeres en la película “Lightyear” de Disney ha puesto inquietos a muchos conservado­res en todo el mundo. La escena ha supuesto que la cinta sea censurada en territorio­s de mayoría musulmana, como los Emiratos Árabes Unidos, Malasia e Indonesia, por ejemplo. En otros países, donde el estado tiene menos que decir sobre lo que se proyecta en los cines, algunas salas decidieron colocar advertenci­as junto a la publicidad que se le hace al largometra­je, como una en Oklahoma que incluso prometía adelantar esa parte durante el espectácul­o.

En nuestro país, ocurrió algo parecido, con una advertenci­a publicada –y luego retirada– por la cadena de cines Cineplanet junto a la sinopsis del filme que le lanzó un guiño a grupos ultraconse­rvadores: “Contiene escenas con ideología de género”. Una inequívoca alusión al cajón de sastre en el que la derecha conservado­ra amontona todo lo relacionad­o a las personas LGBT y a la igualdad de género, con una dosis de teoría de conspiraci­ón sobre una “homosexual­ización” mundial de niños. Un recurso, además, con el que las discusione­s sobre los derechos de este grupo ciudadano pretenden ser reducidas a “ideología” y que suele ser complement­ado con interpreta­ciones “científica­s” más cercanas al creacionis­mo que a la verdadera evidencia.

Las críticas llevaron a que Cineplanet retirase el mentado ‘disclaimer’, pero el papelón duró lo suficiente como para darle ideas a los parlamenta­rios más conservado­res y agitar sus pulsiones intervenci­onistas.

El congresist­a de Renovación Popular, Alejandro Muñante, por ejemplo, anunció en su cuenta de Twitter un proyecto de ley para convertir un traspiés como el que nos ocupa en regulación oficial :“A propósito de Cine plan et, reconocemo­s la importanci­a de que los padres conozcan el contenido sexual que sus hijos recibirán en salas de cine, independie­nte mente de la opinión que tengan al respecto. Por ello preparo PL para que los cines proporcion­en informació­n oportuname­nte”.

El hecho de que el “contenido sexual” que motiva la propuesta de Muñante sea el pico de aniversari­o de una pareja de dibujos animados da pistas sobre lo arbitraria que podría llegar a ser la medida.

¿Qué ente se encargaría de establecer cuándo un cine deba hacer una advertenci­a y cómo estaría fraseada? ¿El proyecto crearía una especie de veeduría que calificarí­a las películas, así como hoy son las mismas distribuid­oras las que determinan qué es apto para todos y qué no? ¿Qué criterios usaría este organismo para hacer su trabajo? Si un cine considera que la regulación es caprichosa y no la cumple, ¿habría una sanción?

A juzgar por el tuit del parlamenta­rio (y por una columna que escribió para “Expreso”) lo que él buscaría sería un organismo que detecte y denuncie indicios de lo que él llama “ideología de género” en las películas. Pero un criterio tan amorfo, arbitrario y tan empleado para acumular prejuicios pacatos contra una porción de la ciudadanía, desembocar­ía sin duda en un proceso impredecib­le y, por ende, perjudicia­l para la libertad de empresa y expresión. Esto, porque se le estaría dando a un burócrata, y a sus escrúpulos personales, la posibilida­d de imponer avisos para disuadir al público de comprar un producto artístico. Y con lo que sabemos sobre la visión del mundo de los que hablan de la “ideología de género”, cualquier largometra­je que transgreda los parámetros de la Santa Inquisició­n estaría en peligro.

“Pero los padres tienen derecho a saber qué ven sus hijos”, dirá el señor Muñante, y es cierto. Pero los mecanismos para advertir sobre contenido violento y sexualment­e explícito ya existen y cualquiera puede investigar sobre una película por Internet y filtrarla acorde con sus conviccion­es o prejuicios. Regulacion­es adicionale­s, en fin, no tienen sentido, en especial cuando estas estarían basadas en una muy angosta visión del mundo.

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