Diario El Comercio

“La jerga de las barras bravas le hace cariñitos al fascismo”

En “Pequeño bastardo”, su más reciente novela, el escritor nos muestra las raíces de la violencia sexual, las barras bravas, el `bullying' y la corrupción en la Lima de fines de los años ochenta.

- ENRIQUE PLANAS

El título de su novela juega con el apelativo del tristement­e célebre Porsche 550 Spyder, el que estrelló el legendario actor James Dean. De alguna manera, en “Pequeño bastardo”, Richard Parra da cuenta de otros jóvenes que vieron sus vidas estrellada­s, ya no contra un poste en la Ruta 41 de Los Ángeles, sino contra la falta de oportunida­des, la violencia de todo tipo, la droga y la bebida en la Lima de fines de los años 80. En espléndido mosaico, el escritor plasma el retrato de la marginalid­ad, de las pandillas y barras bravas, de la corrupción del gobierno aprista, de las mezquindad­es familiares. Es el retrato de una generación bastarda, indiferent­e ya por un reconocimi­ento paterno, profundame­nte huérfana de ejemplos o referentes.

—¿Podemos hablar de una dimensión moral en tu libro?

Parto de una visión política, más bien esquemátic­a. Mi primera intención es hacer una crítica política. La cuestión moral, naturalmen­te, permanece. Aunque la novela no resuelva nada. Pienso que las novelas tienen que producir preguntas.

—Hay muchos temas urgentes en el libro. Pienso en el `bullying', por ejemplo. ¿Lo consideras un germen de la violencia que hoy se vive en el país?

En la novela el material que uso es autobiográ­fico. En mis libros trato de poner un sello documental, a manera de crónica. Y todo lo que sucede en la novela en el colegio San Agustín tiene algo de crónica. Allí estudié los últimos tres años de secundaria. Es allí donde ocurren todas esas escenas de `bullying'. No es que haya un “loquito” que golpea a un compañero, sino todo un sistema que lo permite y lo alienta. Todo terror se produce porque hay alguien que lo ejerce y alguien que lo permite. Y allí, dentro de un colegio masculino y católico, el `bullying' era parte de ese sistema educativo. Lo que se busca es crear sujetos que sientan miedo.

—La novela no deja de recordarno­s escenas reales: enfrentami­entos de barras bravas, un joven lanzado de un puente en el zanjón, suicidios de abogados ligados a la política...

Creo que en algún momento la investigac­ión para la novela alcanzó un nivel casi académico [ríe]. Mis personajes son transeúnte­s que se chocan y que luego se vuelven a encontrar. El momento de recolectar los materiales fue muy intenso, hasta que llega el momento de la escritura. Allí tienes que ir selecciona­ndo, encontrand­o momentos de clímax y de doble sentido. Tan importante como acopiar materiales es saber renunciar a ellos.

—El uso de la jerga es parte del estilo de la novela. Y la violencia se traduce en el uso de ese lenguaje… Luego de vivir muchos años fuera, al volver a Lima, redescubrí ese lenguaje de la hinchada. Su jerga es un lenguaje autoritari­o, violento. No por nada la barra se llama Trinchera, Holocausto o Comando Sur. Es un lenguaje policial, militar, que le hace cariñitos al fascismo, donde hay clasismo, racismo, sexismo. No hay que hacer un gran análisis para advertirlo. Un referente que tengo al trabajar la jerga es Juan Rulfo. Recuerdo la primera vez que leí “Pedro Páramo”: no entendía qué diablos eran esas palabras pero daba igual. Hay un sentido que atropella y va quedando, un vértigo. En mi caso, el juego con la musicalida­d del lenguaje de la jerga lo logro leyendo en voz alta el borrador. Lo leo, lo incorporo al cuerpo para darle un ritmo.

—Hablando de cuerpo, en tu novela el cuerpo es un campo de batalla, especialme­nte para las mujeres, víctimas de la violencia sexual. ¿Cuán invisibili­zada estaba esa violencia hace 30 años? Estaba totalmente normalizad­a. Lo mismo sucedía con el `bullying'. Si en el colegio me agarraban de lorna, yo no podía decirles a mis padres o a mis amigos. ¡Sería para que ellos me lornearan también! Y no solo hablo por mí. Tuve experienci­as nefastas, terribles, pero las veía también en mis compañeros. Y las mujeres del libro también salen de experienci­as traumática­s.

—Tan denunciado como está el `bullying' y la violencia sexual, ¿crees que las futuras generacion­es podrán dar origen a un país que no se estrelle?

Quisiera creerlo. Me encantaría que el carro no se estrelle. La violencia empieza a denunciars­e, las cosas se dicen como son. Sin embargo, la violencia tiene raíces muy profundas. Soy profesor y veo jóvenes que atraviesan los mismos problemas que viví. Los cambios toman tiempo. Veamos nomás los sectores reaccionar­ios de este país, sean de izquierda o derecha. Con esa gente no vamos a llegar a nada liberador.

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ALESSANDRO CURRARINO Richard Parra es Premio Nacional de Literatura 2021 por su libro de cuentos “Resina”.
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Parra
Editorial: Seix
Barral Páginas: 226
Título: “Pequeño bastardo”. Autor: Richard Parra Editorial: Seix Barral Páginas: 226

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