Mar de las entrañas
Esta semana reseñamos “El tumulto del sueño”, el más reciente poemario de Abelardo Sánchez León (Lima, 1947).
“El libro funciona como una suerte de libro-síntesis de una experiencia vital y creadora”.
El trabajo poético de Abelardo Sánchez León (Lima, 1947) está compuesto por dos partes bien diferenciadas. La primera se inaugura con su debut, “Poemas y ventanas cerradas” (1969) y se clausura con esa dolorosa joya que es “El mundo en una gota de rocío” (2000), contando hitos intermedios como “Rastro de caracol” (1977) u “Oficio de sobreviviente” (1980). Estos títulos están articulados por una voz confesional abocada a desentrañar un malestar privado y continuo: el de un hombre que se halla incómodo dentro de la clase social donde nació, que con amargura reconoce las falencias y cobardías que le impiden estar a la altura de las convenciones que su entorno le emplaza (el excelente poema “Estíos / Hastíos” es buen ejemplo de ello), pero que ni siquiera en los tramos en que su vehemencia se hace más violenta renuncia a la lúcida meditación sobre su circunstancia.
La segunda etapa se reabre luego de un silencio de catorce años con “Grito en el agua” (2014), donde, sin abandonar los rasgos temáticos que han vuelto a este discurso distinguible en el concierto de la poesía peruana –el desarraigo, la realidad casi siempre hostil, la certeza ubicua de la derrota personal–, las preocupaciones de Sánchez León cambian hacia aquellas del que ya ha traspuesto la mitad del camino de la vida: la decadencia física, la sombra latente de la propia finitud, la melancolía por lo que pudo ser y no será. Similar talante es el de su siguiente libro, “El habitante del desierto” (2016). En su nuevo poemario, “El tumulto del sueño”, repasa todos estos componentes desde un espacio tan sinuoso como incitante: la memoria visceral.
Esa memoria visceral tiene como correlato objetivo el mar: un océano “sucio y distante” (p. 11) de siniestro rumor, que rememora un “aullido de viola” (p. 27) y cuya turbia condición omnipresente devora todo lo próximo, pues “surge de las alcantarillas” (p. 13) y “baña literalmente mi ciudad” (p. 33). Sánchez León se sube a esa ola cargada de recuerdos y así revisita estancias de su biografía poética temprana, ya degradadas por el inmisericorde paso del tiempo. El poema “La casa del abuelo”, incluido en su libro inicial, resuena en composiciones como “La casa y la piedra” o “Un poco más lejos”: en ellas el añorado domicilio familiar, emblema de una infancia cálida, se reduce a “una tripa larga y oscura donde tuve un techo” (p. 70). La juvenil fijación del autor por el cine también reflota: si su primer texto publicado fue “El poema del pequeño Birgú”, basado en la clásica cinta india “Pater Panchali”, aquí tenemos en “Mujeres de abrigo / Hombres con bota” un implícito homenaje a “Portero de noche”, el trasgresor filme de Liliana Cavani, evocado en la “Erótica fascista / botas altas, gorros, tirantes” en que “reluce la cachiporra y la guardia de asalto” (p. 21).
“El tumulto del sueño” funciona como suerte de libro-síntesis de una experiencia vital y creadora que es revisada no desde la serenidad de la senectud, sino mediante una impúdica causticidad que no se ha amansado ni un poco –“Abre sus piernas” es una muestra pertinente de ello– y que evidencia un desacuerdo con el mundo tan tajante como el que Sánchez León ya había declarado en sus poemarios aurorales. El autor que ha hecho del fracaso un leitmotiv no sabe de claudicaciones. En esa paradoja se sostiene esta poesía aguda y singular.