Diario El Comercio

La crisis que cambió mi vida

- MICHELLE Yeoh Actriz y embajadora de las Naciones Unidas –Glosado, editado y traducido–

ra abril del 2015, yo estaba en Nepal. De repente, sentí que la tierra comenzaba a temblar. Un terremoto mortal devastó el país. Nunca he sentido ese tipo de miedo. Los desastres de tal magnitud causan daños irreparabl­es a aquellos que ya tienen tan poco. Fui testigo de esto cuando regresé para ayudar con los esfuerzos de socorro y como embajadora del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Las crisis no son solo momentos de catástrofe: exponen profundas desigualda­des existentes. Las personas que viven en la pobreza, especialme­nte mujeres y niñas, son las más afectadas. He visto de cerca cómo son a menudo las últimas en regresar a la escuela y en obtener servicios básicos como agua potable y vacunas. Para recuperars­e de un desastre, las necesidade­s específica­s de mujeres y niñas deben tenerse en cuenta en la respuesta humanitari­a. Pero a menudo están en desventaja cuando se trata de esfuerzos de rescate. Sabemos que ellas sostienen sus comunidade­s. Sus voces, liderazgo y plena participac­ión son claves para una recuperaci­ón inclusiva. Esto significa considerar sus necesidade­s, garantizar la igualdad de acceso a la informació­n, oportunida­des de empleo, préstamos y mecanismos de seguro. Tener más mujeres en posiciones de poder conduce a políticas más inclusivas que contribuye­n a la igualdad en todos los niveles. Significa luchar por la tolerancia cero para la violencia e invertir en su educación para garantizar que estén representa­das en los niveles más altos de la sociedad. Reducir la brecha digital es fundamenta­l para cambiar las normas sociales y garantizar que sus voces estén integradas antes, durante y después de un desastre.

Estamos a mitad de camino hacia la fecha límite para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Lo que he aprendido a través de mi trabajo con el PNUD es que esto solo será posible si logramos una verdadera igualdad, especialme­nte en tiempos de crisis.

Tengo 60 años y acabo de ganar mi primer Óscar. Sé algo sobre la perseveran­cia y soy consciente de lo que la sociedad espera de las mujeres. También, de que mi experienci­a no se puede comparar con las de las heroínas que conocí. Pero si puedo hacer algo en este momento de alegría profesiona­l, sería centrar la atención en aquellas que con frecuencia no son reconocida­s: las mujeres que están reconstruy­endo sus comunidade­s, cuidando a niños y ancianos, y poniendo comida en la mesa. Asegurémon­os de que no falten en la sala cuando se toman las decisiones que más las afectan.

“Las necesidade­s de mujeres y niñas deben tenerse en cuenta en la respuesta humanitari­a”.

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