Diario El Comercio

¿Baile eterno?

- JOSÉ CARLOS Requena Analista político y socio de la consultora Público

La presidenta de la República, Dina Boluarte, se encamina a completar su cuarto mes en el cargo, habiendo superado distintos escollos y conviviend­o con fragilidad­esy pasivos que, en otras circunstan­cias y momentos, tumba ron gobiernos .¿ Qué dinámica es la que ha permitido que su administra­ciónse prolongue ?¿ Puede plantearse con certeza una fecha de caducidad para esta?

En cuanto a la dinámica, se han superpuest­o desafíos y ruidos que no terminan de apagarse. Se presencia algo parecido a un bailetón interminab­le y sin gracia, en el que se cambia de ritmo con recurrenci­a, exponiendo a los bailarines a esfuerzos que segurament­e quedarán cortos ante el reto. Como en todo baile, toca pretenders­e diestro en las artes, aunque se carezca del talento para ello.

El Ejecutivo y su tácita alianza con el Congreso, pues, tendrán que enfrentar casi en simultáneo cuatro frentes: la convulsión social, la expectativ­a por el adelanto de elecciones, el desastre que dejan las lluvias y las acusacione­s de corrupción y despropósi­tos, que cada vez se hacen más frecuentes e incómodas.

La convulsión ciertament­e se ha convertido en un tema de segundo orden, al menos en el debate político nacional. Desde hace un mes, se ha convertido en una cuestión regional circunscri­ta a Puno. Si bien no es un asunto menor, es claramente menos apremiante que los picos de diciembre o enero pasados, aunque está lejos de haberse silenciado totalmente, sobretodo por el inmenso pasivo que significa el alto número de bajas humanas.

En cuanto al adelanto de elecciones, este se ha convertido en una demanda huérfana. Si bien las encuestas más recientes presentan un mayoritari­o apoyo( AméricaTV-Ips os, publicada el10/2:92%;IEP, publica da el 26/2: 88%; Datum, publicada el 10/3: 83%), no se identifica un actor que haga suya la presión. En consecuenc­ia, no se dan reacciones ante la clara voluntad del Parlamento de patear la iniciativa. A estas alturas, es virtualmen­te imposible que se tengan comicios este año y menos probable que hace un mes que se realicen el próximo año o el subsiguien­te.

Es en medio de ese escenario que tenía dos temas claramente políticos como protagonis­tas que se inserta un desastre natural en la historia. Comprensib­le mente, la agenda se ha trasladado al drama que significa el impacto de los desbordes en miles de vidas, incluso con bajas humanas. Las autoridade­s vi gentes pueden contar con cierta indulgenci­a y hasta podrían refugiarse en la mala gestión de sus predecesor­es. Pero la impacienci­a pronto puede convertirs­e en una presión adicional.

La corrupción y los malos manejos, finalmente, se instalan como una sospecha que hasta hace unas semanas era monopoliza­da por el gobierno anterior. Al Congreso –que no ha cambiado de composició­n y se ha hecho más impopular–se leve quizás con mayor rigor, producto de la frustració­n que podría estar generando su in sensibilid­ad einmo vil ismo. En el Ejecutivo, cuanto más dure se hace también más vulnerable; en ello confabula el pasado de Boluarte, que saltó a la escena pública de la mano de personajes cargados de grisuras.

Es precisamen­te este último frente el que podría sugerir la respuesta ala pregunta sobrela fecha de caducidad del Gobierno .¿ Está en capacidad de enfrentar estas acusacione­s un gobierno impopular, liderado por quien ejerció un cargo ministeria­l hasta solo unos días antes del fallido golpe de Pedro Castillo?

De hecho, la parsimonia y formalidad con que se removió al comandante general de la policía, Raúl Alfaro, es una señal que debería preocupar a la minoría que preferiría que Boluarte concluya su mandato en el 2026. El caso, por lo demás, debería convencer a la opinión pública en su conjunto de la toxicidad que significó la breve gestión de un mendaz aventurero.

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