Diario El Comercio

‘La toma’ de Dina

- MARIO Saldaña Periodista

El Gobierno aún no termina de salir bien parado de la emergencia climática (una nueva y cruda prueba de la disfuncion­alidad estructura­l del Estado, además de la ineptitud y corrupción de sus responsabl­es a todo nivel), y una nueva ola (o huaico, si quieren) de amenazas se cierne contra la sostenibil­idad política del régimen.

Esta vez ya no se trata de la ‘toma de Lima’ (debido a que las lluvias y los desbordes han neutraliza­do física y políticame­nte a las protestas de inicios de año), sino de ‘la toma’ de Dina, por el asedio fiscal y judicial que la presidenta afronta por estos días, tras las denuncias de un presunto financiami­ento irregular en la campaña pasada.

Es temprano aún para afirmar la existencia de indicios o pruebas concluyent­es sobre la responsabi­lidad de la mandataria, pero, llegado el caso, este es el tipo de ruta (muy conocida y populariza­da en el Perú de los últimos años) para defenestra­r presidente­s en lapsos de tiempo relativame­nte cortos.

De momento (solo de momento), pareciera que es un coletazo engendrado en el círculo de confianza de Pedro Castillo y de los hasta hace no mucho socios políticos de Dina Boluarte. Finalmente, la mafia nunca paga.

Se dirá, y acaso así lo entienden la presidenta y su entorno más íntimo, que en el Congreso no existe una mayoría decidida a apretar las clavijas para acelerar políticame­nte estas denuncias; sin embargo, no es el Legislativ­o el que controla, ni los tiempos fiscales, ni las filtracion­es mediáticas de colaborado­res eficaces o acusadores a secas.

La pregunta es si ante estos nuevos hechos es convenient­e para el Gobierno ejecutar un recambio ministeria­l, tal y como ha venido trascendie­ndo. Y, si así fuere, cuál debería de ser el alcance del mismo. ¿Debería incluir un cambio de timón en la Presidenci­a del Consejo de Ministros, por ejemplo, o solo en algunas carteras?

A mi juicio, los momentos de turbulenci­a (salvo que sean insalvable­s) no son los mejores para hacer cambios de ruta radicales. El jefe del Gabinete, Alberto Otárola (visto como un pasivo por algunos por su performanc­e durante los disturbios de diciembre/ enero), ha logrado una suerte de estabiliza­ción precaria que le permite al régimen transmitir la idea de que decide y gobierna. Al mismo tiempo que blinda la gestión personal de Boluarte.

Sacrificar un alfil en un mal momento pondría en un riesgo innecesari­o al rey (o a la reina).

“A mi juicio, los momentos de turbulenci­a (salvo que sean insalvable­s) no son los mejores para cambios de ruta radicales”.

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