“Hoy, las luchas políticas son ante todo batallas culturales”
Pocas veces en su historia el periodismo cultural ha sido más necesario y más difícil de ejercer. Hoy las luchas políticas son ante todo batallas culturales, disputas por el control del lenguaje y de los relatos que definen identidades colectivas. Tras el eclipse de Marx brilla el astro astuto de Gramsci. Quien domine las superestructuras culturales obtendrá la hegemonía política.
Hay una disputa global por el control de los significados. En ese forcejeo las secciones literarias y artísticas de los periódicos adquieren nueva importancia. Más que nunca, la libertad de pensamiento necesita estos espacios porque otras esferas se han estrechado o desaparecido. Muchas universidades han cedido ante los fanáticos que cancelan ideas en lugar de discutirlas. En el debate atomizado de las redes sociales priman las tergiversaciones y las simplificaciones partisanas. Los medios audiovisuales masivos, codiciosos del rating, siguen las tendencias polarizadoras de las redes.
En este ambiente de nuevas ortodoxias el periodismo cultural puede ser uno de los escasos refugios del arte y del pensamiento libres. Para mantener ese refugio el periodista cultural debería tomar conciencia de las amenazas que lo asedian. Los activistas políticos intentan extender su hegemonía a estos espacios y anular su pluralismo.
En la literatura y en el arte la objetividad es aún más escurridiza que en otros ámbitos. Precisamente por eso la crítica y el reportaje cultural honestos deben ser diversos y plurales. El pensamiento políticamente correcto atasca el flujo de la cultura, empantanándola en dogmas ideológicos y modas académicas. Las páginas culturales de los periódicos deben ser oasis sorpresivos donde siga manando el agua fresca de la libertad intelectual y creativa.