Diario El Comercio

Trazos para el 2026 (II)

- JOSÉ CARLOS Requena Analista político y socio de la consultora Público

Hace algunas semanas, esta columna ensayó algunos trazos con miras a las próximas elecciones generales, que muy probableme­nte tendrán lugar en el 2026 (El Comercio, 18/1/2024). El texto se centraba en aspectos políticos (la oferta electoral, el peso del oficialism­o, las reglas con las que se conduciría el proceso), aunque mencionaba también condicione­s económicas y sociales que podían impactarla.

¿Ha cambiado algo desde entonces? En apariencia, muy poco. Ello, a pesar de las mediáticas­revelacion­es de Jai me Villa nueva que involucran a un amplio espectro de actores de relevancia política o de una mejora cualitativ­a en el Gabinete que lidera Alberto Otár ola.

Hay, sin embargo, varios desarrollo­s que no deben perder sede vista, en los ámbitos económico y social. En primer lugar, estas emanase confirmó que el 2023 fue un año peor aún de lo que se esperaba. ElPBI se con trajo en un 0,55%. Si sirve como referencia, es el peor resultado desde 1998, excluyendo al apande mi a.

Coherente con esta cifra, la pobreza crece. Videnza estima que en el 2023 la pobreza monetaria habría afectado a cerca de un tercio de la población (30,5%), una cifra que se ubica tres puntos porcentual­es por encima de la correspond­iente al 2022 (“Gestión”, 16/2/2024).

Hay, sin embargo, algo de luz al final del túnel. Elmer Cuba, socio de Macroconsu­lt, le dijo a RPP que la naciente gestión de José Arista tendrá mejores vientos. Según Cuba, la economía peruana presentará un efecto rebote debido a la ausencia de los factores externos que causaron la recesión del 2023: la alta inflación, el impacto del fenómeno de El Niño y las protestas sociales. “Esos factores ya no están presentes, van a hacer que los vientos soplen mejor y que la gestión de Arista tenga números en azul pronto, ya desde enero”, refirió (Andina, 14/2/2024).

Con rebote o sin él, en cualquier caso, la economía peruana ha sido muy golpeada en los últimos años, lo que tendrá un impacto tanto en los indicadore­s como en las percepcion­es.

En lo social, es importante reiterar la apremiante situación de insegurida­d, con picos en la capital. Cuando en enero el IEP preguntó sobre el tema, la mitad de los encuestado­s (50%) en todo el país dijo que la situación era “peor” compara da con hace 12 meses, mi en problema nacional que no discrimina niveles tras que poco más de un tercio (35%) indicó queeraigua­l.

En la capital, entre tanto, la percepción negativa sube considerab­le mente: casi ocho de cada diez encuestado­s (78%) creen que la situación es “peor”. Si en Lima reside casi un tercio del país, puede entenderse la ubicuidad mediática del tema.

Debe anotarse que lo que podría ser la línea de base( enero del 2023) no era un paraíso en materia de seguridad. De hecho, el país acababade salir del gobierno de Pedro Castillo, que no tuvo precisamen­te indicadore­s positivos en este rubro (en verdad, en ninguno).

De mantenerse inalterabl­e, este será el telón de fondo de los comicios: un país golpeado en lo económico y acosado por la in seguridad –real o percibida–, con un liderazgo político que se manifiesta incapaz de hacerles frente. Con los cambios en el MEF y en el Minem podría abordarse lo primero, pero lo segundo parece mucho más difícil por la ausencia de un factor fundamenta­l: la voluntad de cambio.

En cualquier caso, la crisis económica y la insegurida­d serán dos temas que buscarán alguna personific­ación muy pronto. Como se sabe, las contiendas electorale­s suelen ser el escenario de ideas disparatad­as: de tentacione­s por la mano blanda para relajar los gastos y mano dura para aplicar la ley. Los candidatos presidenci­al es y con gres al es se pondrán imaginativ­os. Guerra avisa da no mata gente.

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