Diario El Comercio

Ávila y la “democracia híbrida”

- MARIO Saldaña C. Periodista

No es la primera vez que “The Economist” califica al Perú como una “democracia híbrida”. Es un compartime­nto del que nos costará salir. Si bien los esquemas híbridos, según el ránking del semanario, se caracteriz­an por evidenciar rasgos autoritari­os en comparació­n con el `benchmark' de “democracia plena”, no estamos ante el único –y principal– factor. La falta de institucio­nes y la capacidad de ejercer sin límites los derechos civiles son otros elementos que pesan.

Lo he dicho aquí mismo. Se ha iniciado un proceso de transforma­ción progresiva del concepto clásico de democracia, tal y como la estudiamos, aprendimos, aplicamos y por la que luchamos, a partir de diferentes experienci­as del hemisferio occidental, acicateado por los límites y retos que ciudadanos –y opinión pública– expresan en torno de los conceptos tradiciona­les.

La implosión de las redes sociales (con todo lo bueno y malo que ellas traen, especialme­nte los nuevos ecosistema­s de `fake news'), la pandemia del COVID-19 y sus secuelas, la irrupción de la inteligenc­ia artificial, la religiosid­ad y etnicidad, la continuida­d de las guerras, pero, sobre todo, la insatisfac­ción de necesidade­s básicas entre la población, están transforma­ndo lentamente los esquemas políticos típicos para regular la convivenci­a. Ya habrá momento y espacio para regresar sobre esto.

Pero, volviendo al Perú, sobre la carta de renuncia a la Junta Nacional de Justicia (JNJ) del señor Henry Ávila Herrera diríamos que, a su modo, también es un monumento a la hibridez. Al “sí, pero no”. Al “renuncio, pero no por lo que tú crees”.

Porque lo que nadie entiende es que, justifican­do su paso al costado en los dichos del filósofo Jaime Villanueva, en un contexto en el que todos los referidos o niegan su versión o piden corroborac­ión, un miembro de la entidad que suspendió a la señora Patricia Benavides –ex fiscal de la Nación– por esos mismos dichos diga adiós para no afectar a la institució­n, cuyos integrante­s, dicho sea de paso, corren el riesgo de ser destituido­s por el Congreso.

La renuncia “híbrida” de Ávila, más bien, se acerca a una suerte de control de daños promovido por el resto de los integrante­s de la JNJ para evitar ser empujados más cerca de la cornisa. Alguien, segurament­e, le debe haber dicho: “Henry, salta rápido del bote para no hundirnos todos”. Y, a renglón seguido, trajo un escribano de Azángaro para que redactara el monumento antes citado.

“La renuncia de Ávila también es un monumento a la hibridez”.

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