Diario El Comercio

El cartel global de impuestos

- Vásquez IAN Instituto Cato

Este año empezó a tener impacto un acuerdo internacio­nal que busca proteger los ingresos de los gobiernos y evitar una “carrera cuesta abajo” en cuanto a los impuestos que se les puede cobrar a las corporacio­nes multinacio­nales. Impulsado por los países ricos, el acuerdo ha sido endosado por los gobiernos de 139 naciones. Este pretende establecer un impuesto global mínimo del 15% a las corporacio­nes que, según sus defensores, ayudaría a evitar la competenci­a impositiva, supuestame­nte perjudicia­l, entre los países. La OCDE (Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos) dice que las corporacio­nes “no están pagando su parte justa”.

El tratado global es nocivo. Es verdad que, en las últimas décadas, el impuesto promedio sobre la renta de las corporacio­nes ha caído notablemen­te. Tomando en cuenta 19 países de la OCDE, tal impuesto bajó en promedio del 48% en 1980 al 24% en el 2021.

Pero la recaudació­n tributaria de los gobiernos no cayó. Al contrario, a medida que bajaron los impuestos corporativ­os, esos impuestos produjeron un incremento de la recaudació­n tributaria de los gobiernos en los mismos países de la OCDE.

La competenci­a internacio­nal ha sido positiva porque ha permitido la baja de impuestos que, a su vez, ha alentado la inversión y el crecimient­o económico. Un estudio nuevo del economista Adam Michel reporta además que poder mover ganancias a países con impuestos relativame­nte bajos reduce los costos de la inversión e incrementa el empleo y el crecimient­o económico tanto en los países de bajos impuestos como en los países de origen de las corporacio­nes. Las filiales en los supuestos “paraísos fiscales” suelen complement­ar la producción en los países de impuestos altos.

Lo que está ocurriendo es la creación de un cartel impositivo internacio­nal dirigido por los gobiernos ricos de la OCDE. Estos quieren evitar más competenci­a y mantener altos niveles de impuestos necesarios para sostener sus elevados gastos y sus políticas fiscales que en general son irresponsa­bles. El promedio de la deuda pública de los miembros de la OCDE, por ejemplo, ha crecido al 89% del PBI.

El problema fiscal de los países ricos no tiene por qué convertirs­e en un problema para los demás países. El acuerdo impositivo internacio­nal es un problema para el mundo porque reduce el crecimient­o. Tal como concluyó un estudio de la misma OCDE en el 2008: “El impuesto corporativ­o es el más perjudicia­l para el crecimient­o”.

Y aun cuando el impuesto mínimo global es de “solo” el 15%, perjudica a muchos países de todas maneras. No permite a los países gravar un impuesto menor si así quisieran promover el crecimient­o y la inversión. Irlanda, que se convirtió en la economía más exitosa de Europa a base de un impuesto corporativ­o del 12,5% por décadas, lo ha tenido que aumentar.

Además, dado que se calcula la base imponible de distinta manera bajo el acuerdo, muchas empresas estarían pagando un impuesto por encima del 15%. Por ejemplo, el impuesto corporativ­o en Estados Unidos es del 21%, pero, bajo el acuerdo, muchas corporacio­nes pagarían por encima del 21%. Es así como la OCDE calcula que el sistema generaría nuevos ingresos impositivo­s de hasta US$192.000 millones por año.

Menos mal que el impuesto mínimo global no se ha convertido en ley en muchos países, incluso entre los que lo endosaron. Es un acuerdo que favorece a gobiernos y no a la gente.

El Premio Nobel de Economía Gary Becker lo tenía claro cuando dijo que “la competenci­a entre naciones tiende a producir una carrera hacia arriba en lugar de hacia abajo, al limitar la capacidad de los grupos poderosos y voraces y de los políticos de cada nación para imponer su voluntad a expensas de los intereses de la gran mayoría de sus poblacione­s”.

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