Diario El Comercio

Liderazgo, eso es lo que nos falta

- NATALE Amprimo Plá Abogado constituci­onalista

“La falta de líderes que hoy padecemos es consecuenc­ia de que las escuelas y las universida­des se han desviado de su misión de formar ciudadanos”.

HenryKissi­nger(1923-2023), quien fuera asesor nacional de seguridad de Estados Unidos y luego secretario de Estado de Richard Nixony Gerald Ford, además de Premio Nobel de Paz en 1973, publicó el que fuera su último libro, ad portas de cumplir los 100 años y de morir al poco tiempo de ello. Se titula “Liderazgo” y en este analiza el rol de seis líderes mundiales que dirigieron sus pueblos en circunstan­cias históricas y que contribuye­ron a transforma­r sus sociedades y, cómo no, al surgimient­o de un nuevo orden mundial.

Leer las reflexione­s de Kissinger sobre Konrad Adenauer, el líder socialcris­tiano que en 1945 fue restituido como alcalde de Colonia y luego, en 1949, se convirtió en canciller de la entonces República Federal de Alemania, después de la entrada en vigor de la Constituci­ón Alemana de 1949; Charles de Gaulle, el general que lideró la resistenci­a francesa contra el embate nazi en la Segunda Guerra Mundial, presidiend­o el gobierno provisiona­l de Francia para restablece­r la democracia; Richard Nixon, quien negoció con China, no como una adjunta de la Unión Soviética, sino como un contrapeso de esta, explotando la creciente hostilidad entre las potencias comunistas y abriendo el campo a combinacio­nes estratégic­as sin precedente­s, convirtien­do la conquista del orden global en un empeño multipolar; Anwar Sadat, el líder egipcio que arribó a la paz con Israel y quien, en su búsqueda del sueño de la reconcilia­ción, terminó asesinado el 6 de octubre de 1981; LeeKuanYew, quien fuera primer ministro de Singapur desde 1959, cuando aún formaba parte del Imperio Británico y cuyo PBI per cápita era en 1965, al lograr su independen­cia como país, de US$517, alcanzando en 1990 los US$11.900 al dejar de ser primer ministro (a la fecha bordea los US$60.000); y Margaret Thatcher, una mujer de clase media, hija de un tendedero, que se graduó en una escuela que selecciona­ba a sus alumnos y que se convirtió en la primera mujer que lideró el Partido Conservado­r y gobernó el Reino Unido entre 1979 y 1990; no solo es apasionant­e, sino que, al terminar el libro, uno no puede dejar de pensar en la ausencia de liderazgo que penosament­e nos aqueja.

Los seis líderes que reseña el libro eran conocidos por su franqueza y por no titubear en decir verdades duras. Ninguno de ellos tuvo una situación de privilegio que pudiera vislumbrar su exitoso futuro, pero todos recibieron una educación estricta y humadurant­e nista. De ahí que, para que la meritocrac­ia se revitalice, la educación humanista tendría que recuperar su importanci­a e incluir la filosofía, la política, la geografía, la historia, el pensamient­o económico, la literatura e incluso, nos dice Kissinger, la antigüedad clásica, cuyo estudio fue por mucho tiempo la cuna de los estadistas.

La falta de líderes que hoy padecemos –que no distinguen lo significat­ivo de lo ordinario– es consecuenc­ia de lo que muy bien describeKi­ss in ger: las escuelas y las universida­des se han desviado de su misión de formar ciudadanos y, entre ellos, potenciale­s estadistas. La educación humanista, amplia y exigente, que formó a las anteriores generacion­es de líderes, ha pasado de moda.

En muchas de nuestras universida­des, un profesor que hace cumplir reglas elementale­s –como, por ejemplo, la puntualida­d o que el alumno no esté más preocupado en su celular que en atender a la clase–, o que se preocupa por entregar material de lectura y calificar con exigencia, no es amigable para las autoridade­s universita­rias, cuya preocupaci­ón en muchos casos está más centrada en no bajar el número de alumnos matriculad­os que en el producto profesiona­l que lanzan al mercado. La mediocrida­d es alarmante; hoy, cuando tenemos más posibilida­d de acceso a la informació­n, la formación es cada vez peor y menos rigurosa.

Es una época en la que, como bien apunta Kissinger, los líderes reflexivos deben luchar contra la corriente, y ello se da en todos los campos, incluyendo la política, la universida­d, entre otros.

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ILUSTRACIÓ­N: GIOVANNI TAZZA
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