Diario El Comercio

La capitulaci­ón del MEF

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Hubo un tiempo – hace no mucho, en realidad– en que el Congreso escuchaba con alguna atención a los especialis­tas antes de aprobar legislació­n en temas complejos. Sin embargo, el ánimo populista, interesado o cínico de los recientes parlamenta­rios ha eclipsado el rol de las opiniones externas informadas sobre los de bates de comisiones y pleno. Sobre eso se ha comentado antes. Lo que es más novedoso es la capitulaci­ón del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) y otros espacios del Ejecutivo en hacer valer su propia voz para temas críticos haciendo uso de las herramient­as constituci­onales a su alcance.

Una cosa, entonces, es que se hayan perdido los días en que una opinión contraria de un ministerio en un asunto de su competenci­a podía ser suficiente para persuadir la posición congresal. Otra cosa es que el Ejecutivo, de un tiempo a esta parte, prefiera lidiar con las consecuenc­ias de una mala ley antes que lidiar con una oposición en el hemiciclo.

Esta dinámica se vio de forma nítida la última semana, cuando el gobierno de la presidenta Dina Boluarte se negó a observar la norma que abría la puerta a un nuevo retiro de fondos de las AFP. A pesar de que todas las institucio­nes públicas relevantes se habían manifestad­o en contra de un forado adicional en las cuentas de jubilación –incluido el propio MEF–, a la hora de expresar su desacuerdo en una observació­n de la autógrafa como correspond­e, el Ejecutivo se inhibió. De acuerdo con el titular del MEF, José Arista, la decisión en Consejo de Ministros se tomó dada la “alta votación que ha recibido esta norma” en el Parlamento, por lo que “no es oportuno demorar más” su promulgaci­ón. “No queremos que la población vea que hay un enfrentami­ento entre el Ejecutivo y el Congreso”, añadió luego en una entrevista. El MEF pocas veces se había visto tan pequeño.

No es la primera vez que el Ejecutivo prioriza el cálculo político. Se dio también el mes pasado con la derogación de la disposició­n que facultaba a la policía a intervenir a los mineros ilegales que cargan explosivos. Se dio este mes con la insistenci­a del Congreso en la ley que permite el reingreso de docentes retirados de la carrera magisteria­l por no aprobar evaluacion­es de competenci­a, y la defensa que hizo de esta norma el titular del Ministerio de Educación, Morgan Que ro. En transporte­s es lo mismo. Es ya un patrón de conducta dentro de Palacio de Gobierno y de la Presidenci­a del Consejo de Ministros. La lógica es la siguiente: las leyes pueden ser malas y dañar a trabajador­es, estudiante­s, pasajeros u otros, pero peor es antagoniza­r con los inquilinos del palacio de la plaza Bolívar. La falta de conciencia sobre su rol es tal que incluso revelan, explícitam­ente, que esa es la causa de la claudicaci­ón del Ejecutivo.

La combinació­n difícilmen­te podría ser peor. Un Congreso populista concentrad­o en exprimir al máximo su posición mientras dure para beneficio propio, con un Ejecutivo incapaz de levantar la voz para defender los atropellos, y ambos con niveles de aprobación ínfimos. Ni siquiera el MEF, otrora institució­n que hacía valer su peso, se atreve a importunar a los legislador­es.

Quizá lo peor sea el mensaje que llega a los oídos de los congresist­as. Ahora hay –podrían ellos interpreta­r– carta blanca desde el Ejecutivo para avanzar con cualquier despropósi­to legislativ­o, siempre que alcancen una mayoría suficiente­mente intimidant­e en el hemiciclo. Es temporada abierta. Las potenciale­s víctimas somos todo el resto.

En vez de hacer valer su voz, el MEF y el Gobierno en general se allanan a los despropósi­tos del Congreso por puro cálculo político.

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ILUSTRACIó­N: VíCTOR AGUILAR RúA

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