El emperador sin traje
Hasta no hace tanto tiempo, hablar del clima era una forma de romper el hielo. Ahora, cuando hablamos del clima, solemos hacerlo en un tono casi apocalíptico, como si este fuera el fin de los tiempos.
Y entonces un día cae un agua cero. Pero es tan fuerte que al diluvio lo siguen el granizo y las inundaciones. Esto de la sequía, el posible racionamiento, son temas que nos interesan a todos, nos preocupan a todos, nos afectan a todos. Debido a ello, como tantos, celebré que Bogotá volviera a ser fría y gris.
Más allá de que en esta ocasión nos salvemos de un apagón, no tengo ninguna duda de que cada vez más nos quejaremos por exceso o por defecto. Por la sequía o las inundaciones vamos a sufrir de manera creciente, pues no hemos salido de El Niño y ya se anuncia el regreso de La Niña. Mientras aquí sufríamos porque nada que retornaba el invierno, en Dubái cayó en un día la lluvia que reciben en dos años.
Aconsejan los científicos que, ante el cambio climático, lo que hay que hacer es prevenir y mitigar sus efectos, mientras llega el día en que la humanidad logre ponerse de acuerdo en medidas serias para disminuir las emisiones de gases que causan el efecto invernadero. También hay que protegerse y saberse vestir, lo que me lleva a pensar en este gobernante que tenemos los colombianos, uno de cuyos “logros” fue conseguir que decenas de miles de personas usaran su día de descanso para salir a protestar por los errores de un gobierno más empeñado en destruir que en construir, en dividir que en unir.
Para mí, que registro con inquietud lo que pasa con la salud o las pruebas sobre la financiación irregular de la campaña electoral, pocos actos concretos resumen la realidad actual mejor que el decreto que definió al 19 de abril como día cívico. Tremenda contradicción la de Gustavo Petro al querer hacer de su onomástico una fiesta nacional, mientras se recuesta en la demagogia de la igualdad social.
Qué insignificante debe sentirse alguien que enarboló las banderas del progresismo para catalogarse célebre por ley. Qué triste gesto de alguien que habla de “esparcir el virus de la vida por toda la galaxia” y luego no llega a las reuniones que tenía programadas.
Ayer las lluvias en la capital se veían gordas, de un gris plomizo, amenazantes. Pero somos muchos los que ni ayer, ni hoy, ni mañana le tememos al agua. Me identifico con los que poco a poco vamos siendo mayoría, porque yo también ya vi el traje inexistente del emperador. Ese que se sabe a sí mismo tan poquita cosa que tiene que crear un día cívico para reafirmar su importancia personal, para autoconvencerse de que es un rebelde que pasará a la historia. Por favor. Las celebraciones no se decretan, se sienten.
Quizás lo bueno es que con ese gesto ya dejó su desnudez por completo al descubierto. Mala idea estar así, sin ropa, con estas temperaturas que van de un lado para el otro y estos vientos que soplan con fuerza desde la calle.