Diario Trome

PANCHOLÓN Y SU ‘PARCERITA’

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El Chato Matta llegó al restaurant­e por su adobito de chanchito con arroz blanco graneadito y rocotito molido. “María, mi hermano Pancholón me invitó a pasar el Día del Padre con su ‘batería’ seria en un búnker de San Miguel. Cuando llegué, el gordito estaba con sus amigos los abogados del Callao: el goleador Nicolás Sánchez, ‘Kalulo’, Onur, Duffó, Angelito, El Patrón y el catedrátic­o Emilio Mendoza. Era un lugar muy privado y todos los que ingresaban tenían que pronunciar una clave. Yo no le creía a Panchito cuando me dijo que habían contratado a la orquesta N’Samble para una fecha tan especial, pero llegaron sus directores Charles y Sandro para amenizar el rumbón. Pancho me ubicó en su mesa especial, donde la adornaban sendas botellas de whisky etiqueta dorada. Uno se preguntaba por qué el abogado infiel había preparado toda la espectacul­ar celebració­n. Pero cuando vi al mujerón que tenía al costado, lo comprendí todo. Junto a él estaba una colombiana, Estrella, de carita de ángel y figura espectacul­ar. Sus amigos se codeaban y se relamían los labios cuando la miraban. ‘Chato, ¿cómo hace Pancholón para andar con semejantes monumentos?’, me preguntó el goleador Nicolás. En eso retumbó la salsa que le encanta al gordito, ‘Corazón embustero’: ‘...La noche le prestó negro a su pelo, y el mar verde esmeralda a su mirada/ el fuego de su aliento se clavó en mi pensamient­o y después me fue imposible ya olvidarla/ por lo que has hecho yo quisiera despreciar­te, tener valor para poder llegar a odiarte/ pero mi corazón es embustero y miente para no gritar que aún te quiero. Feliz 21 años, Trome...’. ‘Esta canción te la dedico a ti, mi bella parcerita’, le dijo a su colombiana y le metió tremendo chape que dejó con la boca abierta a todos. A Panchito se le habían subido los whiskies y empezó a recordar cuando era el narrador estrella de la radio en los noventa y ganaba miles de dólares. ‘A cada rato viajaba a Colombia a la Copa Libertador­es y siempre en mi cabina de transmisió­n estaba acompañado por una ‘mona’ (rubia) llamada Julieta.

A la ‘paisa’ le encantaba estar conmigo en la cabina. ‘Panchito -me decía-, cuando tú narras se me pone la piel de gallina’. Y no era porque hacía frío en Cali, sino porque mis relatos eran eróticos y en los goles gemía y se transforma­ba en una gatita en celo. Aquella vez tocaron la puerta de mi cabina y entró un monumento de mujer ofreciendo bandeja paisa para comer en el entretiemp­o. No pude con mi genio y me fui de avance’. Pancholón le dijo a la vendedora que se quedara en la cabina. La chica aceptó con gusto, pero Julieta se puso furiosa, le arranchó el micrófono, los audífonos y se los tiró a la tribuna y se agarró con la mujer de las mechas. Hasta se escuchó ‘te mando la moto’. Las cámaras de televisión de Cali captaron esa bronca y Pancho salió en los noticieros y diarios populares: ‘Caleñas se pelearon por narrador peruano’. ‘Esa noche llevé a mi vendedora de bandejas paisa a mi hotel. Allí mi nueva conquista me puso la pistola.

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