Diario Trome

‘Me enteré que estaba embarazada a los cinco meses y medio’

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sCuenta que fue mamá de Ethel a los 17 años, que su madre le enseñaba a pelear en un colch ón para que se defienda de los hombres y cuand o empezó en el café teatr o Efraín Aguilar le dec ía: ¡Bestia, aprende a pronunciar!

Gisela Valcárcel como nunca la habías visto. La ‘Señito’ brindó una entrevista exclusiva al programa ‘La fe de Cuto’ de Trome en la que reveló anécdotas poco conocidas sobre su familia, su infancia en La Victoria y sus inicios en la televisión al lado de grandes figuras como Efraín Aguilar y Analí Cabrera. Además, recordó a su padre, a quien consideró su ejemplo a seguir. Tu nombre es Sonia Mercedes, ¿por qué te cambiaste a Gisela a los cinco años? Cuando entré justo al nido, me sentaron junto a una niña que no me caía bien, me peleé con ella y dije ‘no me vuelvo a llamar Sonia’. Entonces pedí que quería llamarme Mercedes, sin saber que a los meses se iba mudar una mujer llamada ‘Mechita’. Los chicos del barrio me empezaron a hacer leña con Mechita. Decidí tener otro nombre y así estuve por unos meses, no volteaba cuando mi mamá o mi papá me llamaban. Un día, mi hermana compró un diccionari­o pequeño de nombres y leyó el de ‘Giselle’, así que decidí llamarme Gisela, mi padre accedió a ponerme ese nombre. ¿Cómo ha sido tu infancia en el barrio? Parecida a la tuya, excepto que he tenido que pelear con hombres de tu tamaño cuando era chica. Mi mamá tiraba un colchón de paja los domingos en la sala pequeñita que teníamos y nos enseñaba a pelear para que si algún día un hombre nos hacía algo, yo sabía exactament­e dónde tenía que pegar. ¿Qué es lo que más recuerdas de tu barrio? Recuerdo los carnavales, la ‘matachola’, los hombres corrían siempre detrás de las chicas del barrio. Recuerdo a los hombres con una caja de cerveza y sentados sacando la ‘chela’, recuerdo la solidarida­d. Me parece extraño vivir hoy en un edificio en el que no veo a mis vecinos. ¿Cómo eras en el colegio? Era estricta, me encanta serlo, las cosas deben salir bien. He sido educada por una madre bastante estricta, pero ella era la cosa más alegre, como hasta ahorita es, si había que divertirse se divertía, pero si había que trabajar, trabajaba. A muchos les caen mal las normas, a mí dame una norma y soy feliz, me encantan las leyes, hay que respetarla­s y si una ley está mal dada, contra esa ley me revelo pero de buena forma. ¿Qué te viene a la mente cuando te digo pollo a la brasa? Los 18 de cada mes porque cuando mi papá cobraba, compraba un pollo a la brasa o chifa. Recuerdo el pollo a la brasa con camote y papa de los noventas. Creo que no va a volver a haber un pollo a la brasa como el de bolsa, en la caja de tecnopor ya no es lo mismo. También hemos comido ‘muchame’, pero de delfín, unas bestias también nosotros, nadie sabía. Tienes a tu hija Ethel muy jovencita… A los 17 años la traje a la tierra, entendí que no digas nunca de esta agua no he de beber. Tuve un milagro maravillos­o, pero fue difícil. Recuerdo la cara de Ethel lactando el primer día y yo decía ‘te amo’. Me enteré que estuve embarazada a los cinco meses y medio. Apenas mi mamá lo supo en octubre, me salió la barriga, así que yo tuve solamente dos meses de embarazo porque di a luz en diciembre. Mis pantalones eran talla 28, di a luz el 15 de diciembre y el 17 volví a ponerme la talla 28. ¿Es cierto que tu mamá te reemplazó en TV? Los locos productore­s. Cuando yo salí en 1987 jamás hubo vacaciones ni nadie me cambió el sueldo después de los dos años. Entonces, como al cuarto año ya estaba de vacaciones y alguna vez pusieron a mi mamá para que anime el programa, porque creo que fueron dos días. ¿Qué recuerdas de tu padre? Era un ser medio solitario y bastante serio, parco, pero nunca nos levantó una mano. Mi papá me enseñó a dónde debía llegar, hizo que yo vea un poquito más allá. Él me enseñó a comer perfectame­nte y a tener la postura correcta. Él era un líder. A mí me encantaba, era el hombre con el que a mí me hubiese gustado estar, muy bien puesto, una persona instruida, con grados académicos. Él se une por amor a una mujer que no había terminado la secundaria, una mujer de campo. Era un abogado que hablaba tres idiomas o más, que había vivido fuera y que se encandila con esta mujer, se unen estos dos mundos y me traen a mí. ¿Qué te acuerdas de tus inicios en la televisión? Empiezo en un café teatro, me dirige Efraín Aguilar y me acuerdo que me dio la primera mentada de madre en un escenario, me decía: ‘¡Bestia, aprende a pronunciar!’. Decía que tenía voz de pito y de barrio. Me matriculé en clases de oratoria y aprendí a hablar. Luego empecé a trabajar con Tulio Loza que me dio la oportunida­d en ‘La Gran Revista’. Un día supliqué a Lucho Carrizales, director de cámaras, para que me permitiera decir una frase en el show. Tulio me permitió hablar y después me dijo: ‘Mamita, qué lindo lo has hecho’. A partir de ese día me dieron libretos. ¿De qué compañeras te acuerdas? Nunca tuve muchas compañeras, pero sí me acuerdo mucho de Analí Cabrera. El primer libreto que agarro fue el de ella y siempre la recuerdo, era una persona a la que le iba bien, disciplina­da y, mientras avanzaba, yo quería ser como ella. No recuerdo haber tenido muchas amigas, trabajaba mucho. Tenía que llegar a las 11 de la noche, del café teatro a atender a mi hija, a veces la despertaba. Luego volvía a hacer lo que yo era, secretaria. Yo dejo de ser secretaria cuando ya tengo mucho rato en televisión. ¿Cuánto se ganaba en esa época? Un montón de plata, la televisión siempre ha pagado, el café teatro siempre ha pagado un montón de plata. Yo ganaba 19 soles como asistente de secretaria, el sueldo mínimo. En el café teatro, siendo extra, ganaba 250 soles, casi me muero, le compré muchos vestidos a mi hija. Ese dinero viene a ser ahora lo mismo que un sueldo mínimo, pero diez veces más. Yo he visto cobrar en la caja de Panamerica­na los sobres manila llenos. Siempre cuidas tus finanzas… Yo solo tengo una tarjeta, las tarjetas te hacen sentir poderoso, y más si el hombre está solo, tiene a la chica al frente y no ve ni lo que le han cobrado cuando va a comer. Con solo una tarjeta voy por el mundo, vivo bien, sé lo que tengo, sé lo que gasto, lo que regalo, sé cómo administro... pero si no tengo, no gasto. Si no puedo comprarlo al contado, no lo hago.

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