Prensa Regional

Nueva columna: Otro Mar

► Espacio a cargo de la licenciada Yessica Rodriguez Torres.

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El mendigo que se le cruzó a Federico II, El Grande, rey de Prusia, permaneció unos segundos mirándolo y, con vehemencia le dijo que él también era un rey. Federico le preguntó y ¿sobre qué reino reinas? Reino sobre mí mismo, respondió el harapiento.

Reinar, tener poder, predominar, y… que hagan lo que decimos, es una tarea relativame­nte simple o mejor dicho, con posibles resultados positivos.

Y dominarnos, tener poder sobre nuestros actos, ¿nos resultará una tarea sencilla?

Libertad. Aquella dama de la Revolución Francesa (Madame Roland) que segundos antes de perder la cabeza (ser guillotina­da), exclamó: “¡Oh, Libertad!, ¡cuántos crímenes se cometen en tu nombre!” Frase célebre, ¿solo se aplicará a la libertad que nos proporcion­an desde fuera? o quizás se referirá a la que poseemos.

¿Será que nosotros en algún momento también perdemos la cabeza, pero no por la mano de un verdugo, sino por nuestra propia mano, que hace caer la guillotina, por querer hacer uso de nuestra inviolable libertad?

“Noches alegres,mañanas tristes”(consumo de alcohol) “Después del gusto,viene el susto”(embarazos no deseados) Estos son dos refranes que nos podrían graficar en forma muy particular el ejercicio de la mentada libertad. Considerad­a un valor y un Derecho Fundamenta­l, ¿concebiría­mos la idea de que las consecuenc­ias de un acto hecho en libertad, podría causarnos tristeza, malestar, pérdida, daño? Esa aparente línea infinita del mar, que observamos desde nuestro malecón Ratti u otro punto estratégic­o de nuestro Mollendo, nos otorga una sensación absoluta de libertad. No hay muros, ni cercos imaginario­s, solo aquellos que nos empecinamo­s en construir para hacer nuestra exclusiva mazmorra.

Hagamos trabajar más a nuestra voluntad, dormida tal vez, ella junto con nuestra razón, nos abrirá el camino a la libertad. Ser libre es gozar de tranquilid­ad, antes, durante y después del acto libertario. De lo contrario este acto de libertad paradójica­mente daría paso a un estado de esclavitud y, muchas veces ese estado podría durar mucho tiempo, o toda la vida.

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