Prensa Regional

Fruto, más fruto, mucho fruto

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¿Cuántos desean ser más productivo­s y más fructífero­s en la vida? Cuando uno es productivo, se siente más motivado que cuando no lo es. El fruto que das, aunque no comas tú de él como tal, lo estás dando para alguien más. Marcos 11:12-13. Al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre. Y viendo de lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver si tal vez había en ella algo; pero cuando llegó a ella, nada halló sino hojas, pues no era tiempo de higos.

No era tiempo de higos ni tiempo de hojas. La gente que tiene un montón de hojas, pero no tiene nada de fruto es un problema. Esas higueras a Jesús no le agradan. Si vamos a dar hojas, tenemos que dar fruto.

La higuera mide de 4 a 7 metros de altura, tiene hojas poco duraderas, ramas torcidas y encorvadas. La escogen por dos cosas: por su sombra y por su fruto. En otras palabras, se escoge por su servicio. Tenemos que aprender que la belleza no es el fruto que da esa persona, sino que tiene que ser algo que se pueda comer. Hay un proverbio que dice: “La mujer hermosa y sin razón es como un cerdo con un anillo en la nariz”. La verdad, hay mujeres que son hermosas, parecen modelos, pero cuando busca la razón, se nota que tiene un anillo en la nariz.

La razón es la que en parte vivimos en una casa, en una iglesia, y con eso es con lo que tenemos que aprender a vivir, porque toda la belleza se termina.

Juan 15:1-2. Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto lo limpiará, para que lleve más fruto.

Si te das cuenta, al que le dieron el talento se lo quitó y lo mandaron a las tinieblas.

No hay necesidad de llegar hasta ese punto. En la misma tierra, cuando eres negligente, te despiden y ahí es donde se mira mal todo, porque hay que pagar las cuentas.

La primera orden que el Señor dio es de dar fruto, y la segunda fue de multiplica­rse.

Lo primero que el Señor dijo fue: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”.

Di: “Yo soy hecho a imagen y semejanza de Dios”. Lo primero que Dios le habló al hombre fue de su imagen. La Biblia dice que Dios tiene cuidado de todos los cabellos de nuestra cabeza. Creerte semejante a Dios, no es pecado, es reconocer cómo fuimos creados.

Di “Yo soy semejante a Dios, no soy menos que eso”.

Di “Yo llevaré fruto y luego más fruto”. ¿Cómo paso del fruto a más fruto? Cuando tú das fruto, haces lo que la Palabra dice, pero hay otra Palabra que dice lo que tengo que dejar de hacer. La Palabra te poda.

Para pasar de dar fruto a dar más fruto; lo que hay en medio es quitar esas cosas que a Dios no le agradan, que tienes que cambiar. Puedes crecer dando fruto y dejar que recorte la rama.Te tienes que dejar que Dios te pode, que te limpie, y quite lo que no le agrade.

Si no cortas lo que no deja que des fruto, entonces no vas a seguir dando fruto. Termina con lo que no es de Dios, para que puedas dar más fruto.

Juan 15:7. Si permanecéi­s en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.

Cuando tú recibes una Palabra y dices: “No importa si estoy bien, o estoy en crisis, pues esta Palabra permanecer­á en mí sin importar lo que esté pasando”. Cuando permanece esa Palabra, tú llevas mucho fruto. Entonces dice el Señor: “Pedid todo lo que queráis y se os será hecho”. Pedir no es malo, si esto es lo último de la cadena de dar fruto. Pero hay personas que no quieren dar fruto; sin embargo, sí se acercan a los que tienen fruto para que Dios les responda. Uno no puede llevar fruto si no está lleno de la Palabra.

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