Prensa Regional

Trilogía existencia­l

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“A usted que es un desconocid­o, le he hecho esta confesión. No me duele tanto su menospreci­o”.

Hasta para eso son cobardes, para sentir su dolor; o, mejor dicho, el miedo al mal estar. Ellos, los cobardes, quieren estar siempre bien, en una eterna fiesta. Y si el oprobio los enfrenta, se colocan una coraza para no afligirse mucho.

“Yo he denunciado al hombre que me amparó: Yo soy Vincent Moon. Ahora despréciem­e”

En el cuento “La marca de la espada” de Jorge Luis Borges, se descubre de sopetón al traidor.

Este, quiere mitigar la intranquil­idad de su conciencia, causada por el remordimie­nto de su traición; por ello, le pide a su interlocut­or que lo desprecie.

Sin duda, Borges, nos hace una clara imagen de la realidad. Estas personas, bajas, no por su estatura, sino por su proceder, quieren que les cobren, quieren comenzar a recibir el castigo de sus malos actos cuando a ellos les parece. Pobres, están tan cegados por la inquietud de su alma, que creen que así sanearán todo. Desconocen que la vida vendrá por la cuenta cuando ésta lo dictamine.

Como cuando uno cierra los ojos y dice: “¡Pégame, pégame que me lo merezco!”

Eso no es arrepentim­iento, el arrepentir­se pasa por la reflexión del mal obrar; luego, sentir un poco del dolor causado a la otra persona, para finalmente resarcir de alguna forma el daño provocado.

¿Miedo, cobardía, traición? ¿De uno en uno; uno es condición de otro o los tres coexisten en algunos seres humanos?

El miedo es ínsito al hombre y a la mujer. ¿Quién podría afirmar que no siente miedo ante alguna circunstan­cia?

Tengamos en cuenta que sin miedo no hay valentía. Porque es valiente el que aún con miedo, mucho o poco, sale al encuentro de esa situación, con mucho o poco valor, para afrontarla al fin.

Y, ¿quiénes son los traidores? Son los cobardes, aquellos que dejan salir a borbotones su miedo y se hacen cobardes por acción o por omisión.

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