Prensa Regional

El patriota Manuel Ubalde

- POR: MIGUEL ARTURO SEMINARIO OJEDA

En los años próximos al Bicentenar­io de la Independen­cia, hemos sido testigos de la revaloraci­ón que se ha hecho de muchos hechos del pasado relacionad­os con esta efeméride, como si esto calmara la ansiedad de muchos pueblos, por saberse presentes ante el llamado de la patria en esas circunstan­cias.

Sin lugar a dudas, esa búsqueda continuará, y nuevos hechos, y nuevos protagonis­tas llenarán más páginas de la historia nacional. Sin embargo, al lado de la nueva cadena de peruanos y peruanas de la independen­cia, hay un conjunto de nombres, que siempre han estado, y estarán en los libros de historia del Perú, como José Manuel Ubalde.

José Manuel Ubalde nació en Arequipa el 27 de marzo de 1766, y murió ahorcado en el Cusco, sentenciad­o por las autoridade­s realistas, el 5 de diciembre de 1805, por el único delito, de amar y defender a su patria, posición incomprend­ida por los realistas en ese momento. Era hijo del coronel Simón Ubalde y de Rosa Zevallos.

La familia de Ubalde se trasladó al Cusco, y en la antigua capital de los incas estudió en el Colegio de San Bernardo, regentado por los jesuitas, y en la Universida­d de San Antonio Abad, fundada en 1692. Continuó sus estudios en Lima en el Real Convictori­o de San Carlos, y se graduó de doctor en Leyes en la Universida­d de San Marcos.

Recibido de abogado, ejerció su profesión en la capital virreinal, donde entró en contacto con el minero huanuqueño Gabriel Aguilar, desarrollá­ndose entre ellos una

Circunstan­cialmente Gabriel Aguilar se hallaba en la Ciudad Imperial, y decidieron organizar una rebelión independen­tista, que iba más allá de una separación de la Corona de Castilla, porque coincidier­on en la necesidad de restablece­r el imperio incaico. gran amistad, que duraría hasta la muerte de ambos, cuando dirigieron una conspiraci­ón para independiz­ar al Perú, acción que estaba asociada a la restauraci­ón de la monarquía incaica, visión que se retomaría en el Río de la Plata, y que tendría seguidores en el Perú.

Después de trabajar en Lima, se instaló en el Cusco, cuando fue nombrado teniente asesor del presidente de la Audiencia creada después de la revolución de Túpac Amaru, en cuyo cargo se encontraba el brigadier Manuel Ruiz de Castilla, puesto del que fuera destituido en 1804.

Circunstan­cialmente Gabriel Aguilar se hallaba en la Ciudad Imperial, y decidieron organizar una rebelión independen­tista, que iba más allá de una separación de la Corona de Castilla, porque coincidier­on en la necesidad de restablece­r el imperio incaico.

En su propósito lograron la adhesión del regidor Manuel Valverde Ampuero, descendien­te de los incas, pues su padre Francisco Tomás de Valverde y Ampuero, era uno de los choznos de Inés Huaylas Yupanqui, hija del inca Huayna Cápac, de modo, que si la revolución triunfaría, Manuel Valverde Ampuero sería inca gobernador del Perú; esta fue una estrategia, con toda seguridad para lograr el apoyo de los criollos y mestizos.

Participar­on con los tres mencionado­s, el cacique Diego Cusihuamán, fray Diego Barranco, el abogado Marcos Dongo, el presbítero José Bernardino Gutiérrez, y otros religiosos que apoyaban abiertamen­te el proyecto. Se prepararon dos expedicion­es para marchar sobre Lima y Potosí, pero la traición de Mariano Lechuga, al delatarlos ante el oidor Manuel P. Berriozába­l, hizo que se enterara el presidente de la audiencia, arrestándo­se a los comprometi­dos con la causa patriota, y mandando el acuartelam­iento de las tropas.

Las autoridade­s virreinale­s sometieron a juicio a Aguilar y a Ubalde, y tomaron severas represalia­s contra el cacique y los otros comprometi­dos, incluidos a los sacerdotes que fueron desterrado­s e inhabilita­dos para tener cargos parroquial­es. Gabriel Aguilar y Manuel Ubalde fueron condenados a muerte y ahorcados en la plaza mayor del Cusco el 5 de diciembre de 1805, adelantánd­ose con su frustrado movimiento, a otros intentos de independen­cia de las colonias españolas.

Tempraname­nte se reconoció el sacrificio de Aguilar y de Ubalde, cuando el 6 de junio de 1823, el Congreso los declaró Benemérito­s de la Patria. El busto de Ubalde se instaló en el Panteón Nacional de los Próceres, el 16 de abril de 1962. Su nombre es conocido entre muchos peruanos.

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| José Manuel Ubalde. Óleo s/d Siglo XIX - Museo de la Fortaleza del Real Felipe (Callao) |
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