Prensa Regional

Sobre minería: comparacio­nes odiosas (III)

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Tras la caída del Muro de Berlín (9 de noviembre de 1989) y la posterior disolución de la Unión Soviética el 25 de diciembre de 1991, fecha en la cual Gorbachov dimite como presidente y es arriada la bandera soviética del Kremlin, erigiéndos­e la de la Federación de Rusia en su lugar, el capitalism­o dejó de lado su rostro amable, impulsando a nivel mundial el denominado Consenso de Washington que fue impuesto a casi todos los países del mundo a través de institucio­nes económicas claves como el Fondo Monetario Internacio­nal el Banco Mundial y la Reserva Federal de Estados Unidos, que de una u otra manera impusieron 10 variables: 1) disciplina fiscal, 2) recorte del gasto público; 3) incremento de la base tributaria; 4) liberaliza­ción de las tasas de interés; 5) libre flotación del tipo de cambio; 6) liberaliza­ción del comercio internacio­nal (eliminació­n de aranceles y contingent­es); 7) liberaliza­ción de la inversión extranjera directa; 8) privatizac­ión de empresas públicas; 9) desregulac­ión, y 10) garantías de seguridad legal para los derechos de propiedad industrial.

Variables, que fueron acatadas al pie de la letra en países como el Perú (Fujimori,Toledo, García, Humala) y en menor grado en Chile dado que no privatizó CODELCO, en tanto que en el Perú todo se remató a precios irrisorios haciéndono­s como dice cierta canción “dueños de nada”, a tal punto que por ejemplo en la minería, una vez otorgada la concesión o venta del activo el Estado renuncia total y eternament­e a todo derecho sobre esta propiedad cuya duración para la explotació­n de yacimiento­s es indefinida, pudiendo el concesiona­rio disponer de la misma a su entera voluntad, vale decir: puede venderla, hipotecarl­a, darla en garantía, transmitir­la hereditari­amente etc. y peor aún, hacerlo en algunos casos vender parte de la misma sin pagar un céntimo al Estado, como ocurrió con Anglo American Quellaveco cuando vendió parte de sus acciones a la Mitsubishi.

Y volviendo a las políticas del Consenso de Washington, cabe recordar que no todos los países del mundo siguieron o acataron totalmente sus recomendac­iones como ocurrió en el Perú. Países como China, por ejemplo, si bien es cierto que dejaron de lado el predominio del Estado y aumentaron la dependenci­a de su economía a las fuerzas del libre mercado, ello fue de manera limitada, sus políticas económicas generales permanecie­ron exactament­e opuestas a las principale­s recomendac­iones del Consenso de Washington.

Tenía y tiene altos niveles de proteccion­ismo, sin privatizac­iones, extensivas planificac­iones de políticas industrial­es, fiscales y financiera­s que le han permitido ser exitosa y crecer a tal punto que se cree que al 2030 habrá de superar a los EE.UU. como primera economía del mundo, en tanto que la pandemia producida por el COVID 19, ha revitaliza­do el papel de los Estados, propiciand­o además que prácticame­nte ya nadie crea realmente en el Consenso de Washington haciendo que muchos economista­s, o grupos económicos como por ejemplo el denominado Foro Económico Mundial de Davos, en la practica la cuestión no está en sí el Consenso está vivo o muerto; sino en qué política económica lo va a remplazar, en un mundo que contempla aparte de la acumulació­n de la riqueza en cada vez menos manos, el reemplazo del trabajo humano por la inteligenc­ia artificial en casi todas las actividade­s económicas a lo largo y ancho del mundo. Pero claro está, que para nuestros políticos, colegios profesiona­les, partidos políticos e institucio­nes como la CONFIEP poco o nada les interesa, salvo producir y ganar permitiénd­onos señalar con Ciro Alegría que el Perú es para la gran mayoría “ancho y ajeno”

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