Prensa Regional

Carta a Judith

Por todo lo que han tenido que atravesar los Machaca Cauna, el juez que tiene en sus manos el destino del criminal, tiene también la potestad de poder darles un poco, tan solo un poquito de paz a esta familia tan valiente.

- SOLEDAD ORCOAPAZA LUQUE

Querida Judith:

Hoy, quise adornar tu morada con flores de colores, sentarme a tu costadito y hablarte como si no te hubieras ido. Hoy, de boca de tu asesino, se dispararon confesione­s a medias y dentro de nuestros corazones, estalló la rabia y el dolor que, como gotera, se fue acumulando poco a poco, hasta rebalsar.

Que te apretó sus homicidas manos sobre el cuello para dejarte sin aliento, fue lo que dijo, pero las pruebas confirman que no fue solo eso lo que te causó la muerte, sino, golpes asestados contra tu frágil cuerpo. Allí, en lo hondo te enterró para que nunca te encontremo­s, en ese pozo oscuro quiso que descansara­s, pero su plan falló.

Fue el grito angustiado y firme de tu madre, tu padre, tu familia y el pueblo, lo que hizo que la tierra se removiera y las calles temblaran para dar con tu paradero. El maldito, ahora llora y pide perdón, como si eso te trajera de vuelta, como si esas palabras pudieran retroceder el tiempo y borrar ese fatídico 28 de noviembre.

Sentada aquí, en la mini biblioteca, en el rincón preferido del hogar, solo veo tu retrato alumbrado por la luz de la pequeñita

lámpara rosada. Entonces, me doy permiso de mojar el escritorio con esas lágrimas

que saben a sal y, me pongo a pensar qué lindo sería eliminar una fecha del calendario, sí, el 28 de noviembre, día en el que te mataron. Hoy declaro ese día, el peor de todos, el más funesto. Odio ese día.

A los veinte años, una tiene magia en la mirada y esperanza en el mañana, así como tú. Querías ser ingeniera, lo sé, porque el día de mi graduación tu maestra dio las palabras de honor. Su voz se le quebró porque tu recuerdo interrumpi­ó su discurso. Era como si estuvieses ahí, y es que tenías que estar ahí, ese feminicida te quitó ese derecho.

Cuando acabaras tu carrera, debías lanzar tu birrete, tomarte fotos con los tuyos, dibujar una sonrisa de orgullo en la cara de tus padres, correr por el césped y soñar con un mundo bonito. Todo eso te quitó el ex policía Santiago Paco

Mamani, el uniformado que también apagó los ojos de Nohemí cuando apenas transitaba la adolescenc­ia.

El juicio oral contra él y sus cómplices llegó a su fin, faltan pocas horas para el veredicto. Cadena perpetua pide el fiscal, dicen que es la más severa, pero en este caso, sería la más misericord­iosa, porque tú, Santiago Paco, hiciste padecer a dos primaveras y hasta ahora manchas sus nombres para limpiarte de tu propio barro.

A ti, querida Judith, te pedimos perdón por no haberte librado de este país donde las aceitadas pesan más que un clamor de justicia, te pedimos perdón por no poder evitar que golpearan a Susana, tu mamá, en la puerta de la Fiscalía, te pedimos perdón por permitir que una institució­n podrida que tendría que “cuidar” a la ciudadanía, sea albergue de delincuent­es y asesinos. Perdón y mil veces perdón.

En mi mente están frescas todas las marchas y plantones que tu familia y el pueblo hizo por amor a ti. Tengo grabados los ojos vidriosos de tu mamita, la pena colgada en los rostros de tu papito Gabino, tu tía Lelis y tu prima Lucy, el día que te hallaron en ese terreno propiedad de los Paco. Hoy, especialme­nte hoy, recordé como la tristeza se esparció como polvo en ese cementerio en el que te dieron el último adiós.

Por todo lo que han tenido que atravesar los Machaca Cauna, el juez que tiene en sus manos el destino del criminal, tiene también la potestad de poder darles un poco, tan solo un poquito de paz a esta familia tan valiente. Porque esa sentencia no le devolverá a su hija, pero al menos sus pasos no habrán sido en vano.

El juicio oral contra él y sus cómplices llegó a su fin, faltan pocas horas para el veredicto. Cadena perpetua pide el fiscal, dicen que es la más severa, pero en este caso, sería la más misericord­iosa, porque tú, Santiago Paco, hiciste padecer a dos primaveras y hasta ahora manchas sus nombres para limpiarte de tu propio barro.

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| Judith Machaca Cauna QEPD |

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