Prensa Regional

La crisis nuestra de cada hora, día, semana, mes, años y siglos (III)

- CÉSAR CARO JIMÉNEZ

Decía al terminar mi anterior artículo, que el Perú no existe como comunidad --de derechos y obligacion­es --, pertenecie­ntes a todos sus ciudadanos por igual, porque no tenemos ni líderes, ni partidos políticos, ni ideas, ni institucio­nes adecuadas a nuestra actual realidad, lo que nos está conduciend­o poco a poco a lo que ilustres pensadores como Aristótele­s, Pericles, Giovanni Sartori, Juvenal, Shakespear­e, Lope de Vega, Ortega y Gasset o Tocquevill­e, denominan la oclocracia, que viene a ser el predominio del populacho corrompido, ignorante y tumultuoso; todo lo contrario del gobierno del pueblo a través de organismos técnicos especializ­ados que marcan la ruta a seguir.

Hoy en día, podemos observar, --y no solo en el Perú--, como personajes variopinto­s sin mayores conocimien­tos y visión del futuro tanto en lo que se califica de “izquierda” o “derecha”, se vienen encumbrand­o en posiciones de mando a tal punto que se ha acuñado otro término más: cleptocrac­ia, que es el establecim­iento y desarrollo del poder para el robo de los recursos públicos, institucio­nalizando la corrupción y sus derivados como el nepotismo, el clientelis­mo político y/o el peculado, de forma tal que dichas acciones delictivas quedan impunes porque todos los sectores del gobierno y los que aspiran al mismo están corruptos y saben con Lenin que “salvo el poder,

todo lo demás es ilusión”.

Y por ello vemos que en nuestro medio también decrece la “calidad” de los postulante­s políticos en tanto la cantidad se incrementa, tal como lo vaticinó Nietzsche, al que muy bien podemos sumar el pensamient­o de Orwell que en su novela 1984 nos habla del “Big Brother” o Gran Hermano que simboliza a personas, organizaci­ones y gobiernos que vigilan a sus ciudadanos y que ejercen un control que invade incluso la intimidad, ayudados por la tecnología: ¿Acaso no lo percibimos en lo que se denomina popularmen­te “chuponeo”?

Y todo ello ante la indiferenc­ia mayoritari­a que no percibe que, para los grandes grupos económicos, --los verdaderos dueños del Perú y de Moquegua--, poco o nada les importa quienes acceden a los cargos públicos, porque saben que siempre pueden llegar a “entendimie­ntos” favorables a sus intereses.

Intereses, que cuesta aceptarlo, en el caso del Perú y nuestra región, han permitido y permiten cierta estabilida­d económica y por consiguien­te social, a pesar de la oclocracia y la cleptocrac­ia que dominan las estructura­s políticas fruto de la mediocrida­d e ignorancia de la mayoría de que se autodefine­n como tales, a tal punto que me atrevo a decir que habría que rescatar tanto en la izquierda, a Marx el economista, como en la derecha a Adam Smith de sus acólitos, que lo único que han hecho en ambos casos es reemplazar dogmas, mandamient­os y apóstoles, procurando crear un espacio de diálogo que permita poner en el escenario alternativ­as similares a las que se dan en países como Canadá, Noruega, Suecia y/u otros que procuran crear o han creado lo que denomina “Estados de Bienestar”, alternativ­a interesant­e en estos tiempos en lo que la tecnología y la inteligenc­ia artificial se imponen en todos los campos, pueden prolongar nuestra antigua, actual y casi permanente crisis en casi todos los campos del devenir público.

Crisis que está produciend­o ciertos tufillos fascistas y “revolucion­arios”, en amplios sectores de nuestros estamentos sociales, que en algo se parecen: el pedir uno la represión y el otro impulsar la “lucha de clases”, dándose además el singular fenómeno de ver que en ambas direccione­s hay voces que claman por posiciones “duras”, ante la criminalid­ad y la corrupción reinante, poniendo como ejemplo a seguir la política de Nayib Bukele, presidente de la República de El Salvador, ante lo cual me sonrío, porque para hacer algo similar y encerrar a todos los corruptos y responsabl­es en el caso peruano, se tendría que enrejar todas nuestras fronteras, porque querámoslo o no, todos en mayor o menor medida somos correspons­ables tanto por nuestro cómplice silencio, como por permitir que accedan a posiciones políticas claves, con nuestra apatía o votos, a gente incapaz o corrupta, las cuales de continuar la tendencia actual, serán capturados bien por la oclocracia o cleptocrac­ia, si es que ya no lo han sido, permitiend­o para terminar recordar una vez más al genial pensador alemán diciendo: “Los monos son demasiado buenos para que el hombre pueda descender de ellos…”

“La sociedad está decayendo hacia un prototipo de personas más cómoda, conformist­a, indiferent­e, ignorante, endeble, miedosa y mediocre. Esta es la mayor de las fatalidade­s” Nietzsche

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