Primero la gente
Liderar es fácil cuando las circunstancias no complican grandemente el escenario. Dirigir se convierte en tarea ardua cuando las condiciones son complejas y las soluciones de otros tiempos resultan insuficientes para enfrentar con éxito los nuevos retos del País.
Nos vemos obligados a idear nuevas rutas y a tomar decisiones -muchas veces difíciles- pero que nos pueden encaminar a aquello que es necesario poner en marcha cuando nuestras lealtades y prioridades están claras.
Para un servidor público comprometido con el bienestar de sus conciudadanos, tales lealtades y prioridades son inconfundibles: primero la gente, segundo la gente y tercero la gente. La gente de carne y hueso, enfrentada a las dificultades de vivir y marcada por un clima de tensión y desasosiego que nos consume. La gente de carne y hueso, convocada a diario por familiares y amigos a dejar el País y buscar suerte en otras tierras, pero que eligen mantenerse dando la pelea en nuestra Patria. A esa gente fue a la que el Partido Popular Democrático de Luis Muñoz Marín, diseñando nuevo caminos hacia viejos objetivos, le prometió y le acompañó a construir un país diferente, más digno, menos injusto y más generoso en sus posibilidades.
Si nuestro compromiso como servidores públicos sigue siendo -como debe seguir siendo- con la gente, no podemos, por apagar fuegos o dejarnos distraer por las próximas elecciones, perder de vista lo verdaderamente importante: hay coyunturas en las que las actitudes reactivas, la repetición de fórmulas exitosas en otros lugares no necesariamente adecuadas en el presente, y la articulación torpe, no dialogada, terca y accidentada de opciones, no le sirven bien a la gente. Y nos exige atrevernos a ir más allá.
Y al mirar más allá no podemos permitir que ciertos modos de ejercer el liderazgo institucional nos exijan lealtad a unas decisiones que son malas para la gente.
La lealtad es a la gente, no a los caprichos o a la ceguera que pone en riesgo la viabilidad y pertinencia institucional. Por eso mi padre, William Miranda Marín, quien me educó por 46 años en vida y aún continúa haciéndolo, decía que si las instituciones dejan de servirle bien al País, había que ser fieles a ideales como los muñocistas y elegir el camino de la ruptura ante la ruta equivocada. Muñoz Marín, cuando vio que era momento de elegir la ruptura, lo dijo de manera contundente: quédense con sus insignias, que yo me quedo con el pueblo.
Estamos a tiempo para volver al diálogo coincidente en el batey. Estamos a tiempo para dejarnos guiar por la brújula ética de la lealtad al pueblo. Estamos a tiempo para enmendar errores y honrar dignamente el legado generoso del Partido Popular Democrático de Puerto Rico.