El Nuevo Día

Primero la gente

- Wlliam Miranda Torres Alcalde de Caguas

Liderar es fácil cuando las circunstan­cias no complican grandement­e el escenario. Dirigir se convierte en tarea ardua cuando las condicione­s son complejas y las soluciones de otros tiempos resultan insuficien­tes para enfrentar con éxito los nuevos retos del País.

Nos vemos obligados a idear nuevas rutas y a tomar decisiones -muchas veces difíciles- pero que nos pueden encaminar a aquello que es necesario poner en marcha cuando nuestras lealtades y prioridade­s están claras.

Para un servidor público comprometi­do con el bienestar de sus conciudada­nos, tales lealtades y prioridade­s son inconfundi­bles: primero la gente, segundo la gente y tercero la gente. La gente de carne y hueso, enfrentada a las dificultad­es de vivir y marcada por un clima de tensión y desasosieg­o que nos consume. La gente de carne y hueso, convocada a diario por familiares y amigos a dejar el País y buscar suerte en otras tierras, pero que eligen mantenerse dando la pelea en nuestra Patria. A esa gente fue a la que el Partido Popular Democrátic­o de Luis Muñoz Marín, diseñando nuevo caminos hacia viejos objetivos, le prometió y le acompañó a construir un país diferente, más digno, menos injusto y más generoso en sus posibilida­des.

Si nuestro compromiso como servidores públicos sigue siendo -como debe seguir siendo- con la gente, no podemos, por apagar fuegos o dejarnos distraer por las próximas elecciones, perder de vista lo verdaderam­ente importante: hay coyunturas en las que las actitudes reactivas, la repetición de fórmulas exitosas en otros lugares no necesariam­ente adecuadas en el presente, y la articulaci­ón torpe, no dialogada, terca y accidentad­a de opciones, no le sirven bien a la gente. Y nos exige atrevernos a ir más allá.

Y al mirar más allá no podemos permitir que ciertos modos de ejercer el liderazgo institucio­nal nos exijan lealtad a unas decisiones que son malas para la gente.

La lealtad es a la gente, no a los caprichos o a la ceguera que pone en riesgo la viabilidad y pertinenci­a institucio­nal. Por eso mi padre, William Miranda Marín, quien me educó por 46 años en vida y aún continúa haciéndolo, decía que si las institucio­nes dejan de servirle bien al País, había que ser fieles a ideales como los muñocistas y elegir el camino de la ruptura ante la ruta equivocada. Muñoz Marín, cuando vio que era momento de elegir la ruptura, lo dijo de manera contundent­e: quédense con sus insignias, que yo me quedo con el pueblo.

Estamos a tiempo para volver al diálogo coincident­e en el batey. Estamos a tiempo para dejarnos guiar por la brújula ética de la lealtad al pueblo. Estamos a tiempo para enmendar errores y honrar dignamente el legado generoso del Partido Popular Democrátic­o de Puerto Rico.

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