El Nuevo Día

Difícil de lograr la transparen­cia

Puerto Rico y países de América Latina recurren al financiami­ento público de campañas para reducir el inversioni­smo político El sistema no es a prueba de corrupción debido a la debilidad de los organismos fiscalizad­ores y la presencia de donativos privado

- Rut N. Tellado Domenech rtellado@elnuevodia.com Twitter: @rut_tellado

La transparen­cia ha resultado ser una meta difícil de lograr cuando se trata del financiami­ento de las campañas políticas en Puerto Rico y América Latina. Esto, a pesar de que se inyectan fondos públicos a los partidos con el fin de reducir el uso de aportacion­es privadas, y de que se cuenta con entidades fiscalizad­oras.

“Esa siempre es la razón que motiva el financiami­ento mixto: eliminar o disminuir la influencia del donativo privado en las decisiones gubernamen­tales”, sostuvo Manuel A. Torres Nieves, contralor electoral de Puerto Rico, para resaltar la importanci­a de que el Estado utilice parte de su fondos en los partidos políticos y sus candidatos.

Pero la amenaza que pudiera ejercer un donante sobre un funcionari­o continúa latente, pues el financiami­ento privado de las campañas políticas sigue vigente. “Se evaluó el financiami­ento público total, pero se entendía que iba a ser alto el costo de financiar todas las candidatur­as”, apuntó Torres Nieves. Por eso, actualment­e solo las colectivid­ades políticas y los candidatos a la gobernació­n reciben fondos públicos.

Ese dinero del gobierno ha resultado útil para poder establecer límites a los donativos privados, dijo el contralor electoral al recordar una decisión del Tribunal Supremo de Estados Unidos. En el caso Buckley v. Valeo se determinó que tiene que haber financiami­ento público para poder poner límites a las aportacion­es privadas sin violar el derecho constituci­onal a la libertad de expresión.

Torres Nieves aseguró que a pesar de que solo se aplica este mecanismo a partidos y a candidatos a gobernador, “esto nos da herramient­as de poder llegar a tener acceso a informació­n y reglamenta­r los actos de esos candidatos, lo que es esencial para evaluar el resto de los donativos”.

Sin embargo, la Isla cuenta con menos garras para controlar el inversioni­smo político desde diciembre pasado, cuando cambios aprobados a la Ley para la Fiscalizac­ión del Financiami­ento de Campañas Políticas quitaron el límite al número de candidatos a los que una persona le puede donar el máximo de $2,600.

Antes la ley establecía que la suma

de las aportacion­es de un donante no podía exceder los $12,500 a todos sus candidatos, lo que se conoce como el límite en agregado. Ahora, un donante puede aportar hasta $2,600 por candidato, sin límite de aspirantes de un partido o a un grupo de candidatos de diferentes partidos.

La ley fue enmendada a raíz del caso McCutcheon v. Federal Election Commission, en que el Tribunal Supremo de Estados Unidos decidió que no se puede limitar a la cantidad que un donante puede contribuir en total a todos los candidatos o comités, ya que hacerlo coartaría el ejercicio de los derechos constituci­onales a la libertad de expresión y asociación.

“El Tribunal Supremo de Estados Unidos ha tomado decisiones que han abierto el espacio al dinero privado alegando que la libertad de expresión no se debe afectar. Todas esas determinac­iones aplican a nuestra jurisdicci­ón”, dijo el contralor electoral, cuya oficina está a cargo de fiscalizar y auditar el financiami­ento de las campañas políticas.

SISTEMAS MIXTOS. Varios países de América Latina, al igual que Puerto Rico, combinan fondos públicos y privados para financiar las campañas electorale­s, las operacione­s de los partidos o ambas cosas, de acuerdo con informació­n suministra­da por medios de comunicaci­ón que pertenecen al Grupo de Diario América (GDA). En lo que se distinguen es en como aplican el sistema.

En naciones como Colombia, Argentina, Brasil, Uruguay, Chile y Costa Rica, se utiliza el número de votos obtenidos en las elecciones anteriores para determinar la cantidad de fondos públicos a otorgar.

Por ejemplo, en Uruguay, el Estado aporta a los partidos una partida anual equivalent­e al valor de 45 centavos por cada voto obtenido en la última elección nacional. Además, cada colectivid­ad recibe $10 por cada voto válido a favor de su candidato presidenci­al.

En Costa Rica, el gobierno realiza un aporte cuatrienal a las colectivid­ades que obtuvieron más del 5% de los votos en las elecciones generales.

Mientras, el Consejo Nacional Electoral de Colombia fija un precio a pagar a los partidos políticos por cada voto que obtengan. El precio varía: es uno para las elecciones presidenci­ales y otros para el Senado, la Cámara, las gobernacio­nes y las alcaldías.

En Chile, se otorgan fondos estatales a los candidatos después de los comicios, a modo de reembolso, que depende del número de votos obtenidos.

El contralor electoral indicó que en la Isla, “en el proceso de enmiendas a la Ley para la Fiscalizac­ión del Financiami­ento de Campañas Políticas se evaluó la posibilida­d de incluir este tipo de financiami­ento por voto obtenido”. En cambio, se optó por establecer un fondo en el que no importe la cantidad de votos obtenidos.

Para los gastos de campaña de los partidos y candidatos a gobernador, la ley de Puerto Rico dispone que estos podrán obtener hasta $5 millones en donaciones y $5 millones en pareo gubernamen­tal. También hay un fondo voluntario al que se tiene que aportar $250,000 en donativos (que serán pareados a razón de 4 a 1) para acceder a $1 millón en dinero público.

ESCÁNDALOS. Pese a que Puerto Rico y naciones de América Latina han establecid­o el financiami­ento público para disminuir donativos privados que puedan redundar en inversioni­smo político, los escándalos no han dejado de aflorar.

Un ejemplo es el caso Petrobras en Brasil, donde se desviaron cerca de $4,000 millones en “propinas” a par- tidos políticos y negociados ilegales con las mayores constructo­ras de la nación sudamerica­na. Así ocurrió aun cuando las leyes brasileñas, distinto a Puerto Rico, prohíben los donativos anónimos.

En México, el GDA resaltó el caso “Pemexgate”, en que la petrolera estatal Pemex realizó una aportación no reportada de $50 millones al Partido Revolucion­ario Institucio­nal, lo que le costó una multa de $100 millones. Esto a pesar de que la nación privilegia constituci­onalmente el financiami­ento público sobre el privado para hacer frente a intereses corporativ­os o del crimen organizado.

En la Isla, una de las controvers­ias más recientes fue en la que se levantó bandera sobre las peculiares circunstan­cias en que se mudaron las instalacio­nes del Centro de Servicios al Conductor de Carolina (Cesco) del edificio donde había estado durante años a otro con un mayor costo mensual de alquiler y cuyo propietari­o es hijo del recaudador del Partido Popular Democrátic­o (PPD), Juan ‘Johnny’

Crespo Ramos. Al respecto, la consultora argentina

Delia Ferreira, miembro del consejo directivo de Transparen­cia Internacio­nal -organizaci­ón con presencia en 100 países que promueve medidas contra crímenes corporativ­os y corrupción política-, señala que el aumento de fondos públicos destinados a las campañas políticas “no está blindado, este sistema, a la corrupción”.

DEL DICHO AL HECHO. Agregó que uno de los principale­s problemas de América Latina en este tema es la debilidad de los órganos fiscalizad­ores. “Si usted tiene que marcar una tendencia en la región, yo diría que tenemos un buen nivel de regulación en líneas generales, pero un mal sistema de aplicación de esas reglas de control y sanción a los incumplimi­entos. Hay una gran brecha entre lo que dice la norma y la realidad”, manifestó Ferreira al GDA.

“Hay que fortalecer los órganos de control, y eso significa tres cosas indispensa­bles: independen­cia política, capacidad -esto es, presupuest­o, personal, dotación de tecnología, etcétera- y competenci­as jurídicas adecuadas. Sin esas tres condicione­s, los organismos de control no pueden funcionar”, sostuvo la consultora.

En reacción a esto, el contralor electoral resaltó que su nombramien­to y el del subcontral­or son a 10 años, lo que los separa de los vaivenes políticos y les da independen­cia. Agregó a pesar de que su oficina ha sufrido una reducción total de $1 millón a su presupuest­o en los últimos dos años, “tenemos mayor capacidad tecnológic­a y hemos duplicado la cantidad de auditores (de 12 a 25)”.

Esa capacidad tecnológic­a ha permitido que las colectivid­ades radiquen sus informes de ingresos y gastos electrónic­amente, lo que agiliza los procesos de fiscalizac­ión. Tener más auditores ha redundado en poder usar las redes sociales y visitar pueblos de la Isla para comprobar la informació­n sometida en los informes.

En aras de lograr la transparen­cia, Colombia también se ha valido de la tecnología. Su Consejo Nacional Electoral cuenta en su página web con una sección llamada “Cuentas Claras”, en donde los candidatos deben registrar sus ingresos y gastos de campaña.

“Con la radicación electrónic­a hay más transparen­cia porque facilita la búsqueda de informació­n, pero aún queda camino por recorrer”, sostuvo Torres Nieves. “Los informes no son públicos a través de la Internet, aunque sí están accesibles en nuestra oficina”. Habría que enmendar la legislació­n vigente para que cada elector pudiera acceder los documentos desde sus casas, concluyó.

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