Uso responsable del agua dada la sequía
Con la ampliación desde este miércoles a 48 horas de los periodos de racionamiento del servicio de la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados, la ciudadanía está llamada a redoblar la disciplina y el sentido de responsabilidad en el consumo de agua, tan
Más aun cuando los afectados ya sobrepasarían con creces los 160,000 clientes de la zona metropolitana de San Juan que se sirven del embalse Carraízo, la puesta en vigor de la segunda fase del racionamiento incluirá también a pueblos de este, aunque en principio por periodos más breves.
Pero, como hemos sostenido, la crisis de abastos de agua que afecta al País, ahora en gran medida debido a la insuficiencia de lluvia, es provocada también por otros factores menos obvios a los que los sucesivos gobiernos no han prestado la atención debida.
Hace tres años, el director ejecutivo de la AAA, Alberto Lázaro, entonces a cargo de infraestructura en la corporación, pronosticaba que Puerto Rico no debería tener problemas de abastecimiento de agua potable en los siguientes 25 años, a pesar de la pérdida del 60% del líquido. Descansaba su pronóstico en la disminución de la población según del Censo, así como a la existencia de recursos suficientes de agua por el régimen de precipitación y las escorrentías.
Con un promedio de 55 a 80 pulgadas de lluvia anuales, la producción de agua de las 127 plantas de filtración y 358 pozos se estimaba en 2012 en 640 millones de galones diarios, de los cuales se perdían 380 millones de galones sin que ello hiciera mella en los abastos, según los cálculos de Lázaro.
Hoy sabemos que el déficit en las precipitaciones, sumada a la pérdida de agua por roturas y hurto, tiene bajo este severo plan de racionamiento a los abonados del embalse Carraízo y amenaza igualmente a los que se sirven del embalse La Plata, así como a los clientes del lago de Cidra.
En el 2011, la AAA anunció una asignación de fondos para dragar Carraízo, una operación que no se realiza desde mediados de la década de los noventa. Por una u otra razón, el dragado no se hizo y ahora algunos funcionarios sostienen que de todos modos no contribuiría gran cosa a resolver el problema.
Hace 12 años, la entonces directora asociada del Departamento de Ingeniería Civil y Agrimensura del recinto de Mayagüez de la UPR, doctora Ivonne Santiago, en un artículo sobre la falta de atención que se le prestaba al problema de las sequías, comparaba nuestra situación con la de El Paso, Texas.
Decía la doctora Santiago que cuando ocurrió la sequía severa que afectó a Puerto Rico entre 1993 y 1994, la precipitación anual promedio fue de aproximadamente 24 a 85 pulgadas anuales. “Cuando comparamos esa precipitación anual promedio con la de El Paso, Texas, de 8.6 pulgadas anuales, en donde en los últimos años nadie ha hablado de racionamiento, es natural preguntarse, ¿y toda esa lluvia, a dónde fue?”, planteó la experta.
Su respuesta de entonces, que parece encajar perfectamente con la situación actual del País, es que independientemente de la cantidad de lluvia que caiga, la infraestructura pluvial para embalsar el agua es, “con algunas excepciones, altamente inadecuada o inexistente, y de dudosa efectividad”.
De 1965 a 1995, el consumo de agua en Puerto Rico subió de 58 galones per cápita a 122 galones per cápita, mientras que la capacidad de almacenamiento de agua se redujo en un 53%, casi a la mitad, en ese mismo período.
Si esa era la realidad entonces, y Carraízo no se draga desde mediados de los noventa, ¿cuánto más habrá bajado su capacidad de almacenamiento?
Por eso es urgente que, a la vez que se atiende con racionamiento, oasis, disciplina y vigilancia la emergencia de esta coyuntura, se empiece a desarrollar, y más aún se ponga en vigor, una estrategia para el manejo de los abastos de agua, así como para atender las sequías.
Insistimos. Las acciones tienen que trascender emergencias.