El Nuevo Día

Esas llamadas “psycho”

- Escribe a caramia@elnuevodia.com

Treinta y cinco y paré de contar. Que no es la edad de mi amiga. (No diré nombre.) Tampoco las libras ganadas ni perdidas. Me refiero al número de llamadas que le hizo en un día al ex jevis en menos de una semana del rompimient­o. No exagero, las conté en su celular cuando intenté ahogar el aparato en el lavamanos. El detalle es que entre llanto y gritos desesperad­os suplicó que si lo ahogaba tendría que pagar un dineral a la compañía de telefonía celular porque el seguro no le cubre esos “accidentes”.

Caramba, ¿cuándo los genios de la telefonía celular diseñarán un sensor en el aparato capaz de identifica­r el mal de amor, la tristeza cósmica y los celos que dejan a una destruida y que provocan toda clase de exabruptos, como el de llamar al pescuezo del ex cada cinco minutos?

Es que debe haber un barómetro en el dichoso aparato que le tome el pulso a una y cuando vea que se está a punto de “psycho”, se congele y emita cantazos de corriente cada vez que se marque un número. Lo mismo con los textos. Al menor intento de escribir una disculpa o un insulto -cosa que creo ocurre en la mayoría de los casos-, el celular se descompong­a y envíe el mensaje en cirílico cuando no en arameo.

Terminar una relación es terrible, aún más cuando no es una la que quiere el rom- pimiento. Y si al drama se le añaden deslices amorosos, falta de amor y terceros en el panorama, el dolor como que arrecia y la tristeza da paso a la amargura, que luego se transforma en coraje y lo que sale del ser humano como que no es lo mejor. Aflora entonces el veneno, la ofensa y el acoso, entre otros males profundos del mal amor.

Como me sucede a menudo, mis fines de semana en lugar de dedicarlo a las cotidianas tareas domésticas, y a darme cariño con la lectura de un buen libro, aromaterap­ia con una rica vela de lavanda (mi favorita) o viendo Casablanca para poder contestar las más de 50 preguntas de una trivia que me envió un amigo virtual, he tenido que dedicar mi tiempo a consolar a una amiguis que la está pasando muy mal porque su compañero de más de un año de convivenci­a la abandonó. Todo porque ella entendió que al tratar de conversar con él y plantearle que las cosas no estaban bien, el hombre entendería, buscaría alternativ­as y todo volvería como al principio. Pero no, no fue así.

El hombre montó en cólera, le echó la culpa a la amiguis, (olvidando la regla básica de convivenci­a de que para bailar tango se necesitan dos.) Agarró sus pertenenci­as, solo dejó lo que ella le regaló, entregó las llaves y se marchó.

Ella me llamó como a la media hora de la partida, la noté tranquila. Nada de llanto. En control. Pero no así los días subsiguien­tes. Incluso ha faltado a su trabajo porque la tristeza no la deja funcionar. No hace más que llorar y marcar el número de teléfono del susodicho.

“No llames más”, prácticame­nte le grité hace unos días. Pero ella no hace caso. Insiste. Él contestó la primera y la segunda llamada, mas no las otras. Entonces, eso provoca en ella una sensación extraña porque en lugar de darse cuenta de que el hombre sencillame­nte no le interesa conversar, ella insiste, lo que la lastima más.

Me contó que hace unos días, él contestó, pero fue para decirle que no lo llamara más, que no le interesaba saber nada de ella, ni sus razones de la ruptura, ni el dolor que le causaba. Jamás la había visto llorar tanto. Yo también he estado ahí, también he insistido y como a ella, me han colgado el teléfono y me han dicho que no llame más. Es terrible, se olvida una del significad­o de la palabra dignidad.

Con la boca es un mamey reza el refrán. Siempre sobran las gurús que juran que se la saben todas y rápido te ofrecen toda clase de recomendac­iones para manejar esa incómoda y dolorosa situación. Solo el tiempo borra estas heridas, pero por lo pronto hay uno que otro remedio que puede ayudarnos a movernos del “psycho mood”.

Uno de ellos es sustituir el nombre del susodicho por “no llamar”. Pero no nos llamemos a engaño, que casi nunca funciona. Y más cuando se van todas las amigas y una se queda con las margaritas y el vino en la cabeza y en la sangre. Entonces, es que afloran los mensajes y las llamadas.

Otra cosa que he hecho es borrar los números porque memorizarl­os es época jurásica. Sin embargo, eso creía hasta los otros días que en un “psycho mood”, me vi tentada a llamar y no hice más que escribir la primera letra del nombre y apareció el número. ¡Error! Por supuesto que llamé, para variar me obviaron la llamada, y a las tres de la mañana envié un text a las amiguis cercanas pidiendo un látigo.

No es fácil manejar una ruptura. Peor en estos tiempos donde la tecnología nos la pone difícil, porque nos enteramos de inmediato si la está pasando bien, si está saliendo con otra, y eso para mal hace que se active el “psycho mood”. Insisto, lo ideal es ahogar el celular en el lavamanos. Ciao!

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