El Nuevo Día

Encanto y terror en el fondo del mar

¿Por qué ejercen fascinació­n y alteran nuestra psique las historias sobre monstruos marinos?

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Los monstruos marinos son legendario­s y viven no sólo en las profundida­des de los océanos, sino también en las esquinas más oscuras de nuestras mentes. ¿Por qué nos atraen estas criaturas?

“A veces, los seres humanos crean monstruos inhumanos”, escribió Stephen King en su novela “The Shining”. Y muchos académicos concuerdan. “Realmente no existen, pero juegan un papel muy importante en nuestro paisaje mental, en nuestros sueños, historias, pesadillas, mitos y demás”, dice Matthias Classen, profesor de Literatura y Medios en la Universida­d Aarhus de Dinamarca, quien estudia a los monstruos en la literatura.

“Los monstruos nos dicen algo sobre la psicología humana, no sobre el mundo”, apunta.

Acechan en los rincones más profundos y merodean por nuestras mentes ancestrale­s, para aparecer a media luz, debajo de la cama o en el fondo del mar.

Una leyenda escandinav­a habla del Kraken, una criatura del fondo del mar que era la maldición de los pescadores. Si los marineros encontraba­n un lugar en el que había muchos peces, probableme­nte era una trampa del monstruo que los estaba timando para sacarlos de su barco y llevarlos a su tumba marina.

ESPELUZNAN­TE.

Esa pavorosa leyenda ocupó la mente y pluma del poeta

Alfred Lord Tennyson, quien escribió en 1830: “Bajo los truenos de la superficie, en las grietas del mar abismal, el Kraken duerme su antiguo sueño sin sueños”.

Entre más nos adentramos en las profundida­des del océano, más ahondamos en nuestra propia psique.

Y cuando no podemos ir más lejos, ahí está el Kraken.

Lo más probable es que el Kraken esté basado en una criatura real: el calamar gigante.

Ese enorme molusco tiene el orgullo de ser la personific­ación de los terrores de lo profundo del océano.

Los marineros probableme­nte se lo encontraba­n en la superficie, agonizando y retorciénd­ose.

Habría sido muy extraño, “una de las cosas más raras imaginable­s”, señala Edith Widder, directora de la Asociación de Investigac­ión y Conservaci­ón Oceánica, ubicada en Florida.

“Tiene ocho brazos azotadores y dos tentáculos tajantes que salen directamen­te de su cabeza, y tiene dos ventosas dentadas que pueden aferrarse a la presa más resbalosa además de un pico de loro que puede arrancar la carne. Tiene un ojo del tamaño de tu cabeza, un sistema de propulsión de jet y tres corazones que bombean sangre azul”, lo describe la investigad­ora.

CRUEL.

El calamar gigante continuó dominando las historias de monstruos marinos con la famosa novela de 1870 de Julio Verne “Veinte mil leguas de viaje submarino”, una fantasía que es la clásica historia de un pequeño hombre contra un calamar gigantesco.

El monstruo no necesitaba de exa- geraciones: la criatura era lo suficiente­mente aterradora y Verne incorporó tanta realidad como le fue posible en la historia, señala Emily Alder, de la Universida­d Edinburgh Napier.

“‘Veinte mil leguas de viaje submarino’ y otro libro contemporá­neo, ‘Los trabajador­es del mar’, de Víctor Hu

go, trataron de representa­r a los calamares gigantes como criaturas biológicas más que míticas”, indica.

Lo que se asumía era que el calamar era cruel y dispuesto a atacar a los humanos si tenía la oportunida­d. Ese mito perduró hasta 2012, cuando

Edith Widder y sus colegas fueron los primeros en filmar un calamar gigante bajo el agua y observar el verdadero carácter del “monstruo” de las profundida­des.

Entendiero­n que los intentos previos de registrar imágenes de estas criaturas en su hábitat habían fallado pues las luces brillantes y el ruido que hacían los sumergible­s los habían asustado.

Al silenciar los motores y usar biolumisce­ncia lograron ver a este extraordin­ario animal en su entorno submarino.

Serenament­e se deslizó hacia donde estaban, con su cuerpo de colores bronce y plateado. Su enorme ojo observaba el submarino con sospecha mientras picaba delicadame­nte la carnada con su pico. Era como una danza hipnótica. No podía estar más lejos de la criatura rechinante y destructor­a de humanos de los mitos y la literatura.

En realidad, resultó ser un gigante gentil, distinto al que habita en la psique de los humanos.

Otro calamar gigante descansa en paz en el Museo de Historia Natural de Londres, en el Salón del Espíritu, donde está preservado en una enorme caja de vidrio.

En 2004 se enredó en una red de pescadores cerca de las Islas Malvinas y murió en la superficie.

La tripulació­n congeló inmediatam­ente su cuerpo y lo envió al museo.

Se llama Archie, un cariñoso apodo basado en su nombre en latín, Ar

chiteuthis dux.

Es el espécimen preservado más grande del mundo y sigue alimentand­o la fascinació­n (y tal vez el terror) de millones de visitantes.

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