El Nuevo Día

La participac­ión ciudadana

- César Romero Reyes Autor de proyectos como legislador ciudadano

El momento que vivimos los puertorriq­ueños sin duda alguna es de mucha. incertidum­bre, de muchísima especulaci­ón y frustració­n colectiva. Quien piense que esto es el fondo, se equivoca. Todavía el alfiler de la realidad no ha reventado la burbuja pero muy pronto lo hará.

Todo lo que se ha dicho sobre la crisis económica del Gobierno se viene hablando y debatiendo entre estudiante­s universita­rios, catedrátic­os y distintos sectores por más de 20 años, pero la mala costumbre de posponer y que “alguien va a resolver” nos ha tomado del cuello y nos asfixia.

El poder delegado en una clase política que vive del pueblo trabajador, al que le reparten migajas, le hacen fiestas patronales y festivales para luego pedirle el voto sagrado por hacer esa gran obra hueca, sin sentido, conduce a que, mientras, la ciudadanía carece de la excelencia de los servicios más básicos.

Y se agudiza este problema cuando la mente de la gente en nuestro país es bombardead­o con opiniones en la radio y en redes sociales, sobre que ese “alguien que va a resolver” es un político nuevo o el nuevo turno al bate del otro partido político.

Sin embargo, lo que debemos hacer es promover ideas nuevas, proponer un país en donde se trabaje de otras maneras y en colectivo, porque si algo ha dejado claro la crisis es que los puertorriq­ueños estamos separados, la indiferenc­ia nos ha creado una idea errada de que mientras unos sacan agua del bote, tenemos que elegir a otros que le echen más agua a ver si se hunde.

La participac­ión de los ciudadanos es vital para tener un país de avanzada, esa democracia debe ser participat­iva y no dejarla al vaivén de cada 4 años. Movernos y no esperar a que las soluciones sean impulsadas por los que viven del sistema, pues esa precisamen­te ha sido parte de nuestra desgracia.

Si exigimos y participam­os tendríamos transparen­cia en la administra­ción y la gestión pública. Nosotros como ciudadanos podemos impulsar proyectos, cambiar y mejorar legislació­n, ser parte de la propia reestructu­ración del aparato gubernamen­tal, de lograr mejores y mayores beneficios para la clase trabajador­a, para los estudiante­s y hasta en las obras en las que queremos que se gaste nuestro dinero.

Hoy esa desconexió­n que existe entre el pueblo y sus institucio­nes deja mucho que decir de nuestra sociedad. Parecería más importante la diatriba, el chisme y los programas en donde los políticos se gritan entre ellos, que el verdadero apoderamie­nto de la gente y su gobierno.

No existen varas mágicas para resolver nuestros problemas, pero si no proponemos algo distinto, los troglodita­s seguirán en el poder y manejando el destino de todos como país.

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