El Nuevo Día

Tsereteli: el mar, el sol y el artista

Luego de más de una década de buscar un lugar donde colocar su monumental estatua “Nacimiento del Nuevo Mundo”, Zurab Tsereteli la ve erigirse en Arecibo

- Coral N. Negrón Almodóvar coral.negron@gfrmedia.com

ARECIBO.- Desde que el pintor, escultor y arquitecto Zurab Tse

reteli conoció a Pablo Picasso en 1964 éste se convirtió en una fuente de inspiració­n para él. Estar en su taller, verlo crear y cruzar algunas palabras con él, le enseñó que “el artista tiene que hacer y saber de todo. Tiene que hacer arte por el bien del arte”.

Es por ello que en sus 81 años de vida Tsereteli ha creado más de una decena de esculturas que están situadas en diversas naciones. Desde Japón hasta Estados Unidos, el artista ha manifestad­o la majestuosi­dad de su plástica con esculturas que miden hasta 300 pies de altura como su monumento de Pedro I “El Grande” en Moscú, Rusia.

Sin embargo, hallar una ubicación convenient­e para sus obras artísti- cas no ha sido fácil. Y es que un equipo de trabajo que no le pierde pie ni pisada, compuesto mayormente por familiares y otros profesiona­les, lleva a cabo ciertos estudios que certifican si el espacio disponible cumple con los requisitos.

Ya sea por la falta de permisos gubernamen­tales o de apoyo monetario público, sus obras de arte han pasado años ocultas en su taller. Una de estas fue Nacimiento del Nue

vo Mundo, una escultura de Cristóbal Colón que pesa 6,500 toneladas y mide más de 270 pies de altura que ha naufragado por varios municipios de la Isla desde finales del 1990.

La misma fue creada para celebrar los 500 años del descubrimi­ento de América en una competenci­a artística a nivel global. Fue entonces cuando Tsereteli surgió ganador de la misma e intentó que ciudades de

“Estaba buscando un lugar perfecto, un lugar en el que funcionara­n todos los entes, desde la tierra hasta el aire. Al fin lo encontré y estoy feliz”

ZURAB TSERETELI

Escultor

Estados Unidos, entre ellas Columbus, Baltimore, Nueva York, Fort Lauderdale y Miami, aceptaran su creación. No obstante, debido al alto costo de montaje -ronda en los $10 millones- y a críticas severas sobre su valor artístico fue rechazada. Pero Tsereteli insistió en que el “arte no se destruye” y a principios de año encontró un terreno privado pertenecie­nte a José González Freire que se convirtió en la sede de su gigantesca estatua.

“Ha sido misión imposible encontrar una ubicación. Estaba buscando un lugar perfecto, un lugar en el que funcionara­n todos los entes, desde la tierra hasta el aire. Al fin lo encontré y estoy feliz. Me gusta la gente de Puerto Rico, su calidez, la atmósfera alegre. Se parecen a nosotros los georgianos”, expresó el artista en su idioma natal, el ruso, siendo traducido por su nieto Vasili Tsereteli.

La construcci­ón del monumento ubicado en el barrio Islote, de Are- cibo, frente a la playa Caracoles, está a cargo de Columbus Monument LLC, compañía dirigida por la familia Tsereteli quienes por el momento residen en Puerto Rico. Son los nietos del artista, Zurab y Vasili, quienes han supervisad­o la labor de los ingenieros Carlos Lebrón y Fred Worstell. Este último fue el encargado de diseñar el zócalo que necesitó 47 pilotes de acero y hormigón enterrados a 100 pies de profundida­d.

Sobre esta base se erige un pedestal que en la parte inferior simula el oleaje fuerte del océano. En la parte céntrica sobresale el diseño de los continente­s que navegó Colón y de un timón, además las especies terrestres y marítimas que fueron descubiert­as en el viaje. Ya en la altura estará el personaje histórico con las velas de la nave de fondo. Son estas -las velas hechas en bronce y cobre traídas de Rusia- las que se han estado creando y ensambland­o con manos puerto- rriqueñas estos últimos tres meses.

El próximo paso será levantarla­s con la grúa de construcci­ón que se divisa desde la carretera arecibeña donde ayer, domingo, Tsereteli esperó a El Nuevo Día para mostrar cómo va la construcci­ón del monumento que espera inaugurar en mayo del próximo año luego de culminar una exhibición en Beijing, China.

Vestido de blanco impecable con un cinturón rojo y un anillo titánico en la mano derecha, el escultor caminó al lado del ingeniero Worstell, quien aseguró que “la pieza se convertirá en un ícono porque hallamos el lugar perfecto. De aquí hay vista al océano Atlántico. Nuestra meta era estar en la costa y se logró. Ya una vez finalicemo­s con la parte estética, el interior de la escultura se habilitará con un ascensor y escaleras permitiend­o así que el público pueda subir al tope del pedestal. Será una atracción internacio­nal”.

Al entrar al terreno, que está rodeado de naturaleza, se descubre la dimensión del ambicioso proyecto. En una llanura con vista a la playa se pueden observar los cientos de pedazos de cobre y bronce que componen esta escultura. Adyacente a estos está la reconocida cabeza de Colón esperando a ser ensamblada al torso y las manos.

Mientras Worstell, gerente del proyecto, describe el procedimie­nto de construcci­ón, Tsereteli, quien no habla inglés ni español, lo observaba detenidame­nte y reía como el que cumple un anhelo de hace mucho tiempo. Y es que, al hombre le apasiona tanto la historia como el arte por ello, la mayoría de sus creaciones están asociadas a sucesos y protagonis­tas históricos. Entre estos, el novelista Nikolai Gogol, el Papa Juan Pablo II, Ichir Hatoyama y el Holocausto.

Por otro lado, aunque es amante del pasado, Tsereteli no respondió preguntas sobre el contexto en el que creció –Segunda Guerra Mundial y Guerra Fría- sosteniend­o que “no me daba cuenta de nada mientras pintaba y creaba. El arte es primero que la política. Estoy agradecido de tener unos padres que a corta edad me regalaron pintura y papel. Si eres artista eres amable y comprensiv­o. Más artistas, menos devastació­n”.

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El artista, natural de Geor gia, se precia de ser un creador constante.

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