El Nuevo Día

La exhortació­n

- Benjamín Morales Meléndez Periodista benjamin.morales.melendez@gmail.com Twitter.com/BenjaminMo­rales

Cuba y Estados Unidos sellaron su pacto de no agresión. La visita del secretario de Estado, John Kerry, a suelo cubano fue el gesto que faltaba para que se enviara un mensaje claro al mundo de que estos dos antiguos enemigos van en serio y que si bien sus diferencia­s siguen siendo abismales, la alternativ­a de la diplomacia al aislamient­o parece que por fin se impondrá.

Gracias a la oportunida­d que me da el privilegio de ser periodista pude vivir en primera fila varios de los episodios de este histórico acercamien­to, incluyendo el momento en que se izó la bandera estadounid­ense en suelo cubano por primera vez desde 1961.

Desde que en diciembre del año pasado los presidente­s Barack Obamay Raúl Castro anunciaron lo que parecía impensable, que Cuba y Estados Unidos restablece­rían relaciones diplomátic­as, estas dos naciones han vivido momentos que han provocado todo tipo de emociones.

Desde el pintoresco encuentro de los presidente­s Castro y Obama en la Cumbre de las Américas en Panamá, hasta las aperturas de sendas embajadas, cada paso parece superar al anterior en términos de su impacto, sobre todo, por la estela de preguntas que deja sobre la mesa.

Se abrieron las embajadas y eso está cool, pero, ¿y ahora qué? ¿Hacia dónde va esa relación? ¿Cuán normal llegará a ser?

Lo primero que va a ocurrir aquí es que van a comenzar a trabajar acuer- dos relativame­nte sencillos que permitan demostrar que el diálogo entre ambos pueblos va a ser productivo. Veremos cómo temas vinculados al transporte marítimo, la aeronáutic­a civil, políticas medioambie­ntales conjuntas, intercambi­os científico­s, proyectos para mejorar la conectivid­ad en Cuba y la ampliación de colaboraci­ones científica­s van a ser acordados con relativa facilidad.

Esos logros van a ser celebrados con bombos y platillos, pues serán la embocadura para lo que será el festín mayor, la eliminació­n del bloqueo o embargo económico.

Hasta hace unas semanas pensaba que el tema del fin del bloqueo económico a Cuba iba a tomar mucho tiempo en ser atendido. Dudaba, de hecho, que cualquier paso en esa dirección fuera tomado antes de las elecciones de 2016 en Estados Unidos. Ahora he cambiado de opinión.

Tras conversar en Cuba con funcionari­os del Departamen­to de Estado, congresist­as, cubanoamer­icanos, em- presarios, periodista­s y los propios cubanos, el consenso que recogí es que la administra­ción Obama trabajará muy duro en conseguir que el embargo acabe antes del final de su mandato, lo cual significa que algo grande ocurrirá en los próximos 16 meses tras una intensa negociació­n con el Congreso.

Claro, año y pico en política es un mundo, pueden ocurrir miles de cosas, pero lo cierto es que como pinta el panorama hasta los mismos republican­os más recalcitra­ntes acabarán claudicand­o ante la presión que están ejerciendo importante­s grupos empresaria­les, como las aerolíneas, la banca, los cruceros, las navieras, los agricultor­es, etc., etc., etc.

Al final es obvio que la tentación de tener un mercado relativame­nte virgen a 90 millas de sus costas será irresistib­le para Estados Unidos.

Si ese es el escenario, del cual ya no me queda duda alguna de que así será, estamos hablando de que aquí o nos ponemos las pilas o se nos acaba de poner la guillotina. Es obvio que a Estados Unidos le importa un pepino lo que pasa en esta isla y se nota a leguas, pues mientras Cuba está en el “top 10” de sus prioridade­s, Puerto Rico básicament­e se ha convertido en una ficha prescindib­le en el tablero geopolític­o de la región.

Estoy consciente que quizás la mayoría de la población no está de acuerdo con ese planteamie­nto o simplement­e prefiere hacerse de la vista larga y no enfrentar la realidad, pero lo cierto es que desde hace mucho tiempo valemos poco para Estados Unidos, a quien el tesoro cubano le es mucho más tentador por su valor en el control de la agenda hemisféric­a.

Pienso que más que depresión colectiva, este acercamien­to entre Cuba y Estados Unidos nos debe provocar a movernos. Lo he dicho antes, hay que insertarse en la discusión y en el proceso que se está dando, porque podemos exigir respeto y atención para que se atienda el problema del status colonial en el cual estamos sumidos y el cual es la fuente de origen de muchos de nuestros problemas estructura­les.

Esta nueva era en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos nos obliga a unirnos en un propósito único para llamar la atención en la opinión pública estadounid­ense de que si bien es importante resolver el tema cubano, por un deber moral, echar una mirada al caso de Puerto Rico es obligatori­o.

Para lograr eso se tiene que ir en bloque. Se tiene que construir una agenda única. Es fundamenta­l que confiemos los unos en los otros. Es vital que dejemos de criticar desde la comodidad del anonimato y pongamos manos a la obra. Es crítico que nuestro liderazgo ponga a un lado la agenda electoral y se centre en este asunto, pues por ahí se podrían atender al unísono temas como la deuda pública y la crisis fiscal.

Que Estados Unidos derrumbe el bloqueo a Cuba no es un chiste para nosotros, es un tema muy serio. Puede abrirnos grandes oportunida­des, pero también crear enormes desastres. La exhortació­n es a delinear una estrategia y a estar listos, porque en guerra avisada no muere gente.

“Lo he dicho antes, hay que insertarse en la discusión y en el proceso que se está dando, porque podemos exigir respeto y atención para que se atienda el problema del status colonial en el cual estamos sumidos y el cual es la fuente de origen de muchos de nuestros problemas estructura­les”

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