La exhortación
Cuba y Estados Unidos sellaron su pacto de no agresión. La visita del secretario de Estado, John Kerry, a suelo cubano fue el gesto que faltaba para que se enviara un mensaje claro al mundo de que estos dos antiguos enemigos van en serio y que si bien sus diferencias siguen siendo abismales, la alternativa de la diplomacia al aislamiento parece que por fin se impondrá.
Gracias a la oportunidad que me da el privilegio de ser periodista pude vivir en primera fila varios de los episodios de este histórico acercamiento, incluyendo el momento en que se izó la bandera estadounidense en suelo cubano por primera vez desde 1961.
Desde que en diciembre del año pasado los presidentes Barack Obamay Raúl Castro anunciaron lo que parecía impensable, que Cuba y Estados Unidos restablecerían relaciones diplomáticas, estas dos naciones han vivido momentos que han provocado todo tipo de emociones.
Desde el pintoresco encuentro de los presidentes Castro y Obama en la Cumbre de las Américas en Panamá, hasta las aperturas de sendas embajadas, cada paso parece superar al anterior en términos de su impacto, sobre todo, por la estela de preguntas que deja sobre la mesa.
Se abrieron las embajadas y eso está cool, pero, ¿y ahora qué? ¿Hacia dónde va esa relación? ¿Cuán normal llegará a ser?
Lo primero que va a ocurrir aquí es que van a comenzar a trabajar acuer- dos relativamente sencillos que permitan demostrar que el diálogo entre ambos pueblos va a ser productivo. Veremos cómo temas vinculados al transporte marítimo, la aeronáutica civil, políticas medioambientales conjuntas, intercambios científicos, proyectos para mejorar la conectividad en Cuba y la ampliación de colaboraciones científicas van a ser acordados con relativa facilidad.
Esos logros van a ser celebrados con bombos y platillos, pues serán la embocadura para lo que será el festín mayor, la eliminación del bloqueo o embargo económico.
Hasta hace unas semanas pensaba que el tema del fin del bloqueo económico a Cuba iba a tomar mucho tiempo en ser atendido. Dudaba, de hecho, que cualquier paso en esa dirección fuera tomado antes de las elecciones de 2016 en Estados Unidos. Ahora he cambiado de opinión.
Tras conversar en Cuba con funcionarios del Departamento de Estado, congresistas, cubanoamericanos, em- presarios, periodistas y los propios cubanos, el consenso que recogí es que la administración Obama trabajará muy duro en conseguir que el embargo acabe antes del final de su mandato, lo cual significa que algo grande ocurrirá en los próximos 16 meses tras una intensa negociación con el Congreso.
Claro, año y pico en política es un mundo, pueden ocurrir miles de cosas, pero lo cierto es que como pinta el panorama hasta los mismos republicanos más recalcitrantes acabarán claudicando ante la presión que están ejerciendo importantes grupos empresariales, como las aerolíneas, la banca, los cruceros, las navieras, los agricultores, etc., etc., etc.
Al final es obvio que la tentación de tener un mercado relativamente virgen a 90 millas de sus costas será irresistible para Estados Unidos.
Si ese es el escenario, del cual ya no me queda duda alguna de que así será, estamos hablando de que aquí o nos ponemos las pilas o se nos acaba de poner la guillotina. Es obvio que a Estados Unidos le importa un pepino lo que pasa en esta isla y se nota a leguas, pues mientras Cuba está en el “top 10” de sus prioridades, Puerto Rico básicamente se ha convertido en una ficha prescindible en el tablero geopolítico de la región.
Estoy consciente que quizás la mayoría de la población no está de acuerdo con ese planteamiento o simplemente prefiere hacerse de la vista larga y no enfrentar la realidad, pero lo cierto es que desde hace mucho tiempo valemos poco para Estados Unidos, a quien el tesoro cubano le es mucho más tentador por su valor en el control de la agenda hemisférica.
Pienso que más que depresión colectiva, este acercamiento entre Cuba y Estados Unidos nos debe provocar a movernos. Lo he dicho antes, hay que insertarse en la discusión y en el proceso que se está dando, porque podemos exigir respeto y atención para que se atienda el problema del status colonial en el cual estamos sumidos y el cual es la fuente de origen de muchos de nuestros problemas estructurales.
Esta nueva era en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos nos obliga a unirnos en un propósito único para llamar la atención en la opinión pública estadounidense de que si bien es importante resolver el tema cubano, por un deber moral, echar una mirada al caso de Puerto Rico es obligatorio.
Para lograr eso se tiene que ir en bloque. Se tiene que construir una agenda única. Es fundamental que confiemos los unos en los otros. Es vital que dejemos de criticar desde la comodidad del anonimato y pongamos manos a la obra. Es crítico que nuestro liderazgo ponga a un lado la agenda electoral y se centre en este asunto, pues por ahí se podrían atender al unísono temas como la deuda pública y la crisis fiscal.
Que Estados Unidos derrumbe el bloqueo a Cuba no es un chiste para nosotros, es un tema muy serio. Puede abrirnos grandes oportunidades, pero también crear enormes desastres. La exhortación es a delinear una estrategia y a estar listos, porque en guerra avisada no muere gente.
“Lo he dicho antes, hay que insertarse en la discusión y en el proceso que se está dando, porque podemos exigir respeto y atención para que se atienda el problema del status colonial en el cual estamos sumidos y el cual es la fuente de origen de muchos de nuestros problemas estructurales”