New York, New York
Las pasarelas de la Gran Manzana marchan al ritmo del próximo verano
La Semana de la Moda de Nueva York culmina hoy con un saldo de más de un centenar de desfiles de diseñadores de diversos estilos y lugares del mundo. Uno de los desfiles más comentados y esperados fue el de Givenchy, creado por Riccardo Tisci.
Con una puesta en escena industrial y un concepto dramático creado por Marina
Abrahamovic -que llevó monjes budistas y abrazó árboles, que es lo suyo- todo caminó hacia la inevitable exquisitez y una merecida solemnidad.
La casa Givenchy, fundada en 1952, debe a Nueva York haber creado uno de sus “looks” más imperecederos -el de Audrey Hep
burn en “Breakfast at Tiffany’s”- pero Tisci no mostró ni un ápice de nostalgia, ningún guiño a la metrópolis, sino que apostó por un juego de superposiciones de tejidos, de etnias y de estilos al que solo un genio podía dar coherencia.
Bajo los trajes de corte más estricto, Givenchy propone transparencias a veces, otras camisetas tres cuartos, a menudo las dos a la vez. Las togas al estilo griego conviven con la rejilla, paños mojados y redes. Las mangas juegan a ser toquillas independientes, porque el juego óptimo es otra de las obsesiones de esta colección.
Pero cuando todo parecía un espectáculo de pasión nocturna y silenciosa, llegaron a gritos las verdaderas galas. Tisci, en el largo, cambia las sutilezas y la pasión por el detalle por lo despampanante: llega el turno de un “strapless” negro que empieza a crecer conforme recorre el cuerpo de la mujer hacia abajo hasta llegar a unos volantes de pelo negro que parecen musgo que devora las piernas de la modelo.
Llega lo animal y llega lo exótico. Cuellos y corbatas de piel de serpiente para ellos en todo el cuerpo, incluida la cara, para una de ellas, una mujer reptil deslumbrante.
Plumas que se adhieren a la cadera de un traje de raso y, quizá el modelo más llamativo fue el de una shiva punk, apoteosis del piercing y de la tachuela, que sin embargo tiene un asombroso equilibrio espiritual, seguida de un espectacular modelo que juega con los flecos de un farolillo chino. Dos obras maestras seguidas.
INFLUENCIA CARIBEÑA. Tommy Hilfiger sigue jugando en el terreno que mejor sabe cada vez que se acerca la Semana de la Moda de Nueva York: sin escatimar en gastos y con una ropa que, en contra de lo que suele suceder, es accesible incluso por los técnicos de sonido del desfile o los periodistas en crisis.
“Island Hopping” continúa con la tendencia de muchos diseñadores, como Diane von Furstenberg o Ralph Lauren, que este año han decidido devolverle al verano su condición vacacional y Hilfiger ha apostado por inspirarse en sus propios descansos estivales en
la isla caribeña de Mustique.
Así, para mostrar su ropa, que describe
como “bohemia, con un sabor a rasta y muy insular”, recreó en Nueva York una playa caribeña con su arena real, su chiringuito y su pequeño lago, en el que chapotearon las modelos.
Toda la ropa tiene un aspecto artesano, como si viniera del mercadillo más esmerado y esterilizado del mundo. “En esta colección hay mucho trabajo manual. Cuentas, ganchillo, punto, muchas rayas. Muchos colores ricos, mucho descolorido isleño, muchos brillos, muchos bañador, tejidos ligeros y vaporosos y un poco de inspiración militar”, asegura el diseñador.
FEMINIDAD REDEFINIDA. En la otra cara de la moneda, siempre compartiendo jornada pero nunca compitiendo en la misma categoría, la veterana Carolina Herrera, gran dama de la moda neoyorquina de la señora acaudalada del Upper East Side, se entregó sin complejo a ese rosa (fucsia, rosa palo, rosa chicle) habitualmente asociado a la feminidad más recalcitrante.
La audacia textil, como siempre, fue irreprochable, cubriendo con transparencias y juegos volumétricos a la "mujer Herrera" (que no es cualquier mujer) y creando una sensación de verano fresco, sin complicaciones ni sudores.
Llegada la noche, la venezolana saca su artillería y hoy volvió a ofrecer, al menos, un par de modelos que, sin duda, acabarán en alguna alfombra roja (o rosa) en los próximos meses.
REPRESENTACIÓN ESPAÑOLA. Custo Dalmau
presentó una nueva colección titulada “Slow” que lucha contra el frenesí del diseño actual desde una propuesta barrida por mareas turquesas y de coral y, como siempre, un uso de la tecnología textil que marca la diferencia.
Después de haber viajado en las últimas colecciones por raíces étnicas o, incluso, haber volado hacia referencias galácticas, esta vez Custo parece que, a la vez que se pone más exhaustivo en sus costuras y más meditabundo en sus creaciones, decide quedarse en casa, donde el mar y la playa tienen un protagonismo esencial.
Así, los vestidos y las camisetas se funden con las prendas de baño. Las telas cobran una rigidez como pasada por la deshidratación y el salitre. Los colores, a veces un coral quemado por el sol, otras un turquesa deslumbrante. Y la tecnología sirve para crear algunos modelos plateados y escamados, como sirenas fuera del agua.
PODER AL VESTIR. Justo cuando acaba de publicar su biografía, Diane von Furstenberg dio una lección de alegría y vivacidad sobre las pasarelas en pleno “trend” de la solemnidad y la pretensión.
Von Furstenberg pronostica diversión para la próxima primavera-verano y escucha bien a las altas temperaturas, lo que se traduce en diseños frescos, que respiran, se ventilan, vuelan. A veces como túnicas vaporosas en naranja y fucsia que despiertan a un muerto. Otras con elegantes lunares en elegantísimos trajes por la rodilla que hacen pedir otra copa al camarero.
Todo lo que Von Furstenberg mostró en la pasarela, pese a manejar conceptos netamente vinculados a las estaciones de turno, olía a novedad y a frescura. Y eso, después de 40 años en el negocio, solo puede considerarse una envidiable virtud.
LO NUEVO DE POSH SPICE. Victoria Bec
kham hace tiempo que decidió que, además de recurrir a diseñadores cotizados, sería ella la encargada de diseñarse la ropa y hacer sus desfiles, lo que le aseguró un “front row” de lujo con su marido, David Beckham, hijos, y la atención mediática por ver sus habilidades como modista tras su carrera como Spice Girl.
Con el tiempo nadie duda de su talento para la moda y, es más, cada vez está más claro que será esta la carrera por la que finalmente sea recordada. Esta temporada lo volvió a demostrar con un desfile muy completo, con riesgos y solidez, en el que abundaron las muselinas, los antes y los juegos geométricos.
Propuestas ambiciosas, ilusiones ópticas y mucha inspiración oriental se juntaron en su propuesta primavera-verano que se mueve entre el kimono y la prenda volumétrica, el estampado tecnológico que recrea las acuarelas niponas y el cuadro vichy maximizado.
ESTILO DEPORTIVO. Por segunda vez consecutiva, Lacoste vestirá en las olimpiadas de Río de Janeiro al Comité Olímpico Nacional de Francia, y el diseñador de la marca Felipe
Oliveira Baptista ha dejado su imaginación volar hacia lo que para él sería la olimpiada soñada en esta colección de primavera-verano 2016, momento en el que se estarán celebrando los juegos en Brasil.
En esta propuesta utópica, la única competición es ser elegante y él puede vestir a todos los equipos y jugar con banderas bastante más estimulantes que el rojo, el blanco y el azul de la patria gala. O incluso fantasea con que concurre un equipo galáctico al que engalana con plateados que deslumbran a sus rivales.
La comodidad es una prioridad siempre en la firma que, no en vano, creó un medallista olímpico, René Lacoste, pero esta vez Oliveira Baptista da vuelo a todos sus modelos, como si fuera un efecto óptico causado por la velocidad del atleta, que deja una estela de tejido en forma de capa o de polisones vaporosos.
MODERNO Y SOFISTICADO. Lo que no cambió y resultó demasiado visto fue Hervé Leger. La línea más cara de Max y Lubov Azria jugó, quién sabe si intencionadamente, al déjà vu con su colección para el próximo verano y
traspasó la frontera de las señas de identidad para caer en lo meramente reiterativo.
El cóctel entre este matrimonio de raíces tunecinas y ucranianas se quedó en un terreno cuya única patria es una mujer obsesionada con resaltar su figura a través de todos los trucos posibles, que finalmente la muestran poco libre, encorsetada en su sofisticación.
Cada volante reforzado, alérgico a lo vaporoso o a la caída libre. Cada cintura remachada con apliques, lentejuelas o tachuelas. La estructura es orgánica, pero es como una naturaleza fósil.
DE ANIVERSARIO. La diseñadora Betsey Johnson, de 73 años, celebró como acostumbra en la Semana de la Moda de Nueva York; de hecho, pareció hacerlo más enérgicamente que de costumbre, para festejar sus 50 años en la moda con un desfile deliciosamente alocado de brillo, color, rayas, piezas ostentosas y dinamismo. El cariño de Johnson por las Rockettes -y las bailarinas en generalfue evidente en la pasarela, donde se exhibieron el viernes algunos de sus diseños favoritos que celebraron década por década su notable carrera de modista.
Johnson decidió comenzar con la década actual y después ir en retrospectiva hasta diseños que evocaron la década de 1960, cuando ingresó en el mundo de la moda.
CON EL SELLO AMERICANO. Ralph Lauren también ha decidido dividir sus dos colecciones. En una de ellas presentó la más accesible de ellas: la de Polo. Su propuesta fue sorprendente de puro evidente, pues sacó al sol a sus modelos en la azotea de un hotel de la parte oeste de Manhattan y, con la complicidad del buen tiempo, consiguió un inmejorable efecto: la abulia de la “beautiful people” quedó así en su hábitat vestida con colores flúor en jerséis y pantalones pitillos.
Deportes de elite como la navegación también pasan por su catálogo, con la clásica combinación de blanco y azul en rayas. Aparece el color vaquero como complemento a un traje azul marino y, de repente, se cruza una moto Vespa blanca como símbolo de esa “dolce vita”.
Llega la noche y lleva a sus chicas a una fiesta donde conviven los mimbres coloniales y los flecos de los felices años 20. Una colección que huele a verano, a ese verano de siempre en el que la comodidad, la siesta y el descanso están por encima de todo.