El Nuevo Día

“TENÍA UN VACÍO EN MI VIDA”

El exjugador y exdirigent­e del Baloncesto Superior Nacional lleva la palabra de Dios como pastor en una iglesia en San Germán

- Carlos Rosa Rosa crosa@elnuevodia.com Twitter: @crosarosa

SAN GERMÁN. – Eduardo Brinn parecía llevar la vida ideal en su juventud.

Tenía el reconocimi­ento a nivel nacional al participar en un programa televisivo junto a su familia, al tiempo que venía de cumplir uno de sus sueños al firmar con la franquicia de su ciudad natal, los Leones de Ponce, en el BSN con apenas 17 años.

“Firmé con Ponce en el 1982. El doctor Aparicio me firmó el día antes del inicio de la temporada en la sala de mi casa. Esa noche no dormí. Jugué ese año con Neftalí Rivera -que venía de Quebradill­as- Bobby Ríos, ‘Bozo’ Estrada, Josean Báez, y Héctor Olivencia… aquello era casi un ‘dream team’ para mí. Y máxime cuando todavía era un estudiante de escuela superior. Para mí era un sueño”, recordó.

Brinn no podía pedir más. Pero, a la misma vez, sentía que le faltaba algo en su interior. La felicidad no era completa en su vida, según dijo. “Tenía un vacío en mi vida a pesar de que tenía muchas cosas, incluyendo una familia bien estable”.

Con 18 años, Brinn visitó la Iglesia Bautista de Glenview en un servicio de Viernes Santo y todo cambió en ese día. En esa tarde, según Brinn, experiment­ó la presencia de Dios “para llenar el vacío que sentía en mi corazón”.

“Allí en la iglesia, Dios comenzó a hablar a mi corazón. No entendía nada del Evangelio, pero sentía que Dios me estaba llamando. Lo acepté como el Señor de mi vida y aquel vacío desapareci­ó con su amor”, contó.

“En la vida todos necesitamo­s a Cristo; todos andamos con el mismo vacío cuando no tenemos a Cristo en nuestras vidas”, abundó.

A partir de ese momento, Brinn agregó otra pasión a su vida. Continuó jugando baloncesto con San Germán, a la vez que le dedicaba más tiempo a su crecimient­o como cristiano en la iglesia. Estuvo otras cuatro temporadas con los Atléticos, incluyendo el año del campeonato en el 1985. Su última temporada fue en el 1986. Tuvo una limitada participac­ión en los cinco años que estuvo en la liga.

Al concluir su paso como jugador, Brinn dio un salto como asistente técnico. Inició en el 1989 con los Atléticos y sumó 14 temporadas como parte del cuerpo técnico de la organizaci­ón. Estuvo al lado de figuras como Carlos Morales, Miguel Mercado y Raymond Dalmau. Como asistente fue parte del título del 1997 con Mercado.

Su primera oportunida­d para dirigir surgió en el 2000 con los desapareci­dos Gallitos de Isabela. Posteriorm­ente, asumió las riendas de los Atléticos en las temporadas del 2004 y 2005. En este periodo de tiempo, Brinn también dirigió a las Juanas del Recinto Universita­rio de Mayagüez (RUM) por siete años y fue apoderado de San Germán en el baloncesto superior femenino en dos campañas.

OFRECE SU TESTIMONIO. En todos estos escenarios -ante jugadores profesiona­les y aficionado­s- Brinn siempre aprovechó la ocasión para compartir su testimonio.

“Siempre le hablaba a todos de Cristo. Decía que tenía un ministerio en el baloncesto al llevar la palabra de Dios”, dijo.

“Uno fue jugador y sabe las experienci­as y momentos que los jugadores atraviesan. Ellos tienen sus sueños, pero no tienen a Cristo en sus corazones. Y buscan donde llenar ese vacío. Fue lo mismo que me pasó a mí y les hablo de mi experienci­a”, dijo el hermano de la reconocida cantante de música sacra, Claudina Brinn.

¿Recuerdas alguna experienci­a con algún jugador(a) relacionad­o a esta faceta de evangeliza­r?, se le preguntó.

“En el equipo femenino de Mayagüez estaba esta muchacha que siempre cuestionab­a el gozo del cristiano, porque decía que nosotros no salíamos a ‘janguear’. Tiempo después me la encontré y está pastoreand­o una iglesia junto a su esposo. Se convirtió al Señor después de salir de la universida­d”, respondió.

“Y así me he encontrado otros -que pasaron por mis manos en el baloncesto- y luego le entregaron sus vidas al Señor. Es algo que me llena mucho, porque sientes que esa semilla -que un día sembraste- llegó a sus corazones”, prosiguió con una sonrisa.

Brinn continuó combinando el baloncesto con el Evangelio hasta el 2006. Ese año hubo un suceso que lo llevó a tomar una decisión trascenden­tal en su vida: renunciar al baloncesto para dedicarse de lleno al pastorado. Era un llamado que tenía hace años y, según él, le trataba de huir. En un viaje a Tampa con el equipo del RUM, un deambulant­e le confirmó su ministerio pastoral. “Salimos de comer de un restaurant­e y este vagabundo le dice a mi esposa: “Él es pastor”.

Brinn escuchó las palabras y, posteriorm­ente, tomó una decisión.

“Miré al cielo y dije: ‘Está bien Señor, no voy a seguir peleando’. Sentía que mi llamado era en el deporte, porque le tenía terror al pastorado. Pero cuando Dios llama siempre respalda”.

Hace 10 años, Brinn y su esposa son los pastores generales de la Iglesia de la Comunidad en el barrio Duey Bajo en San Germán.

“Esto es mi vida”, dijo sobre su trabajo pastoral. “Me apasiona el pastorado. No me veo haciendo otra cosa. Estoy enamorado de este lugar y del trabajo que hacemos. Aquí, no hablamos de religión, sino de una relación con Dios. Hablamos de la misericord­ia de Dios; de cómo Dios levanta al caído y restaura. Hablamos del amor incondicio­nal de Dios”, compartió Brinn, de 51 años, sentado en una de las butacas de su templo.

Uno de los miembros de la congregaci­ón es el dirigente, Bobby Porrata, quien lo convenció para que regresara al BSN como asistente técnico en esta temporada. Brinn aceptó aunque estableció unas condicione­s ante la prioridad de su ministerio pastoral. Porrata fue despedido hace una semana como dirigente de los Atléticos. Brinn también quedó fuera y continúa ejerciendo sus labores ministeria­les con el mismo gozo.

“Hubo un propósito de Dios en todo esto y ahora después del despido lo entiendo perfectame­nte”, dijo. “El baloncesto fue una pasión en mi vida en un momento dado, pero no hay mayor pasión que servirle a Dios”, concluyó.

“Uno fue jugador y sabe las experienci­as y momentos que los jugadores atraviesan. Ellos tienen sus sueños, pero no tienen a Cristo en sus corazones. Y buscan donde llenar ese vacío. Fue lo mismo que me pasó a mí y les hablo de mi experienci­a” “Firmé con Ponce en el 1982. Esa noche no dormí. Jugué ese año con Neftalí Rivera -que venía de Quebradill­as- Bobby Ríos, ‘Bozo’ Estrada, Josean Báez, y Héctor Olivencia… aquello era casi un ‘dream team’ para mí. Y máxime cuando todavía era un estudiante de escuela superior. Para mí era un sueño”

EDUARDO BRINN Exbaloncel­ista

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