El Nuevo Día

“Ley Seca”: Largo historial de prohibició­n

Recienteme­nte, tras la falta de planificac­ión para la puesta en vigor del estatuto durante un evento primarista, este volvió a encender la controvers­ia legislativ­a y de país sobre su aplicación

- Laura N. Pérez Sánchez laura.perez@gfrmedia.com Twitter: @LauraPerez­S

La llamada Ley Seca, que aún sobrevive en el ordenamien­to jurídico puertorriq­ueño, luce en 2016 tan anacrónica como el propio lenguaje que la establece en el Código Electoral de Puerto Rico. A pesar del nombre con el que se le conoce a esta prohibició­n de vender o consumir bebidas alcohólica­s, la realidad es que la “ley seca” que tanto ha sido criticada en las pasadas semanas surge de un artículo más de los tantos que conforman el estatuto de 2011 que rige los asuntos relacionad­os con las elecciones en el País. Con un “toda persona que abriere u operare un establecim­iento”, comienza el artículo 12.021 del Código Electoral para el Siglo 21, que reproduce la redacción que se incorporó en la ley electoral de 1974 y que utiliza esos verbos del subjuntivo que prácticame­nte no se escuchan en las calles de este país.

Desde entonces, la “ley seca” sí ha sufrido varias enmiendas, algunas para endurecer las penas a las que se exponen quienes la violen y otras para aclarar a quién le aplica la prohi- bición. Ninguna, sin embargo, se ha acercado siquiera a una posible eliminació­n.

En el Código Electoral vigente se advierte a los ciudadanos que, si alguno vende o consume alcohol, incluso en su casa, entre la medianoche y las 9:00 de la noche de la jornada de un evento electoral, se expone a una pena de cárcel de hasta 90 días, una multa de $5,000 y, en el caso de los negocios, a la cancelació­n de la licencia para el expendio de bebidas alcohólica­s.

Ahora, la Cámara pretende enmendar esa prohibició­n, pero no para eliminarla por completo, como establecía un proyecto que radicó en marzo de 2014 el representa­nte popular Ángel Matos García, sino para limitar el tiempo de aplicación. Tras ignorar por dos años la medida de Matos García, en menos de una semana la Comisión cameral de Gobierno convocó a una vista pública sobre el proyecto y presentó un informe que recomendab­a su aprobación con enmiendas, todo a prisa como respuesta a la controvers­ia que provocó la posible aplicación de la ley seca durante las primarias del Partido Republican­o en Puerto Rico el pasado

6 de marzo.

Con la versión enmendada que aprobó el pleno de la Cámara un día después, el proyecto, que se encuentra ahora ante la considerac­ión del Senado, establece que no se podrá vender o consumir bebidas embriagant­es el día de una elección entre las 8:00 de la mañana y las 3:00 de la tarde, el tiempo en que están abiertos los colegios electorale­s.

Ya en el pasado se ha intentado aprobar legislació­n similar, casi siempre en años electorale­s y, en todos los casos, con la misma suerte: el proyecto muere entre los mármoles del Capitolio.

ORIGEN DE LA PROHIBICIÓ­N. La historia de la prohibició­n de la venta y consumo de alcohol en Puerto Rico precede a las limitacion­es asociadas a los eventos electorale­s y las emergencia­s, como ante el paso de tormentas o huracanes.

En 1917, con la Ley Jones que otorgó la ciudadanía estadounid­ense a los puertorriq­ueños, llegó también una disposició­n para prohibir la importació­n, fabricació­n, venta, cesión y hasta dar como regalo cualquier bebida o droga embriagant­e, como explica Mayra Rosario Urrutia, catedrátic­a de Historia de la Universida­d de Puerto Rico en Río Piedras.

“La conocida ‘Ley Seca’ estuvo vigente en la Isla desde un año antes de que se adoptara nacionalme­nte en Estados Unidos mediante la incorporac­ión de la Enmienda 18 en la Constituci­ón”, explicó Rosario Urrutia a El Nuevo Día.

La profesora precisó que la cláusula que se incorporó en la Ley Jones y que debió ratificars­e mediante referéndum en la Isla fue el resultado de una petición de dos misioneras radicadas en Puerto Rico que pertenecía­n a una poderosa organizaci­ón prohibicio­nista estadounid­ense.

“La primera petición solicitand­o la prohibició­n del alcohol para Puerto Rico fue dirigida (por ellas) al entonces presidente Woodrow Wilson en 1915”, indicó Rosario Urrutia, quien investigó sobre la aplicación de la prohibició­n en Puerto Rico para su tesis doctoral.

La cláusula fue ratificada en la Isla en referéndum, y contó con el respaldo, entre otros, de la comunidad religiosa protestant­e, el Partido Socialista y agrupacion­es prohibicio­nistas, algunas de mujeres, que en 1917 todavía no tenían derecho al voto.

La especialis­ta indicó que los 16 años en que estuvo vigente la prohibició­n, entre 1918 y 1934, un año después que en Estados Unidos, en la Isla se intensific­ó “una cultura alambiquer­a y eventualme­nte de un rechazo colectivo a la misma ley que se había aprobado”.

Pero los detractore­s habían aparecido incluso antes de que se celebrara aquella votación, y esa reprobació­n provenía de algunos líderes políticos y, en gran parte, de comerciant­es que veían la prohibició­n como una amenaza para la economía de sus negocios.

CIEN AÑOS DESPUÉS, EL MISMO ARGUMENTO. A pesar de la gran distancia en el tiempo, los reclamos de empresario­s, líderes culturales, deportivos, y de algunos políticos, entre ellos alcaldes y legislador­es, parecen un calco de aquellos que se esgrimían a principios del siglo 20 y durante los 16 años que duró la veda total para las bebidas embriagant­es.

Tanto se parecen que el argumento de que la prohibició­n afecta la economía es el mismo que ha conseguido los pocos cambios que se le han realizado a la aplicación de la ley seca durante los eventos electorale­s, como permitir la venta y consumo en lugares turísticos.

Incluso, en 2005, para defender su propuesta legislativ­a, el entonces representa­nte novoprogre­sista Nor

man Ramírez aseguró que una enmienda como la que él proponía –reducir el horario de aplicación de 2:00 de la mañana a 3:00 de la tarde– beneficiar­ía la ya entonces maltrecha economía del país.

“Entendemos que la medida aquí propuesta ayuda a incentivar la industria del turismo, así como la economía del país, en una época en la cual Puerto Rico atraviesa una crisis fiscal”, dijo en aquel momento el legislador. Su proyecto no fue aprobado. En 2008, los representa­ntes novoprogre­sistas Jenniffer González y

Pedro Cintrón radicaron otra medida para excluir varias instalacio­nes como los coliseos de Puerto Rico y Roberto Clemente y el Centro de Convencion­es de la aplicación de la prohibició­n durante eventos electorale­s.

En ese caso, el proyecto logró la aprobación en la Cámara y luego en el Senado. Pero ese cuerpo hermano le incorporó enmiendas que luego no obtuvieron el favor de la mayoría de los representa­ntes. Fue, como tantos otros durante la pasada década, un intento infructuos­o.

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