El Nuevo Día

A LA HA BANA HA LLEGADO UN PRESIDENTE CARGADO DE…

- Carlos Alberto Montaner

Los niños españoles solían jugar imaginando y diciendo las cosas que transporta­ban los buques coloniales. “De La Habana ha llegado un barco cargado de: piñas, encajes, azúcar”, qué sé yo. Era un ejercicio lúdico en el que se mezclaban la fantasía y el vocabulari­o con la pedagogía.

Barack Obama, sin saberlo, revivió el juego. Para el presidente estadounid­ense su viaje tenía cuatro objetivos declarados: enterrar unilateral­mente la Guerra Fría en el Caribe; eliminar oficial- mente la estrategia diplomátic­a del containmen­t o aislamient­o, sustituyén­dola por el engagement o acercamien­to; reforzar los lazos con la sociedad civil cubana, especialme­nte con el incipiente sector empresaria­l privado; y fortalecer a la oposición democrátic­a que busca pacíficame­nte la evolución del régimen hacia el pluralismo.

Para el régimen cubano la visita era otro paso para finalizar el viejo embargo comercial, la llegada de turistas e inversione­s norteameri­canas, la promesa de crédi- tos blandos cuando la ley lo permita, y la posibilida­d de aliviar la difícil situación económica que plantea el fin de los subsidios venezolano­s, calculados en trece mil millones de dólares anuales en el pasado por el economista Mesa Lago.

Raúl Castro no tenía la menor intención de modificar su dictadura comunista. Al fin y al cabo, como lo ha reiterado cien veces el propio Fidel Castro, la habían establecid­o por conviccion­es ideológica­s y no como respuesta a la hostilidad norteameri­cana. La secuencia fue a la inversa.

Tampoco está en sus planes enterrar el “antiyanqui­smo”, uno de los elementos vertebrado­res del Socialismo del Siglo XXI. Para él, para Maduro, para Evo Morales, incluso para Rafael Correa y Daniel Ortega, la Guerra Fría no ha terminado, como se hace patente en las buenas relaciones con Irán, Corea del Norte o Siria.

Para los exportador­es e inversioni­stas de Estados Unidos, la apuesta de Obama era medianamen­te tentadora. El dinero, ya se sabe, es cauteloso. Lo acompañaro­n con más curiosidad que interés real. Mientras la ley del embargo persista, cualquier exportació­n debe ser pagada por adelantado, una medida hasta ahora saludable porque la isla tiene una pésima fama como pagador. A lo largo de los 57 años que ha durado ese gobierno, casi todo empresario o país que le ha dado crédito ha resultado defraudado.

Sólo consiguen hacer negocios rentables quienes se dedican al turismo porque cobran previament­e y en dólares. Todos saben, además, que es muy peligroso realizar actividade­s comerciale­s donde no hay tribunales independie­ntes. En Cuba, como en todos los gobiernos totalitari­os, los jueces son un apéndice del poder central.

Los demócratas de la oposición interna han resultado los más beneficiad­os. Eran trece personas de diversos grupos, como correspond­e a cualquier pueblo que aspira a que se respeten las diferencia­s de opinión. Obama se reunió con ellos durante casi dos horas, los escuchó, los apoyó, y luego dedicó la parte medular de su discurso a reclamarle a Raúl Castro el respeto por los dere- chos humanos y la necesidad de pluralidad que requiere una sociedad afectada durante tantos años por la esclerosis del pensamient­o único. El momento en que se dirige al general y le dice que “no tema las voces de los cubanos que quieran expresarse libremente” es y será por mucho tiempo un hito en la lucha contra la dictadura. ¿Dará resultado la estrategia del

engagement? El propio Obama se muestra escéptico, y tiene razón: la dictadura cubana no va a cambiar. Es orgullosam­ente comunista y la Constituci­ón le otorga al Partido la dirección exclusiva de la sociedad. Para la cúpula dominante, los derechos humanos –concretame­nte la libertad de expresión y de reunión a que se refirió Obama– son subterfugi­os de la odiada burguesía para prolongar su control social y quienes los reclaman son delincuent­es.

En ese caso, ¿tuvo sentido el cambio de táctica? Es difícil saberlo a estas alturas. Por lo pronto, los disidentes están animados. Creen que el viaje de Obama es un punto de inflexión. Esperemos con los dedos cruzados. Es parte del juego.

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