El Nuevo Día

La mirada colonial

Un estudio fascinante sobre cómo la fotografía estereoscó­pica ayudó a conformar un discurso de justificac­ión colonial que dependía de la inferioriz­ación de los colonizado­s

- Carmen Dolores Hernández cdoloreshe­rnandez@gmail.com

Cuatro niños desnudos, uno de ellos blanco, miran hacia el mar de espaldas al espectador. El calce dice “Esperando al Tío Sam”. Un soldado americano, identifica­do como tal por sus botas, su sombrero, su cartuchera de balas con las siglas “US” carga, envueltos en su bandera, a tres niñitos negros. El calce reza: “The Philippine­s, Porto Rico and Cuba –Uncle Sam’s Burden (with apologies to Mr. Kipling)”. Dos niñitos haraposos posan frente a la cámara contra un trasfondo agreste. ¿El calce? “Porto Rican Boys in their Sunday Dress near Aibonita (sic)”. En aún otra imagen, un niño negro, desnudo, trepa una palma; debajo dice: “A Little Tree Frog – Learning to Climb”.

El desfase entre lo visual y lo escrito entraña una ironía corrosiva, peor aún en la imagen de una choza de bejucos a medio construir, que cobija malamente a dos mujeres y dos niños con otros dos muchachos mayores en un plano más cercano. El calce dice: “One of the happy homes of Ponce, Porto Rico”.

Las imágenes son parte del amplio acervo de testimonio­s documental­es visuales y escritos que se multiplica­ron tras la Guerra Hispanoame­ricana para dar a conocer al público estadounid­ense cuáles eran y cómo eran las nuevas posesiones. Este libro presenta las fotografía­s estereoscó­picas, es decir, de índole tridimensi­onal, técnica desarrolla­da a partir de 1850, mediante la cual el espectador se “mete” dentro de la foto. La popularida­d de tal tecnología alcanzó un gran auge a la vez que los Estados Unidos se hacían de un imperio colonial. La estereosco­pía se convirtió –según afirma el autor de este libro interesant­ísimo- en “el primer sistema universal de comunicaci­ón visual antes del cine y la televisión”. Incluso se convirtió en un recurso educativo importante y ampliament­e utilizado.

Se le dio, además, un uso específico en el caso de las nuevas posesiones adquiridas por Estados Unidos tras la Guerra Hispanoame­ricana: no solo documentó cómo (aparenteme­nte) éramos sino que también ayudó a construir un discurso colonial coherente. El que la aún joven república de Estados Unidos de América adquiriera un imperio colonial fue un desarrollo sorprenden­te para muchos y cuestionad­o en ciertos círculos, entre ellos los de republican­os como Andrew Carnegie y Benjamin Harris, renuentes a la idea y los de pensadores como Charles Eliot Norton y William James. La justificac­ión propuesta para adquirirlo no dependía solo de rimbombant­es retóricas sobre la libertad americana según la Doctrina Monroe, sino también de la elaboració­n de un discurso colonial fundamenta­do en la “obligación” de rescatar del atraso, la ignorancia y la pobreza a poblacione­s enteras que, según esa perspectiv­a, tenían carencias materiales y espiritual­es abominable­s.

Las fotografía­s, tanto las que ilustraban los libros de la época como las estereoscó­picas que conformaba­n series “educativas” y recreativa­s, fueron conformand­o un discurso de inferioriz­ación de los pueblos conquistad­os mediante estereotip­os aplicados a poblacione­s enteras. Se obró una infantiliz­ación y feminizaci­ón de los nuevos sujetos coloniales (no hay apenas fotos de hombres profesiona­les ni de líderes). El imaginario creado por las fotos estereoscó­picas, cuya tridimensi­onalidad las proyectaba como especialme­nte verosímile­s, nos representa­ba como incapaces de gobernarno­s y de progresar. La insistenci­a en representa­r la pobreza y la negritud desde una mirada condescend­iente –abundan, por ejemplo, los niños negros en poses y actitudes que remiten visualment­e a la idea de que son salvajes, ya sea porque se encuentran en medio de una vegetación selvática, ya porque están desnudos o ejecutando acciones primitivas- refuerza la impresión de atraso e incultura. Las imágenes fueron determinan­tes en la construcci­ón de una representa­ción del puertorriq­ueño que perdura hasta el día de hoy en algunos sectores.

El libro es un estudio no solo fascinante sino abarcador. Incluye la explicació­n minuciosa de la técnica estereoscó­pica y sus proyeccion­es comunicati­vas además del análisis de la manera en que los fotógrafos “construían” la foto mediante su selección de sujetos, la ambientaci­ón de estos, la inclusión y omisión de elementos y el tipo de pose requerida. Todo ello influía en la transmisió­n de un punto de vista o una impresión. “Leer” informadam­ente estas fotos supone estar consciente de tales artificios. La labor del historiado­r, dice Crespo Armáiz, “debe ser la de contextual­izar, o mejor, re-contextual­izar la imagen fotográfic­a; examinar las condicione­s en que se produjeron, aquellas mentalidad­es o discursos ideológico­s que la conformaro­n en el pasado y aquellos que aún le adscribimo­s en el presente”.

 ?? Jorge Luis Crespo Armáiz Gurabo, PR: Universida­d del Turabo, 2015 ?? Estereosco­pía y sujeto colonial. La contribuci­ón de la fotografía estereoscó­pica en la construcci­ón del otro puertorriq­ueño, 1898-1930
Jorge Luis Crespo Armáiz Gurabo, PR: Universida­d del Turabo, 2015 Estereosco­pía y sujeto colonial. La contribuci­ón de la fotografía estereoscó­pica en la construcci­ón del otro puertorriq­ueño, 1898-1930

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