Instintos y convenciones
Por lo menos dos de los doce cuentos reunidos aquí habían aparecido en libros anteriores o en antologías. Son los mejores de esta colección.
Tanto “Los amamantados” como “Golpe de gracia” son narraciones poderosas que van al meollo mismo de lo femenino –la maternidad- y exploran perversiones que la degradan y desvirtúan.
En el primero la perversión se refiere a la desviación del deseo masculino, que quiebra uno de los tabúes más antiguos y sagrados: la inviolabilidad de la madre o la figura materna (una nodriza, en este caso). La negritud de ese personaje, su despersonalización a ojos de su hijo de leche, que la convierte en poco más que un animal a ser usado para el placer logra contraponer dramáticamente dos fuerzas elementales: el apremio del sexo y el amor filial.
El ambiente histórico en que se desarrolla la acción, un momento en que aún existía la esclavitud, refuerza la proyección de una degeneración moral tan absoluta que deforma las actitudes humanas más básicas. Este es un cuento poderoso y bien construido que reflexiona sobre uno de los peores males sociales que ha afectado a la humanidad y cuya presencia en nuestro entorno fue particularmente fuerte.
Igualmente dramático, “Golpe de gracia” se sitúa en una actualidad desvirtuada también en sus prioridades. La inmadurez de una adolescente con varios hijos dependientes (la palabra dependiente es clave, dado lo que implica de ayudas gubernamentales) define al personaje, incapaz de cumplir con su rol de madre. Sometida a impulsos elementales que propician su promiscuidad y su prolífica maternidad indiscriminada, la mujer –inconscientemente- expone a sus hijos al mal. En este cuento, un ambiente de amoralidad acentuado por circunstancias de pobreza contribuye al efecto certero de la narración. La zafiedad y despreocupación del personaje de la madre tiene su contraparte sorprendente en la maldad previsora y eficaz del personaje que narra la acción. El contraste presentado en la narración funciona bien y el “golpe” constituye un clímax tan sobrecogedor como el del primer cuento.
Más allá de estas dos narraciones, solo “Candungos o yo también te amo” sobresale por la expresión de una ternura improbable que subyace las contradictorias condiciones de una separación conyugal. Un cuento enteramente dialogado, su efecto depende de la caracterización.
Los demás “golpes” narrativos palidecen en contraposición a los mencionados. “Labiopegadas” -un cuento episódico que traza el impacto duradero del abuso sexual y la evolución de una atracción lesbiana- es muy complicado.
“Tremor nocturno” se limita a la descripción de una situación. “Las cosas que se cuentan al caer” plantea el efecto terrible de estereotipos raciales internacionalizados que llevan al auto-desprecio, pero le hubiera hecho falta más desarrollo.
El tema de las relaciones lesbianas recorre el libro. Y hay cuentos de corte fantástico y macabro, como “Fukushima entre dos” y “Moridero de olas”, ambos proyectados hacia escenarios apocalípticos.
Todos los cuentos juegan con actitudes emocionales más o menos conscientes que responden a situaciones extremas -y grotescas- de maltrato, abuso sexual o atracciones inesperadas, como la que suscita Aristótela, en el cuento del mismo nombre, cuya ausencia de pechos la asemeja a un hombre. (CDH)