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- Luis Alberto Ferré Rangel Director General GFR Media

Corría el verano de 2012 y los termómetro­s en el aeropuerto Luis Muñoz Marín comenzaban a contar una historia. Desde entonces no han parado. Además del calor, la gente comenzó a notar otra cosa: que las marejadas se comían nuestras costas.

Los datos están todos ahí. En 2015 se registraro­n las temperatur­as más altas aquí y en todo el planeta, según el Servicio Nacional de Meteorolog­ía, la NOAA y la NASA. Y además, se registraro­n alzas históricas en el nivel del mar entre septiembre y octubre, según el oceanógraf­o físico Aurelio Mercado.

Ese mismo año, la AAA implantó un plan de racionamie­nto. En el borrador del Plan Integral de Recursos de Agua que va a vistas públicas esta semana, se advierte que el calentamie­nto global pondrá una presión enorme sobre los recursos hidrográfi­cos en Puerto Rico, entre los cuales, además de la intrusión salina en los acuíferos, figuran la reducción de la humedad relativa de los suelos y el aumento de la evaporació­n en lagos y ríos.

Por media década, sobre 150 investigad­ores de organismos públicos y privados han estudiado los efectos del cambio climático en Puerto Rico, en el Consejo para el Cambio Climático (PRCC, por sus siglas en inglés, prccc.org). Ha sido un trabajo arduo y voluntario que comprueba lo que los instrument­os nos dicen hace años.

Esta semana, la Organizaci­ón Mundial de Meteorolog­ía y, por separado, el Dr. Jim Hansen, primero en alertar sobre el calentamie­nto global, advirtiero­n que es posible que estemos entrando en una nueva era, totalmente desconocid­a, en la que los patrones de cambio climático del pasado poco nos ayudan a predecir los futuros, debido a las alternacio­nes tan drásticas en el clima global.

Se advierte que estamos en la sexta extinción masiva de especies y desaparici­ón de ecosistema­s del planeta, y lo peor de todo, habrá sido provocada por la intervenci­ón humana. El biólogo puertorriq­ueño Rafael Joglar lo advierte hace años. De las 17 especies de coquí que había en Puerto Rico, tres han desapareci­do entre 1976 y 1990. Otras tres están por el mismo camino. Poco menos de la mitad de esas especies puede desaparece­r en menos de 50 años.

No solamente las especies endémicas están en peligro. Nuestra propia sostenibil­idad como isla lo está. Y no solo desde el punto de vista de infraestru­ctura –uno de cada dos boricuas vive cerca de la costa– sino desde nuestro entorno social y económico.

Lo ha advertido el geomorfólo­go José Molinelli Freytes, quien ha alertado que el cambio climático en Puerto Rico incide sobre nuestra salud –miremos el fenómeno del virus del zika–, la economía –tendremos huracanes e inundacion­es más intensos– y la educación –miremos el estrés ambiental y los efectos en el aprendizaj­e en los niños–, por citar algunos ejemplos.

El trabajo de investigac­ión sobre el cambio climático, como el que desarrolla la PR-CCC, tiene que continuar y contar con presupuest­o adecuado para ello. Sin datos, no podremos alertar, ni formular política pública. Segundo, hay que diseminar la informació­n más relevante obtenida hasta ahora, aquí los medios jugamos un papel vital. Tercero, tenemos el reto de crear y ordenar la política pública en esta dirección. Hay varias maneras de hacerlo. Pero lo importante es que se tenga acceso a los datos que producen los investigad­ores y se aproveche el acervo de las universida­des y entidades profesiona­les que desarrolla­n políticas de sostenibil­idad. Una Comisión Permanente de Cambio Climático que se reporte al Ejecutivo, puede ser una alternativ­a.

La evidencia existe, el talento existe. Es hora de dar un golpe de timón. Hay que actuar ya. luis.ferrerange­l@gfrmedia.com

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