Cuba y Obama
El presidente Barack Obama hizo lo que parecía imposible, en medio del bloqueo o embargo económico a Cuba, desafió el status quo de la política de Estados Unidos hacia la “Mayor de las Antillas” y realizó una visita oficial sin precedentes que envía con claridad el mensaje de que sus intenciones de lograr la normalización de los relaciones va en serio.
Obama, que no tiene el carimbo de la reelección en sus costillas, está aprovechando ese contexto para liquidar lo que llama “el último vestigio de la guerra fría” y cambiar una política exterior hacia Cuba que “evidentemente ha fallado”. Por eso ha impulsado con insistencia el acercamiento al gobierno cubano y ha promovido la política de la amistad como la mejor manera de influir en las estructuras del sistema socialista que impera en Cuba.
Se trata, en concreto, de conseguir por los canales de la colaboración lo que el enfrentamiento no logró. Lo que busca Obama es quitar del medio el tema del bloqueo económico y aligerar la política de hostilidad de Estados Unidos, para así conseguir liquidar el ingrediente principal que une a los cubanos detrás de su gobierno, el odio a su enemigo del norte.
Los más de 50 años de política de opresión no han hecho otra cosa que solidificar las bases sobre las cuales el gobierno cubano sostiene su sistema, pues Estados Unidos y sus estrategias de bloqueo económico son vistos por el pueblo de Cuba, con toda la razón del mundo, como la causa principal de los problemas estructurales que sufre el país.
Obama y su administración saben perfectamente que ese es un hecho innegable, por lo que el giro hacia poner la cara del buen vecino tiene toda la lógica. Ahora, no nos llamemos a engaño y nos dejemos tomar el pelo con facilidad. Las intenciones de Estados Unidos con Cuba no están gobernadas en la actualidad por la llamada “búsqueda de los valores de- mocráticos estadounidenses”, para nada. La motivación principal de toda esta movida es un tema esencialmente económico.
En su viaje por suelo cubano, el presidente se refirió al hecho de que Estados Unidos mantiene relaciones diplomáticas y comerciales de mucho respeto con gobiernos que no son modelos democráticos al estilo estadounidense. Ese dato, para mí, fue uno de los mensajes centrales de la visita del Mandatario por las tierras de Martí.
Y es que Obama tiene toda la razón. Su planteamiento estriba en por qué mantener esta política hacia Cuba, cuando Estados Unidos tiene estrechas relaciones comerciales hoy con China y Vietnam, dos países con sistemas socialistas, y con Marruecos, Jordania y Arabia Saudí, donde son reyes todopoderosos los que manejan el país. Entonces, ¿por qué tratar a Cuba de manera distinta?
El tema de Cuba fue por años un balón político fuerte en Estados Unidos, pues de él dependía un fuerte apoyo de la comunidad cubano-ame- ricana en Florida, estado clave para ganar las elecciones. Ese mollero se ha desinflado y la mayor prueba de ello fueron las primarias presidenciales de este año, en las cuales Hillary Clinton, con un abierto mensaje de liquidar el embargo, ganó el estado, y Marco Rubio, con un fuerte mensaje antiCuba, perdió en su propio territorio. Es obvio que el tema de Cuba ya no es decisivo.
A Estados Unidos lo que le interesa al fin y al cabo, más que difundir sus “valores democráticos”, es tener mercados en los cuales infiltrar su política del capital. Al final, lo que la administración Obama está viendo es un mercado virgen de 11 millones de personas que puede ser explotado y traído como carne nueva al sistema financiero internacional, lo cual es muy tentador para cualquier capitalista puro.
Pero Obama, por supuesto, no quiere vender la peor cara de sus intenciones, aunque la realidad sea que todo este acercamiento se trata más de una movida de negocios que de una bienintencionada política. Al contrario, lo que quiere es proyectar sus dotes de hombre de Estado ofreciendo a Cuba el respeto a su autodeterminación a cambio de acceso al mercado, un trueque con el cual el gobierno cubano parece estar cómodo.
Un ofrecimiento curioso ese de la autodeterminación, cuando no ocurre lo mismo, por ejemplo, con Venezuela e incluso con Puerto Rico, ese “estado-libre-asociado” al cual hoy nos quieren imponer una Junta de Control Fiscal violentando todos los principios constitucionales fijados en 1952.
Así las cosas, parece que el ritmo del baile ha sido establecido y que las cuentas se van aclarando. Todo luce que Estados Unidos dejará a un lado su retórica de la guerra fría, como hizo con China y Vietnam, a cambio de que Cuba abra un canal de comercio mediante el cual las empresas estadounidenses tenga ciertos niveles de trato preferencial, lo cual luce como un negocio justo.
Ahora, ¿es esa política correcta? Me parece que sí. Las preocupaciones con los derechos humanos siempre estarán ahí y es necesario que en ese tema no se baje la guardia, pero tampoco nos pongamos gríngolas, pues en todas las naciones del mundo se violentan los derechos humanos a diario, empezando por Estados Unidos, donde la Agencia de Seguridad Nacional espía a sus ciudadanos y a los de otros países a diario a través de las redes cibernéticas con una impunidad descarada. ¿Alguien ha bloqueado a Estados Unidos por ese patrón de comportamiento?
Me parece que el pueblo cubano ya ha sufrido bastante y que los de afuera hemos querido imponerle un sistema de vida a la fuerza si darles espacio a ellos a que definan qué quieren ser en un escenario de igualdad de condiciones. Para que ese proceso se dé, el bloqueo o embargo económico debe finalizar, no hay otra, pues es la única vía para que Cuba muestre si su sistema funciona o no, ya que tendría los mismos accesos a los mercados que tiene todo el mundo.
Dejemos a los cubanos jugar con las mismas cartas que les dimos a los chinos o a los vietnamitas a ver qué sale de ahí. Es lo menos que podemos hacer, pues la estrategia de la confrontación, como dijo Obama, ha fracasado.
“Me parece que el pueblo cubano ya ha sufrido bastante y que los de afuera hemos querido imponerle un sistema de vida a la fuerza si darles espacio a ellos a que definan qué quieren ser en un escenario de igualdad de condiciones”