Con otra misión desde su última olimpiada
Tras una gloriosa carrera como jugador, Eddie Casiano busca como dirigente llevar de regreso a Puerto Rico a unos Juegos Olímpicos, 12 años después de su última participación en Atenas 2004
BIELLA, Italia.– Eddie Casiano ya sabe lo que es pisar el tabloncillo de una cancha olímpica. Lo hizo en dos ocasiones como jugador: en las Olimpiadas de Barcelona 1992 y en las de Atenas 2004. Ahora, busca regresar al más grande escenario deportivo, pero como dirigente de la Selección de Baloncesto de Puerto Rico. El camino a los Juegos de Río de Janeiro 2016 inicia mañana, lunes, en Belgrado, capital de Serbia. Allí, junto a Angola, Letonia, República Checa, Japón y el equipo de casa, Puerto Rico se disputará un único boleto para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en agosto próximo. Será una prueba difícil si se toma en consideración que la nación anfitriona es una de las potencias del baloncesto internacional (sextos en el escalafón mundial FIBA) y parten como favoritos. Además de ayudar a Puerto Rico a conseguir su décima clasificación al baloncesto olímpico en Río, Casiano, quien fue presentado como técnico nacional el pasado 6 de abril, buscará igualar una gesta inusual en la extensa trayectoria del combinado patrio: convertirse en apenas la segunda figura en representar a Puerto Rico en unas Olimpiadas como jugador y como dirigente. El único con esa distinción es el legendario Raymond Dalmau con tres apariciones en Juegos Olímpicos como jugador (México 1968, Múnich 1972 y Montreal 1976) y una como dirigente (Barcelona 1992). Casiano, quien reemplaza al estadounidense Rick Pitino como dirigente nacional, apenas tenía 19 años cuando formó parte de la escuadra que nos representó en Barcelona 92. En aquel momento, el zurdo bayamonés ya despuntaba como una de las principales promesas del baloncesto local. A pesar de su juventud, Casiano sumaba cinco temporadas con los Atléticos de San Germán en el BSN, con quienes promedió 23.0 puntos por juego en la campaña del 1992. Debutó con tan solo 14 años en la liga, todo un prodigio. En Barcelona 92, Casiano fue parte de la historia al participar en el primer torneo olímpico en el que se permitió la integración de canasteros profesionales, encabezados por el "Dream Team" de Estados Unidos. De aquel torneo Casiano recuerda que llevó una cámara y retrató desde el banco a sus jugadores favoritos de la NBA como Magic Johnson, Michael Jordan, Larry Bird, John Stockton, Clyde Drexler, Charles Barkley, y Karl Malone, entre otros. Posteriormente, un incidente en los Juegos Panamericanos de Mar Plata en 1995 (cuando un grupo de jugadores amenazaron con ausentarse a la competencia por un alegado incumplimiento de la Federación de Baloncesto de Puerto Rico) le costó una suspensión y la oportunidad de jugar en las Olimpiadas de Atlanta 1996. No fue hasta el 2004 que reapareció en el escenario olímpico en Atenas 2004, donde también fue parte de la historia como parte de aquel combinado nacional que le propinó la primera derrota en una competencia olímpica a un "Dream Team" estadounidense. Casiano vivió allí uno de los momentos más memorables en la historia del deporte puertorriqueño. Tras una sólida trayectoria como baloncelista, en la que anotó 9,306 puntos en 21 temporadas en el BSN (1988-2008) y ganó cinco campeonatos, Casiano ha comenzado a despuntar como
dirigente con títulos en las ligas de Puerto Rico y de México, Hoy, con 43 años, Casiano viene de debutar como seleccionador nacional con una medalla de oro en el Torneo Centrobasket de Panamá, después de un pobre comienzo al recibir una paliza en su primer juego a manos de los anfitriones. No fue el inicio esperado, pero al final salió sonriente con su primer campeonato regional. Sobre esto y más conversó El Nuevo Día con el hombre al que apodaban el “Nene” en su días con los Atléticos de San German a finales de la década del 80.
Una vez alguien comentó que, después del cargo de gobernador de Puerto Rico, la otra plaza más fiscalizada era la de dirigente del Equipo Nacional de Baloncesto. ¿Lo crees así?
(Sonríe) Es la posición de mayor presión en el ámbito deportivo de Puerto Rico. Es normal. Estamos hablando del deporte número uno. Hay mucha pasión por el basket en Puerto Rico y eso conlleva todas esas presiones. Trato de salirme de todas las redes sociales para evitar esa presión.
¿O sea, no posees cuentas de Twitter y Facebook?
Lo único que utilizo es el “messenger” de Facebook y lo veo muy poco. Incluso, cuando jugamos en el Centrobasket y perdimos el primer juego ante Panamá, tenía más de 140 mensajes directos de fanáticos diciéndome lo que tenía que hacer y criticando mi manera de dirigir. Hay una pasión increíble en Puerto Rico.
¿Leíste todos los mensajes?
Empecé a leerlos, pero cuando vi que los primeros dos o tres eran insultos y críticas no constructivas, los dejé de leer.
Hubo mucha expectativa con tu nombramiento como el nuevo piloto de la Selección. ¿Cómo fue debutar con una aplastante derrota, 86-64, ante un rival que históricamente Puerto Rico ha dominado como Panamá?
Sabía que iba a tener problemas porque entraba a jugar con un grupo que no había practicado junto ni un solo día. Intentaba hacer alguna jugada, pero no se podían hacer porque algunos jugadores desconocían los sistemas. Era frustrante porque sentía la presión de que iba a dirigir a la Selección por primera vez y que éramos los favoritos en el Centrobasket con la mayor cantidad de campeonatos en la historia. Después del juego, al pensar que Panamá nos había dado una pela de 20 puntos, cuando como jugador nunca perdí ante ellos, fue un poquito frustrante. La derrota la tomé como señal de que había que apretar lo más pronto posible y empezar a engranar durante el torneo.
¿Y cuál fue la sensación al conquistar la medalla de oro en la final ante México?
Logramos algo que no habíamos alcanzado desde el 2010. Me sentí contento por los muchachos porque se entregaron. Fue un alivio porque vimos que estábamos trabajando bien. Logramos el primer objetivo y ahora vamos para el segundo que es más difícil. Cuando terminó el juego ya estaba pensando en Serbia.
¿Y hubo muchos mensajes a Facebook, tras el oro?
Hubo menos (ríe). Muchas amistades me felicitaron. Fueron mensajes muy genuinos. Con dos Olimpiadas como jugador, ¿cómo tratas de utilizar esas experiencias para alentar a los canasteros a luchar por el pase a Río? Les hablo de la sensación de entrar al estadio en la inauguración y caminar junto a tantos países. Es impresionante estar ahí. La meta de cualquier atleta es llegar a las Olimpiadas. Todos aspiran a lograrlo, pero es bien difícil clasificar. Requiere de mucho compromiso, preparación y disciplina.
¿Los jugadores te preguntan por la experiencia de Barcelona 1992, donde enfrentaste al “Dream Team” de Estados Unidos con todas esas luminarias?
Me preguntan cómo era Magic Johnson y Michael Jordan. Ese fue un equipo increíble. Recuerdo que antes del juego, Raymond Dalmau estaba dando las instrucciones y empezó a hablar de los pareos. Yo comencé a reír a carcajadas cuando escuché que Raymond dijo: ‘Fico (López) tienes a Magic Johnson, Raymond Gausse a Michael Jordan, Piculín (Ortiz) a Patrick Ewing…'. Raymond me regañó. No había nada que buscar con ese equipo. Muchos de ellos figuran entre los mejores baloncelistas en la historia.
Dicen que los jugadores de todos los equipos cargaban con cámaras para retratar a los jugadores de Estados Unidos. ¿Llevaste una?
Tenía una cámara Kodak (de rollo) en el banco. Y trataba de tomar fotos mientras ellos jugaban. Tomaba fotos de todos lados sin que Raymond me viera. La tenía dentro del bulto. Si Raymond me hubiera agarrado, creo que me suspendía del torneo.
Hay una foto de ambos equipos juntos a la conclusión del partido en Barcelona en la que apareces sentado al lado de Michael Jordan. ¿Fue planificado?
Había visto que en juegos anteriores ellos se tomaban fotos con los jugadores de los otros equipos. Así que estuve pendiente. Cuando se acabó el juego, salí corriendo para sentarme al lado de él. Se paró al lado, me miró y no dijo nada. Solo movió la cabeza (para saludarme). Y me tomé la foto. Puedo decir que ha sido el momento que más duro he corrido en mi vida (sonríe).
En el 2004 viviste otro momento de gloria para el baloncesto de Puerto Rico, cuando vencieron a otra edición del “Dream Team” de Estados Unidos en Atenas. Esa fue la primera derrota olímpica de los estadounidenses desde que los enebeístas comenzaron a jugar…
Carlos Arroyo nos facilitó el juego. Nosotros
habíamos tenido dos juegos de exhibición contra ellos y nos dieron dos palizas. Para ese juego en Atenas llegamos bien enfocados. Nos habíamos preparado. No estábamos intimidados. Sabíamos que podíamos competir.
¿Ha sido tu mejor momento en la Selección Nacional?
Como equipo, sí ha sido el mejor momento. Fue un juego grande para todo el mundo.
Ustedes han contado que, después del juego, en la Villa Olímpica fueron recibidos como héroes por atletas de otros países.
Cuando entramos al comedor, todo el mundo nos aplaudió. Fuimos el “Dream Team 2” por 24 horas, porque al otro día perdimos ante Lituania.
Si alcanzas el pase olímpico a Río 2016, te convertirías en apenas la segunda figura con una participación olímpica como jugador y dirigente, después de Raymond Dalmau. ¿Qué representaría eso para ti?
Eso sería algo espectacular. Algo que todo jugador y dirigente quisiera tener. Sería algo grande en mi carrera. Creo que ahora como dirigente lo disfrutaría mucho más. Uno como jugador no podía salir. Sería algo grandioso.
¿Cuán real ves la posibilidad de dominar el Repechaje y lograr el boleto a Río?
Para ser honesto, no es imposible. Sí, es cuesta arriba. Conlleva mucho sacrificio y que tengamos nuestros mejores juegos para poder clasificar. Tenemos que tener un torneo casi perfecto. Nuestra preparación no ha sido la mejor, pero vamos a dar lo mejor. Creo que somos el único equipo sin una preparación de tres semanas. Es nuestra cultura y es algo para mejorar en el futuro.
¿Cuándo fue el momento en que pensaste que podías establecer una carrera como dirigente?
Ya en mis últimos tres años como jugador me gustaba dirigir en las categorías menores de Mayagüez y logré hacer algunas cosas como asistente con Manolo Cintrón y Omar González en la Universidad Interamericana. Siempre tuve en mi mente ser coach, pero no estaba mentalmente organizado para entender lo que me hacía falta para ser un coach. Para ese tiempo era jugador y era bien emocional. (En el 2009) cuando empecé como coach en el BSN con Mayagüez fue que entendí muchas cosas, especialmente cómo transmitirle el mensaje a los jugadores. Quité la palabra ‘yo’, -de ‘yo hice esto o aquello’- porque a los jugadores no les importa lo que uno hizo como jugador. Ellos solo quieren saber cómo uno los puede ayudar.
¿Cómo dirigente eres tan intenso como en tu época de jugador o has controlado tu temperamento?
Soy intenso en la línea y en eso estamos claros. Conozco cuándo el jugador no está dando lo mejor de él y ahí soy un poco más emocional. Pero he aprendido en los últimos años que dialogando con ellos le vas a sacar más provecho que estar gritándole. Pero cuando veo que no tienen la mejor actitud en la cancha, soy más efusivo porque se lo merecen. Hay que hablarle claro al jugador porque puede dañar la química del grupo.
¿Ahora como dirigente entiendes que como jugador hicistes cosas que no debías de hacer?
Sí… eso es lo que me ayuda a dirigir hoy día. Como todos los seres humanos, cometemos errores y de ahí aprendemos. Y eso me ayudó a ser mejor persona y un mejor coach. Muchos errores que cometí como jugador me ayudaron a aceptar que los debía mejorar como coach.
¿Lo dices porque te proyectabas como un jugador arrogante dentro del tabloncillo?
Para tener la confianza en uno mismo, uno tiene que ser así. Creo que todos los jugadores que tuvieron éxito fueron así. Tienes que tener ese ego, esa confianza para tener éxito. Tienes que tener algo de fuego y de emoción para inspirarte a ser un buen jugador. Hay veces que vas a caer mal; hay otras veces que vas a caer bien, pero esa fogosidad me ayudó.
¿Por qué optar por una carrera como dirigente a tiempo completo, carrera que tiene mucho de inestabilidad e ingratitud?
Llevo 29 años en el BSN y conozco el sistema, aunque es difícil. No es de las mejores carreras porque es una profesión bien inestable. Hay una línea bien finita entre la gloria y no voy a decir lo otro. Aunque hay un millón de coaches allá afuera, no todos pueden hacer este trabajo. Fue la profesión que escogí y me gusta. Solo hay que seguir peleando por el respeto de esta plaza, porque en cualquier momento nadie va a querer dirigir y va a terminar dirigiendo un fanático, un papá o un apoderado.
¿Quiénes han sido los dirigentes que más te han influenciado en tu carrera?
Julio Toro y Manolo Cintrón han sido los más. Manolo es de la familia. Lo más cercano a mi mejor amigo. Siempre ha estado en las buenas y en las malas. Julio también ha aportado en mi carrera. Flor (Meléndez) fue el que empezó conmigo en San Germán. Era el que me buscaba a Bayamón. Tengo mucho de él. Entiendo que Carlos Morales, teóricamente, ha sido uno de los mejores coaches. De Raymond, Caco Cancel y Miguelito Mercado también aprendí. Tengo un poco de todos. Me ayudaron a ver el juego de una manera diferente.
¿Te incómoda que a estas alturas todavía te sigan relacionando al incidente en los Panamericanos de Mar del Plata? Fue un tema que volvió a relucir en el momento de tu nombramiento como dirigente nacional este año.
Muchos no saben lo que sucedió. En Mar del Plata yo era uno de los más jóvenes con Richie Dalmau ¿Cómo tan joven podía ser el líder del grupo? Lo único malo que hice fue quedarme callado (de lo acontecido). No hablé. Di mi palabra ante el grupo. No fui el líder, solo dije que no iba a hablar. Y en ese momento, la Federación de Baloncesto, con Hetin Reyes y Rubén Nigaglioni, entendió que lo mejor era suspenderme para enviarle un mensaje a los jóvenes que venían subiendo. No hice nada malo. Solo que no iba a ser chota. Fue algo que aprendí en mi casa.
¿Cómo describes tu experiencia como padre de tres hijas (22 años, 19 y 12)?
Con esta profesión es muy difícil. Tienes la presión de que no puedes dedicarle mucho tiempo. Todos los días me levanto y tengo como 10 minutos de tristeza al pensar que no he podido compartir ciertas cosas con mis hijas. No he ido a actividades, graduaciones y cumpleaños por mi profesión fuera del país (como dirigente en México). Pienso en eso todos los días. Me ha costado mucho, pero ellas entienden que lo hago por ellas.