El Nuevo Día

El ruido: problema de alto nivel

Junta de Calidad Ambiental lleva a cabo diversos estudios velando el derecho a vivir en comunidade­s acústicas apropiadas

- Gerardo E. Alvarado León galvarado@elnuevodia.com Twitter: @GAlvarado_END

No solo las playas, ríos, canales y caminos son bienes de dominio público. El ambiente acústico comunitari­o, definido en su versión más simple como el nivel de sonido que se oye al salir a la calle, también es patrimonio común.

Para José Alicea Pou, gerente del Área de Control de Ruidos y Contaminac­ión Lumínica de la Junta de Calidad Ambiental (JCA), los puertorriq­ueños tienen derecho a que el ambiente acústico comunitari­o sea libre de ruidos.

“Hay muchos emisores de ruido (negocios, industrias, construcci­ones, etc.) que se hacen dueños del ambiente acústico comunitari­o, que nos pertenece a todos. Tenemos derecho a preservarl­o lo más apropiado posible”, dijo, tras definir el ruido como un sonido no deseado.

En la inmensa mayoría de los casos, añadió, ese ruido indeseado tiene origen antropogén­ico, o sea, que es generado por el ser humano.

DÉCADAS DE ESTUDIO. Alicea Pou contó que la JCA lleva décadas haciendo estudios de ruido, a fin de delimitar qué se considera un ambiente acústico comunitari­o apropiado, que promueva el disfrute de los espacios, la calidad de vida, la tranquilid­ad y el balance ecológico.

Los primeros estudios, que tuvieron lugar poco después de la creación de la JCA en 1970, consistier­on en la creación de un récord de los niveles de ruido en los municipios.

“A medida que la tecnología sonométric­a fue cambiando, fue posible hacer estudios más abarcadore­s, donde se podía registrar (el nivel de ruido) por más tiempo”, destacó.

Fue así como entre 2003 y 2012, la JCA hizo estudios enfocados en contestar cuáles eran los niveles de ruido ambiental a los que estaba expuesta la ciudadanía en las zonas urbanas del País. En términos generales, los estudios consistier­on en dejar sonómetros por espacios de 24 horas, comenzando a las 7:00 a.m., en estaciones selecciona­das al azar. Se recibían reportes cada 30 minutos.

En San Juan, por ejemplo, se erigieron 57 estaciones de monitoreo y, en promedio, se encontró que el nivel de ruido se mantenía en 65 decibeles (dB) durante todo el día. Ese nivel, de paso, es el que la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) fija como límite tolerable durante el día, que baja a 55 dB por la noche.

“Para San Juan también se encontró que el nivel de sonido ambiental empieza a caer a eso de las 9:00 p.m. y llega a su punto mínimo a las 3:00 a.m., cercano a los 59 dB. El nivel vuelve a subir a eso de las 4:30 a.m., llegando a los 65dB”, detalló Alicea Pou, quien describió este comportami­ento como “conservado­r”. “No está tan mal, pero pudiera mejorar”, agregó, al destacar que el “silencio nocturno” en San Juan es muy breve, pues apenas dura una hora.

En resumen, los resultados de San Juan -que fueron similares a los obtenidos en Guaynabo y Caguas- evidenciar­on que hay lugares en la zona metropolit­ana cuyos niveles de ruido son altos y se mantienen así hasta la noche. Áreas densamente urbanas (residencia­les) y rurales mostraron resultados más favorables.

AJUSTE EN EL MUESTREO. Completado­s los estudios en los tres municipios, la JCA determinó que aunque el número de estaciones era adecuado, los datos no permitían evaluar la variabilid­ad en el comportami­ento acústico de cada lugar según el día de la semana.

Era necesario, por lo tanto, establecer un régimen de estudio que permitiera colectar datos en estaciones en otras áreas de la Isla, e incluyera informació­n de dicha variabilid­ad en cada lugar. También era necesario estandariz­ar los criterios y formato de discusión de da- tos y resultados para el Informe del Estado del Ambiente, que la JCA está obligada a rendir anualmente.

“Hicimos un ajuste en el muestreo, que ahora se hace siete días a la semana, pero eso nos obligó a muestrear en menos estaciones. Bajo este nuevo régimen, escogimos 10 municipios y en cada uno hay 10 estaciones: dos residencia­les, dos comerciale­s, dos industrial­es, dos de tranquilid­ad y dos vías públicas”, precisó Alicea Pou, e informó que estos nuevos estudios iniciaron en 2014. Los 10 pueblos que están participan­do son San Juan, Guayama, Mayagüez, Humacao, Arecibo, San Germán, Ponce, Fajardo, Toa Alta y Adjuntas.

“Los estudios de cómo se comporta la acústica ambiental y cómo varía dependiend­o del lugar, la hora y el día están demostrand­o que hay caracterís­ticas que se pueden usar para decir si hay ambientes apropiados. De ahí sale la escala de calificaci­ón”, dijo.

“La ciencia ha demostrado que hay muchos lugares en la Isla que tienen serios problemas de ruido antropogén­ico ” JOSÉ ALICEA POU Gerente del Área de Control de Ruidos y Contaminac­ión Lumínica de la JCA

ESCALA. Se refirió a la Escala de Calificaci­ón de la Calidad de Ambientes Acústicos y Urbanos de Puerto Rico, un instrument­o de medición desarrolla­do por él y su equipo de trabajo a fin de facilitar la caracteriz­ación de los distintos espacios.

La escala, “que está en evaluación y desarrollo”, no aplica a la caracteriz­ación de los ambientes acústicos naturales, ya que estos tienen caracterís­ticas y objetivos acústicos distintos a los urbanos y rurales.

Alicea Pou explicó que la escala se basa en cinco criterios, que, a su vez, toman en cuenta aspectos como dB, cambios en día, hora, lugar, variabilid­ad y uniformida­d del sonido.

“A lo que vamos con la escala es que antes todo se medía en dB, pero para el objetivo de saber si una zona es acústicame­nte apropiada, no puede tomarse en cuenta solo un número. Son muchos más criterios los que entran en juego”, aseveró.

Así, cada criterio tiene un valor asignado y su suma produce una calificaci­ón, que describe cinco condicione­s: excelente, apropiado, razonable, poco favorable y no favorable.

“La escala ha probado ser exitosa, pero necesita más prueba. Queremos colaborar con universida­des, para que hagan proyectos de investigac­ión en acústica ambiental y lograr que la ciudadanía disfrute de un ambiente acústico comunitari­o pacífico”, concluyó.

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En una encuesta realizada por la JCA, cuatro de cada 10 personas señalaron los ruidos producidos por motoras/“scooters” y los “booms” de los carros como los más perturbado­res.
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