Perros y dinosaurios
Mayra Montero Antes que llegue el lunes
No sé en qué paró la medida que se discutía en la Cámara de Representantes, a instancias de la Sociedad Protectora de Animales de los Estados Unidos, para esterilizar por ley, de manera masiva, a los perros y gatos en Puerto Rico.
Aparte de los ajustes que hubiera tenido que sufrir la medida, para adecuarla a la realidad económica de la Isla, la iniciativa era y sigue siendo magnífica.
No obstante, la cantidad de disparates que se dijeron o se escribieron contra ella, fue desoladora.
Se llegó a decir que si la medida se convertía en ley, se iban a extinguir los perros en la Isla. ¡A extinguirse nada menos, como dinosaurios!
De hecho, no estaría mal que se extinguieran un poco, y así se acabaría el sufrimiento; el nuestro y el de ellos. El nuestro, por tener que asistir al espectáculo de las jaurías hambrientas que pululan por la calle, perros moribundos en cualquier esquina, sarnosos y adoloridos. El de los animales, por motivos obvios.
Claro, hay gente a la que eso no le importa, y a menudo lamento haber nacido en el otro bando, en el de aquéllos cuyas vidas están marcadas por el sufrimiento de los animales.
Sin embargo, en los países más civilizados del mundo, donde existen leyes severísimas de esterilización y cuarentena, no se han extinguido perros ni gatos. Al contrario, los ciudadanos tienen un gran sentido de responsabilidad con sus mascotas.
Fieles a la costumbre de crear pánico y mal ambiente, determinados sectores que creían que la medida los podía afectar económicamente, llegaron a especular con que los concursos canófilos no iban a poder celebrarse, ya que implicaba que los perros que vinieran a concursar, tenían que ser esterilizados. Decir eso es propagar deliberadamente una barbaridad. Por supuesto que nadie va a pedirles a los dueños de unos perros que vienen de visita, a un evento concreto, en un ambiente controlado, que los castren antes de llegar a la Isla.
Otra de las grandes mentiras que se barajaron, es que se iba a afectar el turismo, ya que los visitantes no iban a traer a sus perros.
Pregunto: ¿cuántos turistas vienen a Puerto Rico con sus perros? Ninguno. Esto no es un lugar precisamente amigable con las mascotas, no se puede entrar a ningún lado con un perro. Aquí los turistas no traen a sus perros, más bien se los llevan. Se encuentran por la calle a un cachorro sufriente, golpeado, y ya no tienen corazón para dejarlo, con lo que las vacaciones se fastidian, porque hay que rellenar papeles, ponerle vacunas y comprarle un transportador. Los amantes de los animales, si vamos a descansar a un lugar, buscamos uno que no nos complique la vida ni nos amargue la existencia. Y sé por qué lo digo.
La mala prensa que tiene Puerto Rico respecto al trato que se les da a los animales, y la cantidad de perros y gatos realengos que hay por las calles, no es gratuita. Ahí está la llamada Playa de los Perros Muertos, que tiene fama hasta en Alemania, sin contar otros desastres noticiosos, como los hallazgos de cadáveres de perros, amontonados en lomas surrealistas, que aparecen cada dos por tres junto a las carreteras, debajo de los puentes o en casas abandonadas.
¿A quién corresponde la supervisión de las compañías encargadas de incinerar a los perros sacrificados en oficinas veterinarias, y también decenas de animales que sacrifican a diario en los albergues? Tengo el presentimiento de que eso está manga por hombro.
En los veterinarios, los clientes pagan —y mucho— por el servicio de “disposición” del cuerpo de un animal. Y en algunos casos, probablemente, esos animales son lanzados en bolsas por cualquier barranco. Es un delito ambiental y contra la salud que puede esclarecerse fácilmente. Hay formas de investigarlo, pero no se investiga.
La esterilización de perros y gatos en Puerto Rico es una necesidad ética. Sé que no se puede aprobar una ley de ese tipo si no se acompaña de proyectos itinerantes de esterilización, gratuitos o casi gratuitos. Los dueños de mascotas, especialmente en la zona rural, muchas veces no tienen cómo transportarse ellos, así que mucho menos pueden transportar a los perros y gatos para que los operen. Hay que llegar hasta esos barrios, facilitarles las cosas. Antes de poner en vigor la ley, podría haber un período de campaña intensa y esterilizaciones en masa, con el auspicio de la misma Sociedad Protectora que está impulsando la medida. Aquí a los únicos que puede afectar una ley como ésa es a los mercaderes que hacen parir a los animales en condiciones terroríficas; a los insensibles que quieren que sus perritas “paran aunque sea una vez” (imbecilidad frecuente), y a los dueños de los pitbulls que celebran peleas.
Parece mentira que los demás se opongan, viendo lo que se ve en la calle.
Se llegó a decir que si la medida se convertía en ley, se iban a extinguir los perros en la Isla. ¡A extinguirse nada menos, como dinosaurios!