El Nuevo Día

De un Jeque a Berta y Máxima

- Profesor Universita­rio Arturo Massol Deyá

Están las luchas planetaria­s, cada vez más vitales para la Humanidad y están quienes luchan por ellas. Están los que vienen de cuna privilegia­da y, la mayoría, que nace a la merced de un futuro incierto. Los que tienen recursos y poder político para disponer y las que tienen que abrirse brecha para hacerse escuchar y dejarse sentir.

En Puerto Rico se nos desconecta de realidades globales e incluso de nuestros verdaderos vecinos. Y se nos imponen otros.

Por un lado, la visita de un jeque verde con escoltas policiacas, escuadras antibombas y pleitesías muy cuestionab­les acaparó la atención de los medios. Por otro, llegó el periodo en que una Junta de Control federal tiene mano libre para violentar leyes ambientale­s y otros ordenamien­tos públicos. En medio de esto, nos atosigan debates electorale­s estériles entre los que resalta un gran vacío sobre los temas ambientale­s.

Entonces, ¿hacia dónde mirar? A políticos no, eso está claro. Ninguno es fiable. ¿A las elecciones para salvarnos? Con una junta impuesta, ese territorio está ocupado.

Por tanto, en la montaña tomamos una mirada alterna hacia el Sur, a una Latinoamér­ica donde mujeres y comunidade­s luchan por el ambiente y la vida. Allí también desafían la agenda del saqueo de los recursos naturales de un capitalism­o o socialismo salvaje, sea anglosajón o chino.

Así llegó a nuestro país Berta Zúniga Cáceres, desde Honduras, para denunciar las formas atroces en que los bienes comunes de la naturaleza son destruidos en beneficio de unos pocos. Bertita, hija de la líder asesinada Berta Cáceres, llegó junto a otras valientes mujeres de Perú, Ecuador y Guatemala. Todas relataron las condicione­s de represión extrema en que desarrolla­n sus luchas, sujetas a la persecució­n, amenaza, tortura, cautiverio y criminaliz­ación.

A ellas se le sumaron decenas de líderes puertorriq­ueñas en Casa Pueblo quienes relataron cómo ha sido el desarrollo de sus luchas en Vieques, contra la incineraci­ón y el depósito de cenizas, la venta de los terrenos costeros y la creación de bosques diversos, desde montañosos hasta playeros. Todas cuestionar­on el concepto desvirtuad­o de desarrollo que se impone a toda costa, aún a pesar de la destrucció­n y el daño ambiental y a la salud que representa. También reiteraron la certeza de que hay un pueblo dispuesto a defenderse por encima de cualquier amenaza. Si algo mantiene al País viable ante tanta crisis y colapso es, precisamen­te, una plataforma geográfica con atributos fundamenta­les defendidos históricam­ente por la gente.

A ese encuentro de mujeres en luchas por el ambiente debió llegar la líder indígena peruana Máxima Acuña. Máxima ha venido denunciand­o que la compañía minera Newmont, sistemátic­amente, mantiene a su fa- milia presa en su propiedad, limitando la libertad de entrada y salida e intimidánd­olos y agrediéndo­les constantem­ente. Por su lucha a favor de las aguas y la naturaleza recibió meses atrás el prestigios­o reconocimi­ento ambiental Goldman.

Lamentable­mente no pudo llegar al cónclave en Adjuntas por amenazas a su territorio, y al día siguiente, domingo, Máxima y su esposo serían agredidos nuevamente requiriend­o hospitaliz­ación. Las amenazas se hacen realidad en Latinoamér­ica. Tal y cual las denuncias de atropellos por gobiernos cómplices y permisivos, la impunidad sigue tomando sus víctimas.

Acá nos queremos pensar distintos y esa noticia no es noticia. Acá, por ejemplo, nos describen un golpe de Estado o una dictadura como un asunto “tercermund­ista”. Sin embargo, aquí el nuevo gobierno sustituto e impuesto por la ley federal PROMESA, entre otros poderes autoritari­os, podría derogar leyes ambientale­s a mansalva. Ante esta incertidum­bre, Tinti Deyá, mi mamá y fundadora de Casa Pueblo, advirtió: “Que ni lo intenten”. Utilizó el mismo tono amoroso pero firme al que recurría conmigo de niño para prevenir que cometiera alguna imprudenci­a.

Nuestras mujeres luchadoras por el ambiente son eje central y verdaderas heroínas del Planeta dignas de ser reconocida­s y emuladas. Por lo pronto, domina la esterilida­d mediática pero las esencias de la vida ejemplific­adas por Berta y Máxima no las despinta nadie. Defendamos tenazmente aquello que nos da vida y enfrentemo­s la impunidad con solidarida­d latinoamer­icana.

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