Trump: candidato atípico
Los Estados Unidos están estremecidos por un individuo que desafía al Partido Republicano. Trump es un demagogo, un payaso, que apela al pueblo conservador. Es malo, pero no el peor. Él cambia sus discursos a conveniencia. Se manifiesta en contra de los hispanos y enfatiza que para controlar la inmigración a través de México construirá un muro y los mexicanos tendrán que pagar por él. Tampoco quiere a los islamitas en el país, un grupo poderoso.
Su discurso le molesta a algunos, pero otros lo respaldan porque dice cosas que la mayoría quiere escuchar. Trump es un fanfarrón, y lo que dice no lo puede hacer porque no tendrá poderes absolutos. Cuando los padres de la nación crearon la constitución se cuidaron de establecer un sistema conocido como “frenos y contrapesos”, esto quiere decir que ninguna de las tres ramas, judicial, ejecutiva y legislativa, puede dominar a la nación. El presidente puede declarar guerra, pero necesita el aval de la legislatura. La legislatura y el ejecutivo pueden legislar, pero la Corte Suprema decide lo que es o no constitucional. Pero Trump ha retado con éxito al Partido Republicano. Los zares de la oligarquía republicana, que en cuanto a robarse elecciones tienen una larga historia, no han encontrado un mecanismo para detenerlo.
Trump no es de los peores que ha corrido para la presidencia. El miedo real no es a Trump, sino a que dentro de los próximos 10 años el grupo étnico dominante en ese país serán los latinos. Así que los irlandeses, italianos y judíos están temblando. Por eso aspiran que Trump los salve. La suerte está echada.
Cada 10 años los historiadores en los Estados Unidos realizan una encuesta para determinar quiénes han sido los mejores presidentes. Abraham Lincoln, siempre sale primero seguido, en forma intermitente, por Franklin Delano Roosevelt, Woodrow Wilson, Ronald Reagan, entre otros. De aquí en adelante la encuesta busca quién ha sido menos malo y afloran unos como Andrew Johnson, Benjamin Harrison, Calvin Coolidge y otros. Los padres de la nación, como Washington, Jefferson, Madison y Adams no entran en la consulta.