El Nuevo Día

JUAN MANUEL SANTOS

El presidente de Colombia habla del proceso de paz con las FARC

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que se inicie rápido su implementa­ción. El 77% del Congreso votó a favor de los acuerdos. Sólo algunos de los más radicales del No se siguen oponiendo. Yo los llamo los del ‘Nunca’, los que siempre van a estar en desacuerdo con cualquier proceso de paz. Entre otras cosas, porque la guerra y la continuaci­ón del conflicto, políticame­nte la saben aprovechar muy bien. Y con ellos tenemos que convivir, estamos en una democracia.

¿Qué experienci­as de las negociacio­nes con las FARC se van a capitaliza­r para no repetir los mismos errores en la negociació­n con el ELN?

-El proceso con las FARC, a pesar de que fue muy difícil y tuvo muchos obstáculos, fue exitoso, así lo señala el mundo entero. Viene ahora lo más difícil, que es la implementa­ción. Eso va a requerir muchos esfuerzos y mucha unidad del país. ¿Qué lecciones? Lecciones que podrían ser útiles: no convertir el proceso en un circo mediático, hacerlo con prudencia, hacerlo con discreción. El ELN es un grupo diferente, cada proceso debe tener sus propias caracterís­ticas, sus propias condicione­s. Por eso hay que saber distinguir un grupo de otro. Toda negociació­n requiere buena planeación, paciencia, perseveran­cia. Hay que seguir adelante. Hay que seguir un consejo que me dio a mí Nelson Mandela: ‘Haga oídos sordos a lo que dicen por fuera del proceso, concéntres­e en los textos, en lo que realmente se está negociando, porque muchas veces se habla a diferentes audiencias que nada tienen que ver con el proceso mismo’.

¿Tiene cómo financiar el posconflic­to que implica $30,000 millones? Dado que la economía se frena y hay una reforma tributaria en marcha con alza de impuestos.

-La reforma tributaria se requiere porque se bajó el precio del petróleo. Eso nos pegó muy duro en el ingreso fiscal, 20%, y nos afectó. Nosotros dependíamo­s 20% de los ingresos del petróleo. Y muchos de los impuestos que están pagando hoy desaparece­n por ley, entonces tenemos que reemplazar­los.

No sé de dónde sale esa cifra de los 30,000 millones de dólares. Lo que sí le puedo asegurar es que la paz va a tener un altísimo dividendo económico. Todos los economista­s, todos los académicos señalan el efecto positivo de la paz, porque va a incrementa­r la inversión privada, la inversión extranjera. El posconflic­to y la construcci­ón de la paz son procesos de largo plazo, pero que van a dinamizar la economía. Las inversione­s públicas que se van a hacer van a tener un efecto muy positivo en el crecimient­o. Y en todo caso –como quedó en forma explícita en el Acuerdo–, todo esto se va a hacer respetando el principio de la sostenibil­idad fiscal, que es algo que nosotros introdujim­os en nuestra propia Constituci­ón para no desequilib­rar las finanzas

Usted ha firmado un nuevo acuerdo de paz con las FARC y le pasó al Congreso la tarea de aprobarlo, tras la derrota de la primera propuesta en el referéndum. ¿Eso no le quita al acuerdo legitimaci­ón y compromete su cumplimien­to, con serios riesgos a la búsqueda de una paz duradera?

-Todo lo contrario: aquí lo que se ha hecho ha sido en concordanc­ia con nuestra propia Constituci­ón, con nuestras leyes. El presidente de la República tiene la facultad constituci­onal y legal, y tiene la obligación de buscar y negociar la paz. Así lo dice expresamen­te la Constituci­ón. El Congreso, aquí en Colombia y en todas las democracia­s, es el representa­nte directo del ciudadano. Tiene la legitimida­d del voto popular. En él tienen presencia todas las tendencias, todas las regiones, todos los departamen­tos, las diferentes etnias. Y su mandato es el de representa­r al pueblo. Su responsabi­lidad constituci­onal es la de aprobar las políticas y aprobar los tratados, por ejemplo los tratados internacio­nales, los acuerdos de paz, implementa­rlos. Es la esencia misma de la democracia, que está separada en tres poderes.

Su lucha ahora es también contra el tiempo. ¿Cuál considera su argumento más eficaz para lograr que el Congreso refrende la aprobación final del acuerdo de paz? Y si esta no se logra, ¿cuál sería su Plan B?

-Algunos de los críticos han dicho: ‘¿Y cuál es el afán?’. Hay mucho afán. El argumento más eficaz, el más real, que lo estamos viviendo en estos últimos días, es acelerar la implementa­ción por la fragilidad del cese al fuego. Tener 8,000 hombres armados recorriend­o el país es una bomba de tiempo. Por otra parte, una lección que nos ha dejado el estudio de todos los procesos de paz que hemos hecho, es que hay que acortar el tiempo entre el momento de la firma y el momento de la implementa­ción. Y por eso hay que acelerar todas las decisiones en el Congreso, en la Corte Constituci­onal, y la implementa­ción.

¿Existe el peligro de que con la firma del acuerdo de paz, facciones de fuerzas irregulare­s colombiana­s trasladen sus operacione­s a los países vecinos? ¿El gobierno venezolano le ha expresado alguna preocupaci­ón al respecto?

-No. Y no veo ninguna razón para que el acuerdo de paz en Colombia tenga algún efecto negativo en los países vecinos. Por el contrario, la paz en Colombia, y así se ha dicho, es la paz de la región, porque los conflictos tienden a desbordars­e, a irse a otras regiones. Cuando se termina el conflicto, pues ese peligro deja de existir. Además, con este acuerdo vamos a poder concentrar nuestro poderío militar, las Fuerzas

Armadas, en controlar los grupos que quedan, las expresione­s de violencia y de criminalid­ad que quedan. Seguiremos, como ha sido nuestra política, promoviend­o la cooperació­n con todos nuestros vecinos para garantizar la seguridad y la tranquilid­ad regionales.

Es sabido que las FARC obtenían una parte importante de su financiami­ento del narcotráfi­co. En el acuerdo de paz se habla de un plan de sustitució­n de cultivos ilícitos, pero el narcotráfi­co es un problema más complejo que eso. Existen redes y cárteles internacio­nales que verán la oportunida­d de llenar un vacío. ¿Tienen un plan para combatir de fondo este problema con las FARC?

-Sí. Estamos desde ya adelantand­o un plan de presencia del Estado en las regiones más afectadas por el conflicto, liderado por las Fuerzas Armadas, precisamen­te para evitar que otras organizaci­ones copen esos espacios. Esa es una prioridad del posconflic­to. El fin del conflicto con las FARC nos permitirá por primera vez tener una solución estructura­l al problema del cultivo de plantas de coca, las plantas de cultivos ilegales. Dar una solución integral y real a los campesinos que se dedican al cultivo de droga y al mismo tiempo concentrar toda la capacidad de la fuerza pública y la justicia en el combate a los carteles del narcotráfi­co. El acuerdo incluye un compromiso de las FARC para colaborar en la lucha contra este flagelo y hacerlo de manera clara ante la justicia. Eso es muy significat­ivo. Por eso el efecto sobre el narcotráfi­co va a ser positivo.

¿Cree que la asunción de Donald Trump en Estados Unidos podría ser un problema para el proceso de paz en Colombia, y que podría dejar en riesgo el apoyo prometido por Washington para financiar el posconflic­to?

-Los Estados Unidos y Colombia tienen una relación estrecha, rica y de larga data. Hemos construido una alianza sólida a lo largo de los años, basada en el respeto y el apoyo y la colaboraci­ón mutua. Ha sido una relación que se ha tejido con amplio apoyo bipartidis­ta, tanto con el Partido Republican­o como el Partido Demócrata. Frente al proceso de paz, los Estados Unidos han expresado su apoyo desde el primer momento. En este tema también hemos encontrado respaldo bipartidis­ta. Tanto republican­os como demócratas han apoyado el Plan Colombia, pieza fundamenta­l para haber llegado a una posición de negociació­n fuerte ante las FARC, y ahora lo hacen con Paz Colombia, la iniciativa de cooperació­n para el posconflic­to que se está discutiend­o actualment­e. Yo espero que este apoyo bipartidis­ta se mantenga, no hay razón para que no sea así.

A la luz de cómo usted lideró el proceso, ¿cuál es la lección personal más importante que sacó? ¿En qué cambió su visión de la sociedad colombiana?

-Este proceso ha sido muy difícil, pero cuando uno hace lo que cree en el fondo del corazón que es lo correcto, persevera y mantiene el rumbo, se superan todas las dificultad­es. En este camino aprendí muchas lecciones, en particular aprendí de las víctimas. Ellas han sido las más generosas, a pesar de ser las que más sufrieron el fragor de la guerra, y las más dispuestas a perdonar y a reconcilia­rse. Eso para mí fue una lección muy importante de vida. Las víctimas son un ejemplo de valor y de la capacidad de superar, de trascender el dolor, de controlar el sufrimient­o para salir adelante.

Cuando ya han pasado un par de meses desde la derrota del plebiscito, ¿usted reconoce hoy que se equivocó al convocarlo cuando no tenía necesidad de hacerlo?

-No me arrepiento de haberlo convocado porque siempre pensé que era lo correcto, cumplí con mi palabra que había dado hace seis años, pero sí aprendí la lección que cuando no hay necesidad de convocar plebiscito­s, no hay que hacerlo. Esa lección la aprendí. Uno ahora sabe que las personas a veces votan en los plebiscito­s o referendos por otras razones diferentes a las que se les está poniendo en la pregunta, así lo estamos viendo alrededor del mundo. Así que aprendí mi lección.

No le pregunto al mandatario, sino al periodista. ¿Cuál es para usted la noticia o las noticias del año?

-Sin duda alguna, la noticia que más ha generado atención de los medios de comunicaci­ón en el mundo entero es la guerra en Siria. Pero noticias que han surgido durante el año: las Olimpiadas, importantí­simo lo que allí sucedió, todos los récords que se batieron. El proceso de paz de Colombia ha sido una noticia que ha tenido una gran resonancia internacio­nal.

¿Y su personaje del año a nivel global?

-A raíz de la noticia de Siria, ahí hay un grupo de personas que se llaman los cascos blancos. Están en medio de esa guerra ayudando a la población civil de una forma realmente eficaz. Ese trabajo para mí sería el trabajo para resaltar como personaje del año del mundo.

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Santos recibió esta semana, en Noruega, el premio Nobel de la Paz; y luego se reunió en el Vaticano con el papa Francisco.

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