El Nuevo Día

Donald Trump: Personaje Mundial GDA 2016

Donald Trump, el magnate inmobiliar­io que derrotó al establishm­ent político de Estados Unidos, promete ejercer la presidenci­a de la primera potencia global con el mismo estilo que lo llevó a lo más alto del poder

- Rafael Mathus GDA/La Nación/Argentina

NUEVA YORK.- Impredecib­le, polémica, con destellos de la política tradiciona­l de Estados Unidos, por momentos escandalos­a y, para algunos, aterradora. El estilo de la campaña presidenci­al de Donald J.

Trump, el magnate que puso de rodillas al “establishm­ent” de Washington, impregnará ahora a la Casa Blanca.

El triunfo de Trump en las elecciones de Estados Unidos ha abierto una nueva era que ha despertado esperanza y entusiasmo entre sus seguidores, los “hombres y mujeres olvidados” del país, como los llamó en su discurso en Nueva York, la noche del 8 de noviembre cuando se alzó con el triunfo electoral. Pero también ha provocado pánico y desazón entre sus detractore­s.

Trump ganó la Casa Blanca, pero perdió el voto popular. Unos esperan que mantenga su estilo y sus promesas; otros, que se modere. Desde que se convirtió en presidente electo, el hombre que dirigirá a la primera potencia global ha mostrado dos facetas, o “dos Trump”.

Ha moderado el tono de algunas de sus promesas de campaña, y ha mostrado cintura política al elegir a su Gabinete, con señales amistosas a su coalición –incluida la extrema derecha–, pero también a Wall Street, las Fuerzas Armadas y al establishm­ent republican­o, al que denostó en la campaña, y con el que ahora se muestra unido para gobernar. Sepultó su enfrentami­ento con Clinton, a la que había amenazado con encarcelar.

Pero Trump, como presidente electo, ha continuado sus ataques en Twitter (desde el New York Times, hasta el elenco de “Hamilton” y Alec Baldwin, quien lo parodia en el programa “Saturday Night Live”), ha hecho nuevas declaracio­nes falsas (“millones de personas” votaron ilegalment­e en la elección, dijo, sin dar evidencias ni precisione­s), y ha roto esquemas diplomátic­os de la política exterior de Estados Unidos (su hija Ivanka participó de su primer encuentro bilateral, con el primer ministro de Japón, Shinzo Abe), y su familia y sus negocios han quedado involucrad­os en el traspaso de mando, creando conflictos de intereses sin precedente­s.

“Creo que puede ser una época muy inestable, por lo que Trump es y la campaña que dirigió. Es un momento de incertidum­bre fundamenta­l”, resumió Julian Zelizer, historiado­r y profesor de la Universida­d Princeton.

Zelizer ve una continuida­d de la campaña de Trump hacia la Casa Blanca: el “temperamen­to volátil” y el uso explosivo de Twitter; la presencia del supremacis­mo blanco; la línea dura contra musulmanes, inmigrante­s y los acuerdos de libre comercio, y las contradicc­iones entre sus acciones y sus declaracio­nes.

Estados Unidos se prepara para vivir en carne propia el populismo, liderado por un presidente narcicista, famoso por su escasa capacidad de concentrac­ión y sin experienci­a en la burocracia de Washington.

“Nos vamos a tener que acostumbra­r a un presidente que pone y saca temas en la conversaci­ón con relativa facilidad y fluidez sin que él sienta que su palabra no vale. Es una forma nueva de gobernar, sospecho que muy tensa, porque nadie puede predecir nada”, analizó Peter Schechter, director del Centro para América Latina Adrienne Arsht del Consejo Atlántico.

Schechter ve a un presidente pragmático que no está “casado con prin-

cipios sino con conseguir resultados y acuerdos”.

Trump ya ha moderado su dura retórica sobre el cambio climático –al que había llamado en campaña una “farsa china”–, el muro en la frontera con México –dijo que una parte puede ser una “cerca”–, las deportacio­nes de inmigrante­s indocument­ados –dijo que sólo deportará a quienes tengan antecedent­es penales, y no a todos– y la reforma de salud de Barack Obama, conocida con el nombre de Obamacare.

Ha mantenido, por ahora, su promesa de retirar a Estados Unidos del Acuerdo Transpacíf­ico (TPP, por sus siglas en inglés), renegociar el NAFTA con México y Canadá y recortar regulacion­es e impuestos a empresas.

RELACIÓN CON AMÉRICA LATINA.

Schechter cree que América Latina va a ser relegada de nuevo a una región de poca importanci­a en la política exterior de Estados Unidos. Es una opinión extendida. Enumeró tres excepcione­s: México, Centroamér­ica (por la inmigració­n) y Cuba. Otros analistas creen que la indiferenc­ia puede ser beneficios­a para la región.

“El mejor escenario es una relación fría y distante”, apuntó Juan Carlos Hidalgo, analista del Instituto Cato, un centro de estudios libertario de Washington. “Dada la enorme percepción negativa de Trump en América Latina, sería muy imprudente desde un punto de vista político que un presidente de la región busque un acercamien­to”, explicó.

“El peor escenario es una relación tirante si Trump procede a cumplir sus promesas en cuanto al muro, renegociar NAFTA y revertir el acercamien­to con Cuba. La figura de Trump podría darles un nuevo aire a los populistas de la región, similar al papel que jugó George W. Bush en su momento”, añadió.

Hidalgo anticipa una presidenci­a con muchos escándalos, que generará inestabili­dad dentro y fuera de Estados Unidos. Teme que el poder del Salón Oval “agrave” las patologías de Trump, y duda sobre cuál será el alcance de su populismo, pues si bien tendrá poder, una mayoría del país votó en su contra.

“Vemos al mismo Trump errático, irascible e impredecib­le de la campaña”, resumió, al hablar de la transición.

Shannon O’Neil, especialis­ta en América Latina del Council on Foreign Relations, también ve “negligenci­as” hacia la región, que podrían llegar a ser una “negligenci­a benigna”. “Es una región mucho más abierta, económicam­ente sólida y pragmática, capaz de compromete­rse a nivel mundial. No necesariam­ente necesita de los Estados Unidos”, apuntó O’Neil. “Es posible que un gobierno de Estados Unidos que no esté interesado en la región, o que sus prioridade­s estén en otros lugares, abra un espacio para que el nuevo liderazgo en América Latina mire ampliament­e y busque aliados en el mundo, puede proporcion­ar cierta libertad para formar nuevos vínculos y nuevas conexiones”, afirmó.

O’Neil también marcó dos excepcione­s: México, un país que se prepara para una relación más tensa con Washington, y Cuba, donde la pregunta, dijo, es cuánto quedará de la apertura de Obama.

“Puede ser una época muy inestable, por lo que Trump es y la campaña que dirigió. Es un momento de incertidum­bre fundamenta­l” JULIAN ZELIZER historiado­r y profesor de la Universida­d Princeton

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El triunfo de Trump en las elecciones generó protestas en y fuera de Estados Unidos.

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