Acertado y firme paso de Europa en el Caribe
La oficialización de la normalización de relaciones entre los estados miembros de la Unión Europea y Cuba tiene un impacto positivo para el Caribe, ya que propicia un marco de diálogo que, en el conjunto antillano, nos acerca a las iniciativas comerciales
Desde diciembre de 1996, hace justamente veinte años, existía lo que se ha denominado la “Posición Común” de los países europeos hacia Cuba, una serie de planteamientos que eran producto de la preocupación de ese continente hacia las limitaciones de los derechos humanos en la mayor de las Antillas.
Para 2001 y 2002 se empezaron a dar acercamientos para suavizar las diferencias, y el Consejo Europeo, con sede en Bruselas, sostuvo alentadoras conversaciones con el gobierno cubano. Nuevos eventos, sin embargo, dieron al traste con el diálogo que se estaba cuajando. El arresto de 75 disidentes en 2003, a pocos días de la visita de una importante delegación europea a La Habana, ocasionó grandes tensiones y conflictos diplomáticos entre la isla y el viejo continente; conflictos que se prolongaron durante años, con altas y bajas, y con encontronazos fuertes con países como Suecia.
La presencia comercial de algunos países europeos en Cuba, como España, Italia y Francia, se fortaleció a pesar de todo, y el impulso final para que se normalizaran las relaciones con Europa parece haber sido el restablecimiento de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.
La semana pasada, la alta representante para la Política Exterior de la Unión Europea, Federica Mogherini, y el ministro cubano de Asuntos Exteriores, Bruno Rodríguez, firmaban un “Acuerdo de Cooperación y Diálogo Político con Cuba”. Dicho acuerdo promueve, según Mogherini, “una asociación más cercana y constructiva”, lo que, en otras palabras, representa una apertura económica con muy probable impacto para todo el Caribe.
Es difícil separar, en términos geográficos, las implicaciones que tienen los avances de la mayor de las Antillas en el contexto general de la región. Aunque en ocasiones lo parezca, en el Caribe no estamos tan aislados como se supone, o por lo menos desde el exterior no nos percibe así. Al atraer una corriente turística y de inversiones hacia Cuba, la Unión Europea puede contrastar las cualidades regionales, en las que Puerto Rico podría despuntar como una pieza de interesantes perspectivas, entre ellas el resaltar su calidad de puente hacia los Estados Unidos.
Coincide este acuerdo de la Unión Europea con el desembarco de la tecnología de Google en Cuba. Google ha anunciado que se dispone a mitigar el rezago que padecen los cubanos con respecto al acceso al Internet. La empresa les promete velocidad y calidad en el acceso, sintonías indispensables para integrarse a la comunicación global.
Esa es una movida también conveniente a Puerto Rico, un país donde, a pesar de todos los problemas, el 90 por ciento de la población tiene telefonía celular, y alrededor de 700,000 hogares disfrutan de cobertura en Internet. Nuestra experiencia en ese campo, y la preparación que tienen nuestros técnicos, nos convierten en un referente esencial en la región.
La decisión de la Unión Europea pone igualmente presión al nuevo gobierno del presidente Donald Trump, que todavía no ha esbozado el carácter de su política hacia el Caribe, pero que es posible que transija con las iniciativas comerciales que apuntan desde los Estados Unidos hacia Cuba. La reapertura, en ambas direcciones, también depende de que el gobierno de Raúl Castro permita políticas de conciliación, lo mismo con la disidencia que con los países europeos con los que anteriormente tuvo importantes diferendos.
Puerto Rico debe estar más atento que nunca a los eventos allende sus fronteras. La creatividad en tiempos de crisis es la amplitud de miras y la sagacidad regional.