El Nuevo Día

Caldos únicos en el mundo

El vino de Madeira conquista los paladares con su sabor único y su caracterís­tica longevidad

- Texto Paula Fernández ●EFE Reportajes

Las referencia­s históricas apuntan a que el primer vino de Madeira data de mediados del siglo XV, algunas décadas después de que los portuguese­s llegaran al archipiéla­go.

La localizaci­ón estratégic­a de este conjunto de islas las convirtió durante la época de los descubrimi­entos en una parada obligatori­a para los barcos que viajaban hacia América.

Fueron precisamen­te esos largos viajes marítimos de explorador­es los que dotaron al vino de Madeira de la longevidad, el frescor y la acidez caracterís­ticos por los que se le conoce hoy día, ya que los productore­s maderiense­s empezaron a añadir destilado de uvas para evitar que los caldos se estropeara­n durante la travesía.

Sin embargo, pronto descubrier­on que el bamboleo y las altas temperatur­as a las que estaba sometido durante el viaje dotaban al vino de un sabor único -que se empezó a conocer como “vinho da roda”- y decidieron recrear ese mismo proceso en tierra firme.

En la actualidad son reconocido­s por su sistema de vinificaci­ón único en el mundo, en el que los caldos son calentados a altas temperatur­as por grandes períodos de tiempo mediante un método conocido como “estufagem” y son sometidos a ciertos niveles de oxidación.

Gracias a esta técnica, los vinos de Madeira están considerad­os uno de los más longevos que existen y pueden conservar intactas sus propiedade­s incluso meses después de abrir la botella.

“El vino de Madeira se destaca por su autenticid­ad, su longevidad y su resistenci­a (...) Al contrario de otros vinos, que tienen como enemigo al oxígeno, el de Madeira está habituado a lidiar con este condiciona­nte en todo su proceso de producción”, explicó a Efe un portavoz del Instituto del Vino, el Bordado y la Artesanía de Madeira (IVBAM).

Esta entidad pública, que se encarga de promociona­r la tradición vinícola de la región, recuerda que “las condicione­s par- ticulares de la isla como la orografía, el suelo y el clima también tienen un gran impacto a la hora de definir los caldos que se elaboran”.

Precisamen­te, la orografía accidentad­a, el suelo de origen volcánico, la proximidad con el mar, y su clima suave y extremadam­ente húmedo, marcan las peculiarid­ades de la isla, donde las viñas se sitúan en bancales regados por un impresiona­nte sistema de canales de más de 120 millas de longitud, denominado­s “levadas”.

De la superficie total de la principal isla del archipiéla­go, la propia Madeira, 500 hectáreas están ocupadas por viñedos que producen castas como Sercial, Verdelho, Boal, Malvasia y Tinta Negra.

“Es un vino que habla más de castas y menos de estilos, ya que su frescura procede de la acidez típica de las variedades de uvas y del clima suave de la isla”, señaló Humberto Jardim, director de una de las principale­s compañías vinícolas de Madeira, Henriques & Henriques.

Esta firma, afincada en el municipio de Câmara de Lobos, procede de una familia de latifundis­tas que tradiciona­lmente comerciali­zaba las uvas producidas en sus tierras con clientes ingleses y, actualment­e, es la única empresa del sector que tiene viñedos en propiedad, de los que procede una parte significat­iva de sus caldos.

Gran parte de los vinos de Henriques & Henriques abandonan el territorio de Portugal, como ocurre con cerca del 80 % de toda la producción vinícola de Madeira, que está destinada a la exportació­n.

“Es un producto con elevado prestigio en algunos mercados internacio­nales y parte de ellos se mantienen fieles desde los primeros años de exportació­n”, explican desde el Instituto.

Los vinos maderiense­s acumulan año a año distincion­es en galardones tan destacados como el Internatio­nal Wine Challenge de Londres, los Monde Selection de Bruselas o los premios que entrega la revista británica “Decanter”.

“Ha recibido críticas muy positivas, tanto por parte de los periodista­s como por expertos, blogueros y otras entidades del sector”, destacó el portavoz del IVBAM.

Más de cinco siglos después, el vino de Madeira vuelve a embarcarse en un viaje en alta mar para conquistar todos los rincones del mundo.

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El sistema de vinificaci­ón de Madeira, único en el mundo, consiste en calentar los caldos a altas temperatur­as.

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