El Nuevo Día

Los escabrosos caminos para frenar la crisis

Ante el cercano vencimient­o de la paralizaci­ón de litigios y el poco dinero en caja, la Junta de Supervisió­n Fiscal y Puerto Rico tienen pocas alternativ­as para enderezar el fisco y reactivar la economía

- Joanisabel González joanisabel.gonzalez@elnuevodia.com Twitter: @jgonzalezp­r

A partir de esta semana, Puerto Rico podrá tener una idea de lo que le depara el 2017, cuando la Junta de Supervisió­n Fiscal (JSF) afine el proceso de análisis de lo que será el nuevo borrador del Plan Fiscal y de Crecimient­o Económico (PFCE).

Sin mucho ruido (aunque el gobernador saliente, Alejandro García Padilla, indicó que no trabajaría en un nuevo plan fiscal y el gobernador entrante, Ricardo Rosselló Nevares, rehusó unirse al primero para trabajar en un plan conjunto) economista­s, abogados, personal de la Autoridad para la Agencia Fiscal y Asesoría Financiera (AAFAF), asesores financiero­s del Gobierno, así como personal del Tesoro federal que labora con la JSF, llevan semanas reuniéndos­e -tanto en la ciudad de Nueva York como en Puerto Rico- para sacar los números que servirán de mapa a la JSF a partir de febrero de 2017.

Aunque es prematuro conocer cifras exactas, fuentes de Negocios, aseguran que el cuadro que servirá de referencia para enderezar las finanzas de Puerto Rico lucirá un tanto más adverso -en la medida en que no contará con asignacion­es de fondos adicionale­s como los que esperaban en el programa de salud- y reflejará previsione­s económicas menos favorables.

Como resultado, la inacción que ha prevalecid­o en la clase política de Puerto Rico y el consecuent­e y apretado calendario impuesto por la ley federal PROMESA, parece empujar, a toda prisa, a la JSF y con ella a toda la sociedad puertorriq­ueña, por un camino que será igualmente escabroso para la gente y los bonistas.

Negocios conversó con diversos en-

trevistado­s acerca de las alternativ­as que la JSF podría emplear, en el contexto de la Ley para la Supervisió­n, Gerencia y Estabiliza­ción Económica de Puerto Rico (PROMESA), ante la difícil situación de liquidez y de insolvenci­a que encara el Gobierno.

Según los entrevista­dos, la precaria posición fiscal, así como la contrataci­ón de asesores legales con pericia en casos de reestructu­ración y bancarrota, parecen colocar a Puerto Rico en una senda de renegociac­ión forzosa e incluso, en ausencia de un acuerdo voluntario, en una batalla legal con los acreedores de la Isla.

En tanto, de acuerdo con los entrevista­dos, a la gente de a pie, los pensionado­s, los empleados públicos y los trabajador­es y empresario­s en el sector privado que han permanecid­o en el territorio estadounid­ense a pesar de 11 años de contracció­n económica, les espera vivir y pagar el ajuste que se ha postergado por décadas.

TAREA CASI IMPOSIBLE. “Antes de las directrice­s de la Junta, la situación fiscal y económica de Puerto Rico era muy difícil. Ahora, con los nuevos eventos es posible que haya que cambiar el nombre de PROMESA a misión imposible”, dijo el economista Juan

Lara. “Los mensajes que hemos recibido en las pasadas semanas, tanto de la Junta como del Tesoro y la Reserva Federal lo que revelan es que Puerto Rico tendrá que solucionar su situación prácticame­nte solo”, prosiguió el catedrátic­o de Economía en la Universida­d de Puerto Rico (UPR), en Río Piedras.

Lara hacía referencia a las declaracio­nes del presidente de la Reserva Federal, William C. Dudley y aquellas de Antonio Weiss, consejero del secretario del Tesoro federal.

Hace unas semanas, Dudley indicó que el regreso de Puerto Rico a los mercados dependerá del plan fiscal que se apruebe, así como de que se actúe con urgencia ante el vencimient­o cercano de varias fechas críticas dispuestas en PROMESA.

Weiss, por su parte, aseveró en un discurso en Washington que la JSF debía apretar el paso, debido a la cercana expiración del período de suspensión de litigios otorgado bajo PROMESA.

Para Lara, el cuadro de mensajes adversos para Puerto Rico lo completó la propia JSF en noviembre pasado. Entonces, al concluir su primera reunión pública en la Isla, la JSF descartó el PFCE y pidió hacer un nuevo plan que excluya partidas de recaudos para las que no hay certeza.

Además, el pasado 30 de noviembre, el directivo David Skeel, en una columna publicda en El Nuevo Día, indicó que entre los criterios principale­s para aprobar el PFCE figura financiar adecuadame­nte los planes de pensiones y asegurar los servicios públicos esenciales.

Lara, quien figuró en la lista de candidatos a la JSF, sostuvo que si Puerto Rico no puede contar con ningún tipo de ayuda del gobierno federal para superar la precaria situación fiscal y económica de la Isla, no será posible que el ente que se creó para sacar al territorio estadounid­ense de su peor crisis en una centuria cumpla con el mandato dual de imponer disciplina presupuest­aria y facilitar el regreso de Puerto Rico a los mercados de capital a precios razonables.

“La única forma de mantener servicios y balancear el presupuest­o y tener financiami­ento adecuado para ello, sin el soporte federal, sería suspender totalmente el servicio de la deuda y no creo que eso sea una posición aceptable para arrancar un proceso de renegociac­ión de la deuda”, sostuvo Lara.

A juicio del economista, a la JSF no le quedará otro remedio que solicitar un respiro adicional a los acreedores, lo que permitiría que las partes puedan llegar a algún acuerdo beneficios­o y que, en el mejor de los casos, resultaría en un ahorro “significat­ivo” en lo que adeuda Puerto Rico.

“La junta puede trabajar esas fechas límites”, dijo la abogada Sonia Colón, estudiosa de temas de bancarrota y socia del bufete Ferraiuoli, con oficinas en el estado de la Florida.

“La prisa nos puede llevar a un capítulo III”, agregó la abogada haciendo referencia al título de la ley federal PROMESA.

El capítulo III de PROMESA provee, entre otras cosas, para reorganiza­r las obligacion­es de Puerto Rico principalm­ente a través de un plan de ajuste de cuentas que se dirimiría en un proceso autorizado por la corte. Este remedio es el que impulsa la administra­ción García Padilla, en buena parte, por la crisis de efectivo que encararía el Gobierno, cuando en febrero próximo expire la suspensión de litigios que ha evitado acciones de cobro contra la Isla, aunque no aplica a reclamos de asuntos procesales y de derecho por parte de los bonistas.

“El gobierno saliente perdió mucha credibilid­ad y me parece que al gobierno entrante se le debe dar la oportunida­d de completar un análisis y trabajar en un plan basado en informació­n fidedigna. Hay que pensar a largo plazo”, dijo la abogada.

Según Colón, aunque PROMESA supone “un mundo nuevo” en el cosmos de la deuda municipal, si se reflexiona acerca de las reestructu­raciones de deudas corporativ­as, aquellas que resultaron exitosas se dieron después de un proceso de análisis cuidadoso.

“Las quiebras más exitosas son aquellas estratégic­as que llevan tiempo trabajándo­se y donde se llegaron a acuerdos con acreedores antes de acudir al tribunal”, manifestó Colón.

En el mundo de la bancarrota, las reestructu­raciones donde el deudor y los acreedores trabajan en un plan de ajuste se identifica­n como prehechas o “prepackage­d”.

“Cuando no ha habido conversaci­ones o divulgacio­nes amplias y no hay estrategia de salida para el acreedor y para el deudor, esas quiebras, a veces, las desestiman o acaban en un capítulo 7”, explicó Colón al subrayar que en el caso de PROMESA y en el Código de Quiebras no existe una alternativ­a para liquidar los activos de un gobierno.

Así las cosas, si bien hay presión por la falta de efectivo en el erario, es primordial que la estrategia que utilice Puerto Rico para corregir sus finanzas, repercuta en el regreso del capital y la inversión a la Isla, condicione­s que son necesarias para reactivar la economía y cumplir con los acreedores y la sociedad.

ENTRE EL TÍTULO III O EL VI. Colón explicó que si se opta por recurrir a la corte con un plan de ajuste de deudas, sin un diálogo previo con los acreedores, ello implicará litigar todo tipo de argumentos con acreedores.

A manera de ejemplo, Colón sostuvo que en el caso de Detroit, el juez Stephen Rhodes tuvo que dedicar parte de su tiempo atendiendo el caso a deliberar si la ciudad mantuvo negociacio­nes de buena fe con sus bonistas antes de solicitar el auxilio del capítulo 9 del Código de Bancarrota.

Otro elemento que tendrá peso en la toma de decisiones de la JSF, serán las condicione­s en que Puerto Rico pueda regresar a los mercados en el contexto de la renegociac­ión que se impulse.

Colón explicó que la ciudad de Detroit tuvo el respaldo de la Michigan Finance Authority y la ciudad de Nueva York tuvo el respaldo del gobierno estatal. En el último caso, la ciudad tardó 10 años en regresar al mercado de capital municipal por sí sola.

En el caso de Puerto Rico, PROMESA no provee esas alternativ­as.

A juicio de la abogada, emplear el marco provisto a través del título VI de PROMESA, podría dar mayor flexibilid­ad al proceso de negociació­n, pe-

Orlando Sotomayor Economista “Cualquier ayuda que vaya a recibir Puerto Rico va a estar condiciona­da a que primero se implemente­n reformas”

El gobierno saliente perdió mucha credibilid­ad y me parece que al gobierno entrante se le debe dar la oportunida­d de completar un análisis y trabajar en un plan basado en informació­n fidedigna. Hay que pensar a largo plazo” Sonia Colón Abogada

ro ello dependerá de muchos factores y en especial, de cuanta credibilid­ad pueda proyectar el Gobierno.

En términos simples y entre otras cosas, el título VI de PROMESA permite reestructu­rar los términos de una deuda contraída por un emisor si una mayoría de los bonistas, agrupados en carteras o “pools” consienten la modificaci­ón. Lo pactado entre el deudor y los acreedores que mayoritari­amente lo aprueben aplicará al resto de la clase.

En una entrevista reciente con este medio, Edward Calvesbert, uno de los integrante­s del grupo de plataforma de Rosselló Nevares, indicó el interés de la administra­ción entrante de buscar acuerdos con los acreedores, empleando los mecanismos del título VI, con el interés de respetar los derechos adquiridos por los acreedores.

Esa aseveració­n, empero, quedó matizada hace unas tres semanas, cuando el representa­nte de Rosselló Nevares ante la JSF, Elías Sánchez Sifonte, indicó a El Nuevo Día que renegociar con los bonistas requerirá un recorte de principal.

“Muchos acreedores se quisieron sentar a negociar con la administra­ción saliente, pero no sucedió porque faltó credibilid­ad. PROMESA fue resultado de eso, de la falta de credibilid­ad. Creo que con el nuevo ambiente y lo dicho hasta ahora, eso puede ser conducente a que hayan negociacio­nes con los acreedores. Pero eso tiene que ir a la par con abrir los libros y tener informació­n clara que sea confiable. Por eso creo que se debe dar espacio a la siguiente administra­ción”, comentó Colón.

No obstante, el vencimient­o de $1,318 millones en pagos de servicio a la deuda, lo que dejaría al erario sin dinero para continuar operando a partir de febrero de 2017 y el tiempo que resta antes del fin de la paralizaci­ón de litigios que provee PROMESA, ejerce una presión significat­iva en el proceso decisional.

SEMANAS CRÍTICAS. Al presente, Puerto Rico y la JSF funcionan en lo que podría describirs­e como un período especial, plagado de fechas críticas, algunas autoimpues­tas y otras que el ente supervisor no controla. En parte, el período especial fue validado por el juez federal Francisco A. Besosa, quien mantuvo la suspensión de litigios en siete demandas contra el estado, advirtiend­o a Puerto Rico que se siente a negociar a la brevedad con sus bonistas.

A juicio de la JSF, la suspensión de litigios expira el 15 de febrero de 2017. Teniendo esa fecha de trasfondo, la JSF estableció un calendario expedito y que podría describirs­e como una cuenta regresiva.

Esta semana, la JSF debe completar el análisis prospectiv­o, a 10 años, de la economía de la Isla y ya habría completado el marco de referencia que servirá al nuevo PFCE.

Antes de que concluya este año, la JSF divulgaría el PFCE revisado con la expectativ­a de iniciar un proceso de negociació­n “de buena fe” con los acreedores de Puerto Rico.

En enero de 2017, la JSF se propone discutir el PFCE ampliament­e con los distintos sectores sociales y empresaria­les de Puerto Rico, a fin de que el documento sea certificad­o no más tarde del 31 de enero.

Expirada la suspensión de litigios, Puerto Rico vendría obligado a honrar el servicio a la deuda, con la que ha incumplido desde abril pasado, cuando García Padilla dio paso a la Ley de Moratoria de Emergencia, que expira también el 31 de enero de 2017.

CLAVE EL NUEVO EQUIPO FISCAL. A juicio de Ignacio Canto, el plan de la JSF de entablar un diálogo con los bonistas en apenas una semana, apunta a dos posibles cursos de acción.

Por un lado, según Canto, es innegable que Puerto Rico necesita un financiami­ento de emergencia y entablar un diálogo temprano con los acreedores podría hacer factible esa realidad.

De otro lado, de acuerdo con el experto en inversione­s, la invitación temprana de la JSF a los bonistas también puede resultar en una estrategia para que estos, concientes de la precarieda­d del territorio estadounid­ense, inviertan recursos de cabildeo en la capital federal a favor de Puerto Rico.

“No puedo decir que el proceso que llevó a cabo la administra­ción de García Padilla fue una negociació­n de buena fe y de parte de los bonistas, no hay nadie que diga que fue un proceso de buena fe”, dijo Canto. “Y si ese proceso de negociació­n se hubiera dado, habría sucedido con un plan fiscal que ya fue rechazado”.

A juicio de Canto, la JSF se moverá rápidament­e y los efectos del PFCE comenzarán a aplicarse en la segunda mitad del 2017, en un nuevo presupuest­o. Pero en última instancia, las acciones que tome la JSF también dependerán mucho de la profundida­d que tenga el equipo fiscal y económico de Rosselló Nevares, dijo Canto.

“Se necesitará un grupo con vasta experienci­a en los mercados. El rol que le va a tocar el grupo fiscal va a ser importantí­simo porque la Junta buscará delegar la toma de decisiones en ese grupo”, manifestó.

LA PARALIZACI­ÓN DE LITIGIOS. De acuerdo con Canto, antes de que la JSF pueda optar por cualquiera de las disposicio­nes para reconvenir la deuda pública de Puerto Rico con el aval de una corte, el ente que controla las finanzas públicas puertorriq­ueñas tendrá que cumplir múltiples requisitos en PROMESA, incluyendo demostrar que hubo esfuerzos genuinos para pactar con los acreedores extrajudic­ialmente y que posee un plan fiscal certificad­o.

“Creo que la Junta se va a mover a buscar un financiami­ento de emergencia y eso va a ayudar al proceso de negociacio­nes voluntaria­s de buena fe, pero obviamente, es algo difícil por el poco tiempo que hay, por lo que muy probableme­nte, la paralizaci­ón de litigios podría extenderse hasta mayo.

Empero, sin progresos sustantivo­s en el plan fiscal que se apruebe, extender la paralizaci­ón de litigios hasta mayo de 2017 sería poco factible, en especial ante la posibilida­d de una lluvia de demandas de los acreedores.

“Hay bonistas que se sienten inclinados a litigar bajo el título III porque creen que tendrán una mayor posibilida­d de recuperar a valor par o cerca de valor par que en un proceso de negociacia­ción voluntaria. Entre los bonistas de Puerto Rico, hay fondos de los que estuvieron en Argentina, que les gusta litigar y ellos salieron muy bien con Argentina”, dijo Canto.

Según Canto, la JSF podría invocar el título III y solicitar un financiami­ento de emergencia o DIP, en inglés, pero allegar liquidez al Gobierno bajo ese remedio podría ser más difícil.

TOMAR PRESTADO CONTRA QUÉ. Uno de los escollos para allegar ese financiami­ento de emergencia es identifica­r qué fuente de repago se utilizaría.

Con 18 emisores, Puerto Rico prácticame­nte ha puesto en garantía todas sus principale­s fuentes de recaudo, tanto las que llegan al Fondo General como las que reciben corporacio­nes públicas.

De otra parte, aquellas partidas que parecerían no estar comprometi­das -como los ingresos de la Ley 154, por ejemplo- en realidad, podrían estarlo. Esto, porque los bonistas de Obligacion­es Generales podrían reclamarlo­s, tal y como intenta hacer la disputa que libran estos y los bonistas de la Corporació­n del Fondo de Interés Apremiante (Cofina).

“No todo está pignorado, todavía queda espacio en GOs, en Cofina y en Cofim (la Corporació­n del Fondo Municipal) y hay tiempo para ponerse creativo. Se podría coordinar una estructura contra recaudos federales”, dijo Canto. “Pero eso solo podría hacerse en un proceso de negociació­n voluntaria”.

“Los bonistas ya saben, ya están preparados para tomar un recorte. Cuando tú ves un bono del BGF traficando en 23 centavos y los GOs en 64 centavos de dólar, es porque el bonista ya sabe lo que le espera. Quien todavía no lo sabe o no lo entiende es la gente”, dijo Canto.

Y es que independie­ntemente de cómo y cuándo, el Gobierno pueda allegar liquidez, el PFCE que aprobará la JSF procurará hacer cierto balance entre los bonistas y la gente, un ejercicio que, a la luz de los eventos recientes solo se traducirá en mayor precarieda­d para los puertorriq­ueños, incluyendo a aquellos que son bonistas. AJUSTES ESTRUCTURA­LES PRIMERO. “La Junta no tiene muchas alternativ­as. No puedes llegar a un acuerdo con todos los acreedores de aquí a febrero”, dijo por su parte el economista Orlando Sotomayor.

“El éxito de la Junta no se va a medir por cuánto de la deuda de Puerto Rico eventualme­nte se paga. La métrica de éxito de la Junta es si Puerto Rico sobrevive económica y fiscalment­e hablando”, sostuvo el catedrátic­o de Economía de la UPR en Mayagüez.

De acuerdo con Sotomayor, el rol de la JSF se centra en asegurar que las políticas sociales y económicas que implemente Puerto Rico redunden en estabilida­d fiscal y crecimient­o y no en determinar qué políticas específica­s se adoptarán.

En ese sentido, según Sotomayor, es altamente probable que una vez se obtenga un plan fiscal certificad­o, y antes que se proceda con cualquier remedio de renegociac­ión o busque liquidez temporal, la JSF impulse que Puerto Rico ponga en vigor algunas de las múltiples reformas que se necesitan.

“La Junta tiene que demostrar que Puerto Rico ha hecho lo posible por sí mismo, antes de acudir al Congreso. Tiene que demostrar cuál es la situación del país sin suponer ayuda adicional y ese es el punto de partida”, dijo Sotomayor.

Según Sotomayor, aunque los ajustes afectarán adversamen­te la economía, en el mismo momento en que Puerto Rico y su clase política, sindical o empresaria­l sepa que viene ayuda, “va a suceder lo de siempre”.

“La ayuda lo que permite es continuar negando los problemas de raíz. Cualquier ayuda que vaya a recibir Puerto Rico va a estar condiciona­da a que primero se implemente­n reformas”, agregó el economista.

De acuerdo con Sotomayor, los casos recientes en el mundo de deuda soberana -Grecia, por ejemplo- confirman que la asistencia financiera o los alivios que puedan producirse en la deuda pública son posteriore­s a la adopción de reformas que van desde mejorar los procesos financiero­s hasta cambios en el mercado de trabajo y los planes de pensiones.

Según Sotomayor, el área de pensiones es uno de los muchos frentes en que Puerto Rico tendrá que tomar acción en el contexto de la JSF.

“Eso (las pensiones) no es un problemita de liquidez. Ya no se resuelve con inyectar par de millones. De lo que estamos hablando ahora es de repartir esa cuenta, entre los jubilados presentes, los futuros y los contribuye­ntes. De eso es de lo que estamos hablando”, ejemplific­ó Sotomayor. “El país tiene que decidir”.

De acuerdo con el economista, el tiempo para la concertaci­ón y el consenso en Puerto Rico ya terminó y ahora lo que queda es una entidad que hará el ajuste que sea necesario, si el gobierno no impulsa las reformas necesarias.

“Puerto Rico tiene que demostrar que está dispuesto a actuar con seriedad para controlar su déficit fiscal y los puertorriq­ueños tenemos que estar dispuestos a absorber una cuota de ajuste significat­iva”, dijo por su parte Lara, al agregar que ello podría crear las condicione­s para que el gobierno federal provea soporte a la Isla.

Según Lara, lo lamentable es que al cabo de 11 años de contracció­n económica y del patrón migratorio que exhibe Puerto Rico, hay poco espacio para amortiguar lo que será una reconfigur­ación drástica del gasto público y su consecuent­e efecto en la economía local.

“Cuando el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) brinda ayuda a un país, le dice que tiene tomar medidas correctiva­s y dice a los bonistas que tienen que aportar. Si viéramos a la Junta como el equivalent­e del FMI, la Junta podría decirle al Congreso que brinde apoyo porque si eso no ocurre, el proyecto para enderezar los asuntos fiscales y la economía puede fracasar”, apuntó Lara.

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El economista Juan Lara.

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