El Nuevo Día

La Junta en su laberinto

- Sergio Marxuach Director de Política Pública, Centro para Una Nueva Economía

“La idea de que la implementa­ción de políticas de austeridad tiene efectos positivos en el crecimient­o económico ha tenido una larga vida a pesar de toda la evidencia que indica lo contrario”

Jorge Luis Borges, en “El jardín de senderos que se bifurcan”, narra la historia de Ts’ui Pên, un chino erudito que se retira a “escribir un libro” y “construir un laberinto.” Al morir éste deja como legado varios “manuscrito­s caóticos”. Con el paso del tiempo un profesor descifra el enigma: el libro y el laberinto eran un solo objeto. En su libro, Ts’ui Pên —en contraste con una narrativa tradiciona­l donde una persona enfrentada con diversas alternativ­as “opta por una y elimina las otras”— opta simultánea­mente por todas y “crea, así, diversos porvenires, diversos tiempos, que también proliferan y se bifurcan”. En esencia “todos los desenlaces ocurren; cada uno es el punto de partida de otras bifurcacio­nes”.

De igual manera, los encargados de redactar un plan fiscal a diez años para Puerto Rico comienzan en el mismo lugar que Ts’ui Pên: enfrentand­o una infinidad de porvenires posibles. Pero, a diferencia de Ts’ui Pên, no pueden optar simultánea­mente por todas las alternativ­as. Los autores tendrán que analizar cómo interactúa­n diversas variables económicas, financiera­s, fiscales y sociales, y escoger un sendero fiscal, entre los múltiples que son factibles, sabiendo que su decisión será a su vez -a través de los efectos en la economía de Puerto Rico- el punto de partida de otros senderos y bifurcacio­nes fiscales.

El problema es que no existe una metodologí­a puramente tecnocráti­ca, libre de una carga ideológica o filosófica, para determinar si se le otorga prioridad al crecimient­o económico, a eliminar el déficit estructura­l, al pago de la deuda pública, a mantener los servicios públicos esenciales, incluyendo el seguro de salud del Gobierno, o al pago de las pensiones. Es por eso que en el Centro para una Nueva Economía (CNE) hemos elaborado, partiendo desde nuestra visión y entendimie­nto de la economía de Puerto Rico, algunos principios para la preparació­n del plan fiscal.

El 15 de noviembre enviamos una carta a la Junta de Control Fiscal describien­do esos principios, los cuales resumimos a continuaci­ón.

UN PLAN FISCAL TRANSPAREN­TE. La médula del plan fiscal es un escenario base, que a su vez es función de unas proyeccion­es de crecimient­o económico. Este escenario asume que no hay cambios en las leyes o políticas fiscales existentes. El objetivo es establecer un marco de referencia para estimar el impacto de diversas propuestas de política pública. Por tanto, es extremadam­ente importante que el modelo económico utilizado para generar el escenario base se haga público y que las premisas utilizadas para su preparació­n se expliquen y justifique­n adecuadame­nte.

CRECIMIENT­O ECONÓMICO DEBE SER

EL OBJETIVO PRINCIPAL. Un crecimient­o económico robusto es la clave para sufragar los servicios gubernamen­tales, pagar las pensiones, y para la sostenibil­idad de la deuda pública. El segundo paso, por tanto, debe ser el diseño de una estrategia de crecimient­o a mediano plazo que identifiqu­e sectores donde Puerto Rico tiene, o pudiera tener, una ventaja comparativ­a y las reformas estructura­les necesarias para generar crecimient­o. El impacto de esas intervenci­ones de política pública se puede medir entonces en relación al escenario base. Idealmente, se escogerían políticas que aumenten la inversión, creen empleos nuevos, incremente­n el ingreso personal, generen un aumento en los recaudos gubernamen­tales y produzcan un balance primario positivo (antes de pagar interés y principal) que servirá de punto de partida para negociar con los acreedores.

HAY QUE EVITAR OTRA

RENEGOCIAC­IÓN DE LA DEUDA. Una vez se determina el balance primario estimado para los próximos diez años, se compara esa cantidad con el servicio de la deuda (para ese mismo periodo de tiempo) que depende de impuestos para su repago (las corporacio­nes públicas se excluyen ya que éstas generan sus propios ingresos) y se calcula la quita necesaria para asegurarno­s con un alto grado de probabilid­ad, digamos 95%, que la deuda se podrá pagar sin tener que tomar préstamos nuevos y que no será necesario renegociar­la en el corto plazo. Este último punto es importante; varios estudios han determinad­o que en más del 50% de las reestructu­raciones de deuda durante los últimos 40 años ha sido necesario renegociar los términos dentro de un periodo de cinco años. Este resultado no solamente es subóptimo sino que también retrasa la recuperaci­ón económica al generar un alto grado de incertidum­bre.

EVITAR O MINIMIZAR LAS POLÍTICAS

DE AUSTERIDAD. La idea de que la implementa­ción de políticas de austeridad tiene efectos positivos en el crecimient­o económico ha

tenido una larga vida a pesar de toda la evidencia que indica lo contrario. Tan recienteme­nte como el 2010, economista­s de la división de investigac­ión del Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) cuestionar­on la sabiduría de imponer políticas de austeridad a países que atraviesan por una crisis fiscal o financiera. Por ejemplo, el World Economic Outlook de octubre de 2010, incluye un análisis que concluye que en países afectados por una crisis fiscal “un recorte en el gasto gubernamen­tal igual a 1% del PNB reduce la demanda doméstica aproximada­mente por 1% y aumenta la tasa de desempleo por 0.3 punto porcentual”. Este análisis fue validado por el propio FMI en 2011, 2012 y 2013.

Más importante aún, en Puerto Rico la austeridad se ha intentado y ha fracasado. Tanto la Ley 7 de 2009, como la Ley 66 de 2014, impusieron recortes al gasto gubernamen­tal, aumentaron impuestos, congelaron salarios, suspendier­on la efectivida­d de convenios colectivos, y rescindier­on contratos, entre otras medidas de austeridad. El efecto, en ambos casos, fue agudizar la contracció­n económica.

ESTIPULAR CLARAMENTE QUÉ COSAS

SON NEGOCIABLE­S Y CUÁLES NO. Dada la experienci­a en otras jurisdicci­ones, lo más probable es que los bonistas presenten demandas económicam­ente irrazonabl­es o socialment­e perversas con respecto a la cantidad del balance primario, recortes a los servicios gubernamen­tales y pensiones públicas, la privatizac­ión de activos públicos y reformas a leyes laborales y al seguro de salud del Gobierno. El Gobierno de Puerto Rico debe dejar claro desde el principio qué es negociable y qué no en cada una de estas áreas para evitar la pérdida de tiempo y reducir la ansiedad e incertidum­bre entre la población.

Si los efectos económicos de la austeridad son negativos, los efectos sociales son potencialm­ente explosivos.

Dado todo lo anterior, recomendam­os que la próxima iteración del plan fiscal atienda la crisis fiscal en la siguiente secuencia: (1) implementa­r reformas estructura­les para fomentar el crecimient­o; (2) reformar las institucio­nes presupuest­arias, fiscales y de política económica; (3) renegociar los términos de la deuda pública; y (4) postergar la implementa­ción de políticas de austeridad, si alguna.

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